Las dominicas se van de Almagro

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Convento de dominicas de la Encarnación. Portada

Poco tiempo después de que lo hicieran los dominicos.

https://www.youtube.com/watch?v=IfRkOpwICE8&ab_channel=TeVer%C3%A1sTelevisi%C3%

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La localidad manchega, monumental eclesiásticamente, va a quedar como muestra impresionante de la desaparición del catolicismo en España.

 

Comentarios
7 comentarios en “Las dominicas se van de Almagro
  1. No hay miedo en el amor

    Por fr. Luke Mary Neitzke OP
    09 de Noviembre de 2020

    No hay miedo en el amor, pero el amor perfecto expulsa el temor. (1 Juan 4,18).

    El estoicismo es el sistema filosófico relativo a la moral, que recibe los mayores elogios en la Academia Naval de los Estados Unidos.
    Nos enseñaron que para ser un buen oficial hay que ser un experto en la virtud de la apatheia, estado mental en el que a uno no le perturban las pasiones.
    La más importante de las pasiones que deben dominarse es el miedo, del que dice Santo Tomás de Aquino, que es la “inclinación a alejarse de un mal futuro, arduo, «en apariencia imposible de superar.”( Tratado de las Pasiones, cf- ST I-II q. 23 a. 4).
    Si un Oficial es capaz de dominar el miedo, y puede mantener la calma bajo el fuego, mientras evalúa los posibles daños, no perderá a los hombres, que están bajo su mando.
    A menudo nos han dado ejemplo cabal los prisioneros de guerra que, en lugar de dañar a su Nación, se presentaron a sus captores, no mostrando ninguna emoción durante las torturas soportadas antes de morir.

    Una de las historias contadas con mayor frecuencia se refiere a un Oficial de Infantería de Marina, -los marines- el Coronel John Ripley, que luchó durante la guerra de Vietnam.
    Pasaba por un puente defendido por el Ejército de Vietnam del Sur, cuando recibió información de que treinta mil Soldados norvietnamitas y doscientos tanques avanzaban raudos hacia el puente.
    Recibió la orden de volar el puente. Los soldados de Vietnam del Sur llevaron quinientas libras (0,453 592 37 kgrs) de explosivo, pero acto seguido huyeron; el Coronel se vio solo frente al enemigo que se aproximaba.
    Bajo el fuego incesante de los soldados y tanques norvietnamitas, colocó las quinientas libras de explosivo a lo largo del pavimento del puente.
    Controló el miedo frente a probabilidades aparentemente insuperables, destruyendo el puente y deteniendo al enemigo.
    Para colmo, salvó a una madre y a un bebé que habían quedado atrapados en el puente. Luego detonó los explosivos, salvando la vida no sólo de la madre y el bebé, sino de todos los que estaban al otro lado del puente.

    Lo que no nos enseñaron en esta clase, pero, que conocen todos los cadetes católicos, es que el Coronel Ripley era un católico ferviente y durante cada una de las idas y venidas al puente para colocar más dinamita, repetía la oración sencilla: “Jesús, María: Haced que lo consiga.»

    Al Coronel Ripley se le considera legítimamente un Caballero estadounidense, montando guardia en la brecha, para mantener a raya al enemigo y protegiendo a los inocentes.
    Nos han enseñado que llevó a cabo esta hazaña tan sólo porque pudo dominar su miedo, manteniendo a raya las pasiones. Y con todo, no se limitó a esto; el amor a la Patria y al prójimo, echaron fuera su miedo. Este amor se cimentaba en el amor que tenía a Jesús y María y era guiado por ese sentimiento.

    El Coronel Ripley se enfrentó a un enemigo que podía ver, pero, el Apóstol nos dice que: “Nuestra lucha no es contra la sangre y la carne, sino contra los principados y las potestades, contra los gobernantes del mundo de la presente oscuridad, contra las huestes espirituales de la maldad en los cielos.» (Efesios 6,12)
    Nuestras armas son los Sacramentos y el Santo Rosario, no los explosivos. No estamos de facción en la brecha, ni nos enfrentamos a los tanques.
    Nuestro sitio está en en nuestras escuelas y oficinas, y nos enfrentamos a nuestros amigos y colegas, que tal vez se burlen de nosotros o nos ridiculicen a causa de nuestra fe.
    Puede que no nos parezcamos al coronel Ripley en el puente, pero si también repetimos esa simple oración, «Jesús, María: Haced que lo consiga,» y defendemos nuestra fe, haciendo lo mismo, nuestro mérito es mayor, porque defendemos nuestra patria celestial, no la terrena.
    Las puertas del infierno no pueden prevalecer (véase Mateo 16… 19) en contra esta sencilla oración. Cuando se pronuncia con amor, se derrumbarán como el puente. A los ojos del mundo, el Coronel Ripley estaba solo en el puente, pero sabía que Jesús y María estaban con él. Están más a nuestra vera, en la medida en que, firmes, no abandonemos el puesto, aúnque a veces nos encontremos solos con nuestra fe, frente a todo y frente a todos.

  2. Bergoglio avanza en su pretensión de ser el mandamás de una religión globalista dinamitando la Iglesia Católica en sus cimientos contemplativos.

  3. En numerosas ocasiones hemos ido la familia al festival de teatro clásico de Almagro, los veranos. Uno de los teatros, con el Corral de Comedias o el Hospital de san Juan, es el claustro de los dominicos. Siento una pena profunda cuando visito el coro, destartalado en algunos de su sitiales, lleno de polvo y abandonado, desde donde se contempla la iglesia. Las escaleras tienen algunos peldaños con la piedra hundida por el paso de tantos frailes, de tantos jóvenes. No faltaron los mártires de 19 años, como recoge la película «Bajo un manto de estrellas». El refectorio se ha convertido en guardarropía, con la tribuna alta del lector, mientras los frailes consumían la pitanza, desdibujada.

    Mártir de nuestro tiempo a manos de aquellos cuyos herederos ocupan hoy el gobierno. El propio alcalde de Almagro, cuando los asesinatos, un socialista, si mal no recuerdo. A esa banda de desalmados, de gatillo fácil, quiere Calvo, la vicepresidenta española, convertir en héroes con su reescritura de la memoria histórica. Héroes de sangre ajena, me imagino.

    No ocurrió como en otros lugares donde los asesinos procedían de Barcelona, de la columna Durruti. Lo mártires de Almagro murieron a manos de almagreños o de lugares aledaños. Esa es la historia real. Por mucho que lloren ahora su partida, no movieron muchos un dedo por salvar la piel de esos jóvenes dominicos asesinados.

    Vale la pena visitar la plaza de los Fugger y recordar sus relaciones financieras con la corona, el palacio, los caserones de la ciudad, desgustar sus berenjenas, asistir a la representación de obras más o menos olvidadas de Lope, Tirso, Calderón. Pero no olvidemos la existencia de esa otra España asesina, cruel. Almagro es un lugar apropiado para la reflexión. De camino desde el monumento al conquistador de Chile hasta el parador, el paso por el convento de los dominicos es un aldabonazo. Aquellos frailes mozos no pudieron esconderse en un paisaje sin árboles ni espesuras. Eran presas fáciles. Como los conejos. Ese es el recuerdo que usted me ha evocado, carísimo Paco Pepe, con su post de hoy.

  4. Solo queda la todavía importante fraternidad de laicos dominicos, pero ahora con muchas dificultades para celebrar sus reuniones y cultos. De hecho solicitaron hacerse cargo de la iglesia del convento pero no les fue concedido.

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