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Las Edades del Hombre en Cuéllar

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Estuvimos el pasado miércoles mi mujer y yo. Gratísima visita.

Creo que no habíamos pisado Cuéllar desde que éramos novios y en vespa. En aquellos tiempos sin casco. Nosotros íbamos desde Segovia, mejor dicho, desde La Granja. Donde había un párroco, tal vez abad, gordito, joven y progre, muy favorecido por Palenzuela. O eso decían. Ni idea de lo que haya podido ser de él.

Ahora desde Madrid se va por autopista y autovía y deben ser unos 160 o 170 kilómetros. Facilísimos. Hasta las puertas mismas de Cuéllar. Tierra de Pinares. Recordábamos iglesias mudéjares y un castillo. Vagamente. El castillo espectacular. De los mejores de España. Sólo él merecería una visita de los amantes de los castillos. El mudéjar muy presente aunque los hay en mi impresión mejores. Éste más espectacular en el interior que en el exterior aunque sus ábsides externos sean notables. Son características sus altas torres, de piedra frente al ladrillo mudéjar, de notable empaque y altitud pero amazacotadas. Diría que hasta feas. En este caso la piedra desentona del ladrillo. Las murallas, grandiosas, no desmerecen del monumental castillo, creo que de los duques de Alburquerque.

La ciudad, o villa, es cuesta arriba. Y más bien fea aunque con localizaciones notables. Los cuellaranos, amabilísimos, se sienten muy orgullosos de la misma, bien está, y te repiten que es la segunda población de Segovia, con unos diez mil habitantes. No sé cual será la tercera. Tiene monumentos muy notables pero rodeados de fealdad. Nada más entrar aparcamos ante unos extraordinarios restos, tal vez el convento de San Francisco, supongo que fruto del maldito Mendizábal. La iglesia, por lo que queda, debió ser grandiosa y lo que permanece de lo que fue convento todavía lo es. Al lado el convento de las concepcionistas. Con unos retablos muy dignos de ver. Con motivo de Las Edades de Hombre hay sitios permanentemente abiertos, como éste, salvo a la hora de la comida, con una persona, creo que voluntaria, que mantiene su seguridad, amabilísimas todas, y que me parece un gran logro de la ciudad y de la Iglesia.

Llegó la hora de la comida y unos amables viandantes nos recomendaron un restaurante próximo. Excelente. Se llama San Francisco y el lechazo estaba óptimo. La sopa castellana, hacía fresquete, también. De vinos yo me inclino por los de Toro más que por los de la Ribera. Tienen un grado más, son excelentes y el precio es mucho mejor. En nuestra anterior visita a Las Edades, bebimos un Muruve magnífico, aquí un Románico que le iba algo a la zaga pero también muy bueno.

Y ahora, a subir. Tal vez muy recomendable para la digestión. El ábside de ¿San Pedro?, en piedra, otro muñón más de aquella desgracia para la religión y el arte, que fue la Desamortización. La iglesia de San Miguel, patrono de la ciudad, con la Virgen del Rosario, ambos en el excelente retablo, también abierta cosa que no debe ser habitual a todas horas, salvo en los días de las Edades. La señora que hacía guardia realmente encantadora. Y catequética. Me dio la impresión de que los cuellaranos  fueron siempre más de la arquitectura del retablo que de las imágenes de los mismos. En la iglesia otras muchas cosas muy dignas de ver. Un Calvario verdaderamente hermoso, un éxtasis de Santa Teresa excelente y más.

Y llegamos, subiendo, a las tres sedes de Las Edades del Hombre.  Espléndidas de continente y de contenido. Una de ellas verdaderamente espectacular por las sepulturas de su presbiterio. San Andrés, San Martín y San Esteban. Con alguna distancia entre ellas pero muy superable. Y todas con un defecto. Cuéllar estaba muy limpio. Pero no había ninguna papelera/cenicero en la puerta de ninguna de las tres iglesias. Y algunos de los visitantes somos fumadores.  El Ayuntamiento debería resolver cuanto antes el problema de las colillas.

Estas muestras fuera de las capitales tienen menos arte expuesto. Pero el de aquí nos pareció dignísimo y muy merecedor de la vista. Algunas obras son incluso del siglo XX y hasta es posible que alguna incluso del XXI. En general, hasta las modernas, muy bellas salvo uno o dos horrores. Recuerdo con particular agrado una hermosa Anunciación. Las fotografías, más prescindibles, Ver a San Francisco o a San Ignacio de Loyola flagelándose tal vez pudiera servir a algunos como remedio a la pederastia. Mucho Antiguo Testamento. Un par de obras de Luis Salvador Carmona a quien siempre tuve por imaginero genial Un Greco muy hermoso. Precioso el Calvario de la iglesia cuellerana de San Andrés agotándose ya el románico. Magnifico el Descendimiento de la catedral de Segovia de Benson. Extraordinario el sepulcro en madera de un caballero y por supuesto los del presbiterio de San Esteban. Sólo ellos merecerían la visita.

Os la recomiendo vivamente a todos los que podáis acercaros. Lo disfrutaréis. Las Edades, la ciudad, el castillo, el lechazo y los cuellaranos. Y para vino, el de Toro. Vale la pena.

No quiero concluir sin mencionar al Presidente de la Fundación «Las Edades del Hombre» cuya benéfica sombra, tan leve y también tan profunda y permanente, no es una contradicción, se hace sentir tanto en todos los episodios de la misma. No tengo ni idea de lo que durará, en puertas de presentar su renuncia como obispo de Ávila, al frente de esa diócesis. Tontos serían arriba si no lo exprimieran hasta los  ochenta años. Pero tengo clara conciencia de que existen tontos arriba y abajo. Pero serían tontísimos si le apearan también de la presidencia de una Fundación que ha llevado de modo magistral. Ignoro los estatutos de la misma. Tal vez requieran un obispo en ejercicio. Pero los estatutos se pueden cambiar. Otro mejor y más capacitado no lo iban a encontrar. No quiero ni pensar que le pudiera suceder el obispo de Palencia.

 

 

Comentarios
5 comentarios en “Las Edades del Hombre en Cuéllar
  1. Seguramente era el Mardomingo que usted dice. Le oí bastantes misas porque mi familia política hoy, que me acogía mucho cuando sólo era novio de la que hoy es mi mujer y que tenía una preciosa casa entre La Granja y La Pradera, en un lugar que se llamaba El Partidor, el abuelo de mi mujer fue quien construyó la central eléctrica que daba luz a La Granja y Valsaín, y el que proyectó el muchos años después construido embalse de El Pontón. Si usted es de por ahí seguro que conoció la casa. Era una concesión administrativa pues lo terreno eran del Estado y cuando la concesión caducó dinamitaron absurdamente el edificio que podría haber sido magnífico alojamiento cultural. Oí pues muchas misas en La Granja, tanto en el Cristo como en los Dolores, y el párroco, creo que le llamaban el abad, siempre me pareció penosillo, progresisticillo y poquillo. Entonces era yo muy joven y mi admiradísmo amigo, del que guardo un maravilloso recuerdo, incluso con ribetes de santidad, era el canónigo Don Lucas García Borreguero. Podría decir muchísimo de Don Lucas que nos mostró la provincia en unas inolvidables excursiones que hacíamos todos los años. Estuvimos con él días antes de su muerte en la residencia sacerdotal y allí luego ante su cadáver. Él era la oposición más señalada, en Segovia le quería todo el mundo, a la línea del obispos Palenzuela. Tenía una bronquitis crónica que el humilde piso en el que vivía se la acentuaba en los inviernos. Piso que apenas se calentaba con un braserillo debajo de la mesa camilla de su pobre cuarto de estar. Un día, vistándole, helados mi mujer y yo en aquel miserable cuartucho, me atreví a decirle que tenía que instalar calefacción general en el piso. Habitáculo que le impedía salir a la calle, por acentuársele su bronquitis, desde que llegaba el frío del invierno hasta que se consolidaba la primavera. Nos miró con esos ojos suyos a la vez tan inteligentes y cordiales y nos dijo:
    ¿Queréis que ese dinero se lo quite a los pobres?
    Pues no se lo quitó. Y allí vivió hasta que la edad le obligó a pasar a la casa sacerdotal donde no poco después murió. Por lo menos, sin frío.
    Conocí otro caso muy parecido, el de mosén Domenech, santo sacerdote también de Tarragona, en lo que uno puede juzgar, por supuesto que sometido al juicio de la Iglesia. En cuya humilde casa estuve también tantas e inolvidables veces. Con tantos sacerdote amigos. Memorables todos. Inolvidables mosenes Ferré, Robert, Llagostera, Paniello. Creo que sólo queda mosén Saludes que si llega a leerme le envío un gran abrazo. Pues mosén Enric no se compraba un televisor para no quitarles ese dinero a los pobres.
    Don Lucas era un cura privilegiado de Segovia. Canónigo de su catedral, consejero de la Caja de Ahorros, le sobraban sus ingresos para vivir como el obispo o casi. Pues pasando frío. Y comprometiendo gravemente su salud. Su casa estaba enfrente de la Iglesia de San Martín o de San Millán. Nunca recuerdo cuales la que está arriba y cual abajo. La de él en mitad de la calle Real. Era larguísimo acompañarle, desde la plaza de la catedral hasta su casa o desde el Azoguejo a la misma, por las innumerables paradas. A unos había enterrado o casado a su padres, a otros casado a ellos, dado la primera comunión o bautizado a su hijos… Y todos le querían, le saludaban o se paraban con él. Pese a su sotana, manteo y teja. O hasta es posible que gracias a ella.
    Concluyo esta semblanza con una anécdota de mis primeros años del conocimiento de Don Lucas. Yo era muy joven y sabía que su línea no era la de Palenzuela. Publiqué un artículo, supongo que el ¿Qué Pasa? de Pérez Madrigal en el que calificaba al obispo de ser feo, viejo y corcovado. Y con él me fui ala siguiente reunión con Don Lucas. Encantado con mi parida. Conforme lo iba leyendo, al ver su cara, aunque ya nos quería mucho, pensé en aquello que entonces estaba tan de moda del lo cagaste Burt Lancaster. Estaba serio, tardó unos momentos, que me parecieron larguísimos en decir algo, y sin cambiar de semblante me dijo: Esas cosas, de ser ciertas, las manda Dios y nosotros no debemos entrar en ellas. Me pareció una lección magistral aunque no siempre después la haya seguido. Por culpa mía. No de Don Lucas.

  2. El blogguer se refiere de forma un tanto despectiva a Don Isidoro Mardomingo, quien durante cuarenta y dos años ha sido abad-párroco de La Granja de San Ildefonso, y quien se ha mantenido ejerciendo el ministerio sacerdotal en esa localidad hasta pasados los ochenta años, rodeado del cariño y respeto de sus feligreses. Hoy disfruta de una feliz jubilación en la Residencia Sacerdotal de Segovia que levantó monseñor Palenzuela.

  3. En el siglo XIX hubo varias desamortizaciones en España. Nunca me he explicado como se consintieron. Son un antecedente de la actual ola de corrupción.

  4. Cuellar…. Es cierto cuanto dice el bloguer, pero saliendo de Edades, supongo que el cordero del San francisco (cuando yo frecuentaba la ciudad era «Fonda San Francisco») lo tomaría con endivias. Y no probó su sopa rabo de toro? y de postre su tarta de queso con mermelada de arándanos?. Y al final su, en vez de café, producto estrella, la achicoria soluble, tan benéfica para el corazón?. Porque, ha de saberse que Cuellar es la capital de España de este sano y sabroso producto… obtenido de una raíz que los cultivadores de su comarca lo bordan. ¡Buen provecho, don José!. Juanestella

  5. Y en Cuellar hay también un tesoro poco conocido: Junto a la Beata Martina Vázquez Gordo los padres carmelitas del Santuario de Nuestra Señora del Henar de Cuéllar (Segovia) custodian los restos de un grupo de carmelitas fusilados junto a las tapias del cementerio viejo de  Carabanchel Bajo, en agosto de 1936.

    D. Paco Pepe si no los ha visitado debe volver Vd a Cuellar y obtener el fruto de estos mártires

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