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Las Misioneras del Corazón de María se van de Mataró

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http://germinansgerminabit.blogspot.com.es/2017/04/se-extinguen-los-progre-eclesiales-en.html

Unas más en este goteo incesante de la desaparición de la vida religiosa en España. Estas eran de vida activa y al parecer progres.

Lo que es impresionante es la serie de fotografías, de institutos masculinos y femeninos, que no sólo no mueren sino que demuestran mucha vida.

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8 comentarios en “Las Misioneras del Corazón de María se van de Mataró
  1. ÚLTIMOS MESES DE SANTA
    CATALINA DE SIENA

    En octubre de 1378 había terminado el dictado del mismo a tres de sus discípulos, que la servían también de secretarios para su abundante correspondencia. Hasta nosotros han llegado casi 400 cartas, vivo retrato de su alma excepcional, eco apasionado en su mayor parte, de sus objetivos: la reforma y la cruzada para la reconquista de los Santos Lugares,

    El Papa la quiere, en estas horas luctuosas del gran cisma de Occidente, junto a sí, en Roma. En la Ciudad Eterna lleva a cabo una ardiente campaña en favor del verdadero papa Urbano VI. Habla en el Consistorio a los cardenales, sigue escribiendo cartas a las personas de mayor influencia, llama junto a sí a las más relevantes personalidades, por su santidad, que había en Italia. Su visión es clara, irreductible: los males de la Iglesia no tienen más remedio que una inundación de santidad en los miembros de la jerarquía y en el pueblo fiel. No por esto deja de estar presente y de trabajar infatigable entre los partidarios de uno y de otro Papa.

    En los primeros meses del año 1380 —último de su existencia terrena— la vida de Catalina parece una pequeña llama inquieta que apenas puede ser ya contenida por la fragilidad del cuerpo que se desmorona. Pero mientras viva será un holocausto por la Santa Iglesia. Ella misma había escrito antes: «Si muero, sabed que muero de pasión por la Iglesia.» «Cerca de las nueve —dice en una emocionante carta a su director—, cuando salgo de oír misa, veríais andar una muerta camino de San Pedro y entrar de nuevo a trabajar en la nave de la Santa Iglesia. Allí me estoy hasta cerca de la hora de vísperas. No quisiera moverme de allí ni de día ni de noche, hasta ver a este pueblo sumiso y afianzado en la obediencia de su Padre, el Papa.» Allí, arrodillada, en un éxtasis de sufrimiento interior y de súplica, se siente aplastada por el peso de la navicella, la nave de la Iglesia, que Dios le hace sentir gravitar sobre sus hombros frágiles de pobre mujer. «Catalina —escribía otro de sus discípulos— era como una mansa mula que sin resistencia llevaba el peso de los pecados de la Iglesia, como en su juventud había llevado desde la puerta de la casa hasta el granero los pesados sacos de trigo.»

    Cerca de la iglesia y del convento de los padres dominicos de Santa María de la Minerva, en la Vía di Papa, tenía durante su estancia en Roma su humilde habitación. Dicta sus últimas cartas-testamento, desbordantes de ternura y de firmeza, con su habitual visión sobrenatural de todas las cosas. Interrumpe reiteradamente su dictado, con un suspiro hondo: «Pequé, Señor; compadécete de mí», o con el grito anhelante de amor a Jesucristo crucificado que había consumido toda su existencia: «Sangre, sangre.»

    Rodeada de muchos de sus discípulos y seguidores, consumida hasta el agotamiento y el dolor por la enfermedad, ofrendaba el supremo holocausto de una vida consagrada íntegramente a Dios y a la Santa Iglesia. Con las palabras de Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», radiante su cara de luz inusitada, inclinó suavemente la cabeza y entregó su alma a Dios, en la plenitud del estallido de la primavera romana. Era el 29 de abril, domingo antes de la Ascensión del Señor del año 1380.

    La Santa Madre Iglesia, con el sello de su autoridad, avaló el prodigio de santidad de la humilde hija de Siena, por boca de su vicario Pío II, al canonizarla solemnemente en la festividad de San Pedro y San Pablo del año 1461.

  2. Fiesta de San Marcos Evangelista
    Estudiantado Dominicano de Washington
    Homilía de Padre Thomas Petri OP
    Decano de la Facultad de Teología de la Inmaculada
    Martes, 25 Abril de 2017
      

         En el día en que celebramos al evangelista San Marcos, recordamos la insistencia del Concilio Vaticano II en la Dei Verbum, cuando dice que Dios escogió a ciertos hombres, los empleó, actuó en ellos y por ellos, y no obstante son los verdaderos Autores de lo que escribieron, y lo que escribieron fue lo que Dios quiso y nada más. De modo que lo que escribieron, lo que afirman debe ser considerado como afirmado por el Espíritu Santo. Comunican sin error la verdad que Dios desea confiar al Texto Sagrado: por nuestra salvación.
         Esto significa que todo lo que San Marcos escribió en su Evangelio, todo, está ahí por una sola razón: Nuestra salvación.
    Lo que escuchó de Jesús, de San Pablo, la predicación de San Pedro, se encuentra todo en su Evangelio.
         Y lo aceptamos todo, pues nosotros no elegimos.
        Aceptamos todas las palabras de consolación y las acciones de Jesucristo que San Marcos nos comunica:
              Vino nuevo, odres nuevos
              El Perdón de los pecados
              La alimentación de las multitudes
              El caminar sobre el agua
              Las predicciones de Sus sufrimientos,
    La horrenda crucifixión y
    Su gloriosa Resurrección.
         
    Pero también significa que aceptamos los retos que Cristo nos propone cuando:
              Calma la tormenta en el mar,
    y al mismo tiempo pone a prueba la fe de los discípulos.
             Que nada hay oculto que no sea revelado; Que todo mal viene de dentro.
             Esa ambición por el Reino sólo se vive adecuadamente en el servicio, siendo el último y el siervo de todos.
              Negarse a sí mismo y llevar la Cruz.
              Estar preparados para el sufrimiento, la burla y la venida de falsos profetas y falsos mesías.
         Lo aceptamos todo. Al Consolador y al que nos prueba:
    Lo aparentemente fácil y lo aparentemente difícil.
    Podemos luchar para vivir en cualquiera de estas situaciones: (la aparentemente fácil y lo aparentemente difícil) y, en cualquier momento, convertido en kairós u oportunidad de gracia.
    Ésa es la batalla del Espíritu y de nuestra condición pecaminosa.
         Pero fundamentamente afirmamos nuestra fe en este texto: la Santa Escritura de Dios. Para Santo Tomás, ésta es la autoridad que fundamenta esta Santa Sabiduría, esta Doctrina Sagrada, que es el camino hacia el conocimiento de Dios y la salvación en Él.

         Lo que San Marcos afirma, lo consideramos afirmado por el Espíritu Santo. Aquí están los principios, el alimento y el test para la ciencia teológica y la meditación contemplativa.
    Estamos en desacuerdo con y en oposición a todos aquéllos que reducen este Evangelio y toda la Sagrada Escritura a simples libros históricos o literarios del pasado.
    Aquéllos que descaradamente dicen que las difíciles revelaciones de Dios son una coincidencia de costumbres culturales.
         Nos oponemos a quienes voluntariamente (al parecer) confunden la teología con la sociología, la antropología y la psicología.
    Tales pensadores ni siquiera pueden construir a partir de los principios de esta ciencia superior que se encuentra en el Texto Sagrado y por lo tanto no pueden participar en el discurso teológico ni argumentar con precisión porque no conocen ni saben las verdades de las que hablan y carecen del lenguaje apropiado para tratar de entender estos misterios y mucho menos, para articularlos.
         Interpretamos lo que hemos leído aquí según la analogía de la fe, guiada por los grandes Doctores de la Iglesia y su Magisterio sagrado y como este texto se proclama en el único lugar donde se hace vivo y eficaz -en la Sagrada Liturgia de la Iglesia, el culto divino de Dios-.
         Aquí se encuentra lo sustantivo de nuestra vida: en la liturgia, junto a la Palabra viva, porque es aquí, especialmente en la proclamación y la predicación del Evangelio, donde encontramos a Aquél a Quien adoramos, al que inspiró estas palabras, es decir, al Verbo de Dios, el Verbo de la Verdad, la Palabra de la Vida, la Palabra de Dios, la Palabra prefigurada en el pergamino que Dios dio a Ezequiel, que ahora se convierte para nosotros en pan, dulce como la miel en nuestra boca.
         Por esta razón nuestra predicación, hermanos, es siempre de gran importancia y de mayor importancia.
    Incluso en nuestro cansancio, un martes por la mañana, después de una noche de estudio, de plegaria, o cuidando a un fraile enfermo, o sentados junto a la cabecera de un feligrés moribundo.
         Nuestra predicación participa del lento y continuo despliegue de la autorrevelación de Dios en los corazones de los fieles de una forma que a menudo no podemos percibir.
    Ésta es la razón por la que la Palabra Santa de Dios nunca se puede utilizar para alimentar nuestro humor, para bromas frívolas, o como referente de un testimonio sobre nosotros mismos.

         El testimonio de los santos confirma lo importante que es la predicación.
    Desde San Gregorio Magno hasta San Juan Crisóstomo, San Agustín y nuestro Santo Tomás de Aquino. Oigamos a San Pablo … «¿Cómo creerán …? ¿Cómo oirán sin que alguien les predique? »
    «Sin predicación», escribe el Beato Humberto de Romanis, «la plenitud de la gloria del Reino de los cielos no se realizará. Sin ella el infierno se llenaría más rápidamente y el mundo sería completamente estéril. Los demonios prevalecerían en el mundo, los corazones de los hombres no se levantarían a la esperanza del cielo, los pueblos de la tierra no habrían recibido la fe cristiana, y la iglesia no habría sido fundada ni expandida, ni sería capaz de ponerse de pie.»
         Esto no es cosa de risa. Se trata de un gran bien, el bien al que hemos consagrado nuestra vida.
         La Iglesia celebra la Fiesta del Evangelista San Marcos, que escuchó la predicación de Pedro y Pablo y, a petición de los cristianos de Roma, puso todo en la narración del Evangelio.
    Sin él, y sin los otros autores sagrados, ni tú ni yo sabríamos algo sobre Cristo porque no habría nada que predicar.
         Así es como Dios se ha dignado que suceda todo.
    Porque es un bien y una gloria mayor para Él, no sólo comunicar la bondad y la santidad de Sí mismo a Su pueblo, sino suscitar hombres (débiles como nosotros), como instrumentos de santidad y salvación para los demás.
        Es algo muy hermoso. Y dada la longitud de onda del Hijo de Dios, parece totalmente apropiado.
        Por intercesión de San Marcos, cuyo Evangelio nos ha sido preservado y transmitido, crece en nosotros la fe mediante la predicación de otros, para que podamos ir al mundo entero a predicarla, proclamarla, a toda criatura, para ser agentes de esperanza y de caridad por el poder del Espíritu, en los corazones y las mentes de aquéllos que nos escuchan.
         Amén.

  3. un grupo de ancianos y ancianas sin habito, aburguesados, con ideología progre y sin recambio generacional alguno, ese es el paradigma de la vida religiosa que bergoglio quiere imponer a la iglesia. solo hay que ver los progre-jesuitas de bergoglio para darse cuenta de ello.

  4. Esta tarde, mientras rezaba el Rosario, miraba al primer banco, con cuatro mujeres, muy devotas, pero que juntas suman sobre los 360 años. Si Dios me conserva para rezar el Rosario en la parroquia ¿cuantos años me quedan de rezo? Porque luego hay otras personas, pero van y vienen.

    Pues esto es lo que hay. Imagino que estas monjas son tan devotas como mis compañeras de rezo, que lo son mucho, pero es que la biología manda.

  5. » Que se mueran los feos » decía una canción de los Sirex. Bueno, no es que se mueran, es que ya estaban muertas. Lo malo es que este modelo de cómo no debe ser la vida religiosa es el que quiere resucitar Francisco, quien si ve las fotos de las vocaciones jóvenes, va a padecer un infarto.

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