Me parece de importancia capital y no necesito añadir que estoy totalmente de acuerdo con su tesis. Si en la misa, el pan y el vino no se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Misterium Fidei, nos han engañado dos mil años y sería absurdo ser católico. Un trampantojo absurdo y sin sentido. La razón la tenía Lutero y los protestantes.
Hoy parece que algunos quieren volver a eso, por lo menos eludiéndolo. Lo importante es el encuentro aunque para ello tengamos que ocultar la verdad. Que tal vez ni siquiera sea verdad. Nada más que un engañabobos. Pues este bobo, convencido y adorador de esa verdad, afirma que ya puede venir cualquier hijo de puta, aunque su madre fuera una santa, a sostener lo contrario que mi opinión sobre su persona es la expresada. Desde mi fe católica.
Hay cosas con las que no se juega ni se pueden hacer malabarismos. Lo dicho: Hijos de puta. Creo que no puedo ser más claro. Y hasta es posible, más bien seguro, que tenga más respeto por las putas que por esos hijos de Satanás, y de puta, si los hubiere. ¿Puedo ser más claro? Creo que no. Y le toque al que le toque.
Leed el artículo de Iraburu porque esa es la fe de la Iglesia. Tal vez tenga hoy un día especialmente irritado. Me habrán llevado a ello porque procuro ser contenido. Aunque esfuerzo me cueste. Pero ante la profanación de la transubstanciación no me contengo porque me llega demasiado al alma. Así que vuelvo a la ordinariez. A los que sostengan, o intenten más o menos explícitamente mantener la sustentación, que les den por ese sitio en el que dicen que escuecen los pepinos. Aunque como no suelo comer pepinos no tengo experiencia de escozores.
Estoy seguro de que mi mujer, notablemente bien educada, me va a recriminar esta entrada. Pero es que hay días en los que, tras tanto tocamiento de narices uno las tiene ya tumefactas. Y explota. Procuraré volver a contenerme en lo sucesivo aunque esfuerzo me cueste. Pero la transubstanciación que no me la toque ningún hijo de puta.
A lo positivo: Leed el artículo del sacerdote Iraburu.
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1611011101-402-transubstanciacion-ya-no#more31978
Un largo e importante artículo del sacerdote Iraburu sobre la transubstanciación
| 02 noviembre, 2016
Parece que a Joaquín como al desnortado Koch y a los ecumenistas de ocasión, les encanta la empanación del heresiarca Lutero. Fruto de la empanada mental que tienen en su mente.
Dice Pablo VI en la Enciclica Mysterium Fidei:
» Cristo Señor está presente en el sacramento de la Eucaristía por la transustanciación
6. Mas para que nadie entienda erróneamente este modo de presencia, que supera las leyes de la naturaleza y constituye en su género el mayor de los milagros [50], es necesario escuchar con docilidad la voz de la iglesia que enseña y ora. Esta voz que, en efecto, constituye un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este sacramento sino por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y de toda la sustancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica justamente y con propiedad llama transustanciación [51]. Realizada la transustanciación, las especies del pan y del vino adquieren sin duda un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada, y signo de un alimento espiritual; pero ya por ello adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que contienen una nueva realidad que con razón denominamos ontológica.
Porque bajo dichas especies ya no existe lo que antes había, sino una cosa completamente diversa; y esto no tan sólo por el juicio de la fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la sustancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino tan sólo las especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera que los cuerpos están en un lugar.
Por ello los Padres tuvieron gran cuidado de advertir a los fieles que, al considerar este augustísimo sacramento creyeran no a los sentidos que se fijan en las propiedades del pan y del vino, sino a las palabras de Cristo, que tienen tal virtud que cambian, transforman, transelementan el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre; porque, como más de una vez lo afirman los mismos Padres, la virtud que realiza esto es la misma virtud de Dios omnipotente, que al principio del tiempo creó el universo de la nada.
«Instruido en estas cosas —dice san Cirilo de Jerusalén al concluir su sermón sobre los misterios de la fe— e imbuido de una certísima fe, para lo cual lo que parece pan no es pan, no obstante la sensación del gusto, sino que es el cuerpo de Cristo; y lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca al gusto, sino que es la Sangre de Cristo…; confirmar tu corazón y come ese pan como algo espiritual y alegra la faz de tu alma» [52].
E insiste san Juan Crisóstomo: «No es el hombre quien convierte las cosas ofrecidas en el cuerpo y sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que por nosotros fue crucificado. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras, pero su virtud y la gracia son de Dios. Esto es mi cuerpo, dice. Y esta palabra transforma las cosas ofrecidas» [53]. Y con el obispo de Constantinopla Juan, está perfectamente de acuerdo el obispo de Alejandría Cirilo, cuando en su comentario al Evangelio de san Mateo, escribe: «[Cristo], señalando, dijo: Esto es mi cuerpo, y esta es mi sangre, para que no creas que son simples figuras las cosas que se ven, sino que las cosas ofrecidas son transformadas, de manera misteriosa pero realmente por Dios omnipotente, en el cuerpo y en la sangre de Cristo, por cuya participación recibimos la virtud vivificante y santificadora de Cristo» [54].
Y Ambrosio, obispo de Milán, hablando con claridad sobre la conversión eucarística, dice: «Convenzámonos de que esto no es lo que la naturaleza formó, sino lo que la bendición consagró y que la fuerza de la bendición es mayor que la de la naturaleza, porque con la bendición aun la misma naturaleza se cambia». Y queriendo confirmar la verdad del misterio, propone muchos ejemplos de milagros narrados en la Escritura, entre los cuales el nacimiento de Jesús de la Virgen María, y luego, volviéndose a la creación concluye: «Por lo tanto, la palabra de Cristo, que ha podido hacer de la nada lo que no existía, ¿no puede acaso cambiar las cosas que ya existen, en lo que no eran? Pues no es menos dar a las cosas su propia naturaleza, que cambiársela» [55].
Ni es necesario aducir ya muchos testimonios. Más útil es recordar la firmeza de la fe con que la Iglesia, con unánime concordia, resistió a Berengario, quien, cediendo a dificultades sugeridas por la razón humana, fue el primero que se atrevió a negar la conversión eucarística. La Iglesia le amenazó repetidas veces con la condena si no se retractaba. Y por eso san Gregorio VII, nuestro predecesor, le impuso prestar un juramento en estos términos: «Creo de corazón y abiertamente confieso que el pan y el vino que se colocan en el altar, por el misterio de la oración sagrada, y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y que después de la consagración está el verdadero cuerpo de Cristo, que nació de la Virgen, y que ofrecido por la salvación del mundo estuvo pendiente de la cruz, y que está sentado a la derecha del Padre; y que está la verdadera sangre de Cristo, que brotó de su costado, y ello no sólo por signo y virtud del sacramento, sino aun en la propiedad de la naturaleza y en la realidad de la sustancia» [56].
Acorde con estas palabras, dando así admirable ejemplo de la firmeza de la fe católica, está todo cuanto los concilios ecuménicos Lateranense, Constanciense, Florentino y, finalmente, el Tridentino enseñaron de un modo constante sobre el misterio de la conversión eucarística, ya exponiendo la doctrina de la Iglesia, ya condenando los errores.
Después del Concilio de Trento, nuestro predecesor Pío VI advirtió seriamente contra los errores del Sínodo de Pistoya, que los párrocos, que tienen el deber de enseñar, no descuiden hablar de la transubstanciación, que es uno de los artículos de la fe [57].
También nuestro predecesor Pío XII, de feliz memoria, recordó los límites que no deben pasar todos los que discuten con sutilezas sobre el misterio de la transubstanciación [58]. Nos mismo, en el reciente Congreso Nacional Italiano Eucarístico de Pisa, cumpliendo Nuestro deber apostólico hemos dado público y solemne testimonio de la fe de la Iglesia [59].
Por lo demás, la Iglesia católica, no sólo ha enseñado siempre la fe sobre a presencia del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía, sino que la ha vivido también, adorando en todos los tiempos sacramento tan grande con el culto latréutico que tan sólo a Dios es debido. Culto sobre el cual escribe san Agustín: «En esta misma carne [el Señor] ha caminado aquí y esta misma carne nos la ha dado de comer para la salvación; y ninguno come esta carne sin haberla adorado antes…, de modo que no pecamos adorándola; antes al contrario, pecamos si no la adoramos» [60].»
LAUDA, SION
Santo Tomás de Aquino.
Su meditación podría contener este sinfín de frivolidades de Bergoglio, desde que es Obispo de Roma:
1. Lauda Sion Salvatórem, lauda ducem et pastórem, in hymnis et cánticis. Alaba, ¡oh Sión! Alaba al Salvador, al Rey y Pastor con himnos y cánticos.
2. Quantum potes, tantum aude: quia major omni láude, nec laudáre sufficis. Alaba cuanto más puedas, y sin descanso; porque la mayor alabanza que se haga no será suficiente.
3. Laudis thema speciális, panis vivus et vitális, hódie propónitur. Alaba sin medida, al Pan vivo de Vida, al que hoy se celebra.
4. Quem in sacrae mensa coénae, turbae fratrum duodénae, datum non ambígitur. Al Pan que en la mesa de la Santa Cena, Cristo entregó a los Doce reunidos como hermanos.
5. Sit laus plena, sit sonóra, sit jucúnda, sit decóra, mentis jubilatio. Que la alabanza sea de todo corazón, sonora, gozosa, bella, con el alma jubilosa.
6. Dies enim solémnis ágitur, in qua mensae prima recólitur, huius institútio. Porque hoy celebramos un solemne día, aquel que rememora la institución de la Ssma Eucaristía.
7. In hac mensa novi Regis, novum Pascha nove legis, phase vetus términat. En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la Nueva Alianza, pone fin a la Pascua antigua.
8. Vetustátem nóvitas, umbram fugat véritas, noctem lux elíminat. El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se disipan ante la verdad, la luz elimina a la noche.
9. Quod in coena Christus gessit, faciéndum hoc expréssit, in sui memoriam. Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera en su memoria.
10. Docti sacris institutis, panem vinum in salútis, consecrámus hóstiam. Instruidos por sus sagradas enseñanzas, consagramos el pan y el vino para la salvación.
12. Dogma datur Christiánis, quod in carnem transit panis, et vinum in sánguinem. Se les da un Dogma a los cristianos: que el pan se convierte en la Carne y el vino en la Sangre de Cristo.
13. Quod non capis, quod non vides, animósa firmat fides, praeter rerum órdinem. Lo que no comprendes porque no lo ves, que lo afirme tu fe viva, más allá del orden natural.
14. Sub divérsis speciébus, signus tantum, et non rebus, latent res exímiae. Bajo diversas formas, tan solo se ven los signos, y no la realidad que late escondiendo una realidad sublime.
15. Caro cibus, sanguis potus: manet tamen Christus totus, sub utráque spécie. Su Carne es comida, y su Sangre bebida, pero bajo cada uno de estos signos está Cristo todo entero.
16. A suménte non concísus, non confráctus, non divísus: ínteger accípitur. Se lo recibe íntegramente, sin que nadie pueda dividirlo, ni quebrarlo, ni partirlo.
17. Sumit unus, sumunt mílle: quantum isti, tantum ille: nec súmptus consúmitur. Lo recibe uno, lo reciben mil, tanto éstos como aquél, sin que nadie pueda consumirlo.
18. Súmunt boni, sumunt mali: sortem tamen inaequáli, vitae vel intéritus. Lo reciben los buenos, y lo reciben los malos: pero con desigual fruto: para unos la Vida, para otros, la muerte.
19. Mors et malis, vita bonis: vide paris sumptiónis, quam sit dispar éxitus. Es muerte para los pecadores y vida para los justos: mira cómo un mismo alimento tiene efectos tan contrarios.
20. Fracto demum Sacraménto, ne vacilles, sed meménto, tantum esse sub fragménto, quantum toto tégitur. Cuando se parte la hostia: no vaciles: recuerda que en cada fragmento está Cristo todo entero.
21. Nulla rei fit scisúra: signi tantum fit fractúra: qua nec status nec statúra, signáti minúitur. Ninguna division se hace a esta realidad (del Cuerpo todo entero en cada parte): solamente se hace un signo de fractura, que no altera ni el estado ni la estatura (del Cuerpo de Cristo).
22. Ecce panis Angelórum, factus cibus viatórum: vere panis filiórum, non mitténdus cánibus. Este es el pan de los Ángeles, convertido en alimento de los peregrinos: es el verdadero pan de los hijos, que no debe tirarse a los perros.
23. In figuris praesignátur, cum Isaac immolatur: Agnus Paschae deputátur: datur manna pátribus. Por varias figuras ha sido profetizado: (por ejemplo) en Isaac es inmolado; se lo ve en el Cordero Pascual, y cuando es dado como maná a nuestros padres.
24. Bone pastor pannis vere, Jesu nostri miserére: tu nos pasce, nos tuére: tu nos bona fac vidére in terra vivéntium. ¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero, oh Jesús nuestro, ten misericordia de nosotros!: ¡apaciéntanos y cuídanos; y haznos contemplar los bienes verdaderos en la tierra de los vivientes!!!.
25. Tu qui cuncta scis et vales, qui nos pascis hic mortáles: tuos ibi comensales, coherédes et sodales fac sanctórum cívium. Amen. Allelúia. ¡Tú que sabes todo, y todo lo puedes, tú quien a los mortales nos apacientas, haznos tus invitados, herederos y compañeros con los Santos del cielo!. Amen, aleluya.
Preséntame a los habitantes de todos esos planetas de todas esas galaxias y ya no digo multiversos ( porque me descojono, claro) y entonces podré empezar a creer que el derroche en la Creación no está hecho para el hombre en exclusiva.
Mientras tanto todas tus hipótesis no valen nada.
Realmente la Iglesia Católica va a perder la verdad por acercarse al protestantismo? Yo debo ser una pésima católica ,realmente lo soy. Rezaba el Credo pero jamás me preocupó la resurrección de la carne y comulgué toda mi infancia disfrutando de su rico sabor y hoy en día no niego el misterio y transformación pero me resulta difícil comprenderlo y, pero Jesús en vos confío.
Sin promesa: leeré el artículo que recomienda; pero Vd., amigo bloguer, tiene que prometer CONTENCIÖN, porque en este artículo ce comporta muy borde. juanestella.
Para Joaquín y Luis. Que la teología se sirva de conceptos (algunos de ellos acuñados «ad hoc») de la filosofía aristotélica no significa que no sean ciertos. ¿Por qué quiere sustituir «sustancia»? ¿O sencillamente cóno no entiendo el concepto lo niego, como Marcuse o Habermas? Eso sí ellos andan todavía buscando una metafísica que explique el último ser de las cosas, todos menos, desde su marxismo, reconocer la trascendencia. Lo que si hacen es inventar un constructo indigerible para negar lo que no les gusta, no lo que no es? El mito de la dogmática y la filosofia, está ya superado ¿o los avances científicos han superado el teorema de Pitágoras porque es antiguo y además «griego»? ¡Déjese del manido modernismo filosófico tan en boga en muchas universidades mal llamadas católicas, cuando su nombre debería ser caóticas, que quieren deconstruir todo para quedarse en la nada.
En cuanto a Luis, repase un poco más la física actual, no la de principios del siglo XX y entre de verdad en el XXI de que vd. presume. ¿Sabemos de qué está finalmente compuesto el universo? ¿Lo material es absolutamente real o hay que pensar en términos de energía, antimateria, física cuántica, etc.? ¿Y Quién está detrás de todo esto? Porque si Dios existe (sólo los poco formados o malvados son ateos, hoy ya no se lleva, se puede ser agnóstico pero ¿ateo profundizando en la ciencia moderna?). Dios hace lo que cree oportuno con su creación y cambia aquello que quiere porque es el Dueño de la física; cambia una cosa en otra a su placer y para sus hijos ¿Tampoco cree en los milagros de multiplación de materia hechos por Cristo y por los santos, estos últimos muchos de ellos documentados hodiernamente? Entramos en otro mundo que no conocemos y lo que debería hacer tal vez, con el gran Newton, es creer. Ya que hoy es día de los fieles difuntos supongo que vd. conoce como él resolvió con una física simple el problema , que entonces parecía insoluble (hoy ya cientificamente y en biología lo vemos más fácil), de la resurrección de los cuerpos: le dijo a uno que ponía en duda esa posiblidad que mezclara unas limaduras de hiero con un puñado de tierra, «sepárelas ahora», imposible le contestó el otro. Cogió un imán y en un instante quedaron separadas, y le dijo al incrédulo: «Aquél que ha dado tal fuerza a la materia ¿no tendrá poder para hacer , como sólo El sabe, que resuciten los cuerpos?» Si tiene buena voluntad, pida la fe en este sublime Misterio de Amor.
Suscribo el artículo ce por be.Lo diré en la más hermosa de las lenguas, el latín: «ad pedem litterae».
Alex: no creo ser más listo que nuestros padres en la Fe. Pero no me parece que haga falta practicar nuestra Fe como en el siglo XIX para mantenerse católico. El comentario al que respondo no deja margen: «para ser católico de verdad hay que ser tradicionalista». Que la Iglesia depende del Evangelio y la Tradición que brota de él lo tengo de sobra asumido.
Les recomiendo vivamente un artículo sobre el modernismo filosófico.
http://www.statveritas.com.ar/Varios/El_Modernismo_filosofico(Jose_Miguel_Gambra).pdf
http://movil.religionenlibertad.com/articulo_rel.asp?idarticulo=49101
http://turismo.comarcadedaroca.com/Corporales_de_Daroca.htm
blogguer, un troll ateo puede venir a soltar sus paridas en un blog católico?
al luterano joaquin hay que explicarle que la transubstanciacion es un DOGMA DE FE proclamado por la iglesia en 12015 en el concilio de letran (1215), y quien niegue dicho dogma es un hereje y por ende no es católico de ninguna manera. por ende la la transubstancion no es una simple palabra que hace parte de esa mal llamada palabrería escolástica, sino que es un concepto que abarca en si mismo la fe de la iglesia en la eucaristía; que una vez pronunciadas las palabras consagratorias por el ministro celebrante durante la misa, el pan y el vino, solamente manteniendo su aspecto físico, se transforman en el CUERPO y SANGRE de nuestro SEÑOR JESUCRISTO. por cierto, en la biblia no aparecen palabras como TRINIDAD o ENCARNACIÓN y sin embargo a ningún católico se le ocurriría negar los dogmas de la trinidad y de la encarnación.
Soy un pecador, no tengo formación teológica y muy poca filosófica, pero creo que Jesucristo es Dios y que su cuerpo y sangre están en la sagrada hostia consagrada.
Esto lo creo por la Iglesia, mi familia y sobre todo por gracia inmerecida de Dios.
El que lo niegue o lo eluda en la Iglesia es un hereje.
Credo del Pueblo de Dios, de Pablo VI:
En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente transustanciación. Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino.
SR, pues sí. Le guste o no la palabra, tradición define bien nuestra fe, pues es la misma desde hace dos mil años y nuestro cometido es transmitirla íntegra a las futuras generaciones. Todo lo que inventemos, porque ahora somos más listos que aquellos pobres antiguos, tontitos ellos, será adulteración. Ya sabe que pensar que la verdad evoluciona es modernismo, la peor de las herejías.
USOZ, según usted la única manera de no perder la fe es ser tradicionalista. Simplemente, está usted errado.
Usted confunde sustancia con desagregación de la materia. Si se descompone químicamente un cuerpo pierde su sustancia y pasa a ser otra sustancia (agua-> hidrógeno + oxígeno). Si se recogen los elementos y se vuelven a unir no necesariamente se recupera la sustancia original. El día que consiga que la materia orgánica viva sometida a un proceso de combustión pueda recuperar sus estado original nos lo dice. La suma de componentes no da lugar a una nueva sustancia.
En cualquier caso, éste no es el modo de aproximarse racionalmente a lo que ocurre en la Consagración. Así que sería interesante que nos hablara de la «superación» por la Física del concepto sustancia.
Negar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es negar la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. No lo digo por hacer una equivalencia entre la unión hipostática en la persona de Cristo y lo que ocurre en la consagración. Lo digo porque Sus palabras son inequívocas en la zarza ardiendo sin consumirse, en la última cena y ante el sanedrín. A nadie se le ocurre negar Su presencia en la zarza y menos aún confundir al Creador con lo creado. Lo real es la presencia de Dios en la zarza, lo simbólico de la realidad de la ira divina es la zarza que arde sin consumirse. Lo real es la presencia de Dios en el pan, lo simbólico de la realidad del alimento divino es el pan consagrado.
«Visus, tactus, gustus in te fallitur, sed auditu solo tuto creditur. Credo quidquid dixit Dei Filius: Nil hoc verbo Veritatis verius»
Aún no se lo he oído a Francisco este vocablo. Si me equivoco, corregidme. No es lo mismo transubstanciación que transfinalización o transignificación. El acercamiento a los herejes es con la Verdad, no con las componendas. Las traiciones a Jesucristo se pagan con un notable descenso de fieles y de la práctica cristiana.
Paco Pepe, me gusta más cuando escribes «cabreado» que cuando te muestras tan prudente. ¡Ya está bien! ¡¡¡¡¡¡¡A ver si ahora, para caer bien a luteranos, masones y demás ralea, hay que decir que todo es un símbolo, una comida de amigos que cuidan del planeta!!!!!!
Joaquín: La palabra es lo de menos, lo importante es lo que significa. Transubstanciación lo expresa en mi opinión muy bien, El pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la sangre de Cristo. Misterio misterioso donde los haya pero base de nuestra fe. ¿Qué mañana alguien se inventa otra palabra que diga lo mismo o incluso mejor? Pues vale. Pero reducciones, para mí ni una.
Gracias, D. Francisco José, y gracias, Luis.
Sois de los escasísimos consuelos humanos que nos quedan a los que andamos pensando si, despúes de todo, no habremos errado al depositar nuestra fe en la Iglesia católica.
Creo que hoy día sólo hay una posibilidad de seguir siendo católico: ser tradicionalista, es decir: reconocer, por fin, que algo terrible está pasando en la Iglesia de nuestros amores, y que esa cosa terrible empezó hace poco más de medio siglo, aunque se gestara con anterioridad…, evitando, eso sí, a los lunáticos que abundan en tal campo y de los que alguno aparece por este foro…
Y si esta vía no existiera, pues tendríamos que examinar nuevamente las pretensiones de la Ortodoxia o del protestantismo, el de verdad, no esa cosa con la que el Papa tanto simpatiza…
Y es que esta pesadilla del catolicismo modernista y progresista, este retorno a los años 70, nada tiene que ver con la verdadera fe cristiana…
Joaquín, váyase al carajo.
«Si se le quita la Transustanciación a la Misa… Esta palabra es de una importancia capital, porque al suprimirla se omite la presencia real y deja, por tanto, de haber víctima. ¡No dejes de emplear esa palabra! ¡Transubstanciación! Los niños no la entenderán y tú tampoco, pero no importa: ¡Empléala! ¡Empléala! No sólo molesta a los nuevos herejes… Al que molesta mucho más es al demonio.»
(San Josemaría Escrivá de Balaguer, Tertulia 16-VI-1971)
La Iglesia se las apañó durante más de un milenio sin la palabra «transubstanciación». El concepto de «sustancia» está más que superado por los avances de la física moderna. Y tampoco aparece para nada en la Biblia, ni lo usan los Padres de la Iglesia hasta el siglo IV, y aun entonces no tiene en ellos un sentido unívoco. Descartemos de una vez toda esa palabrería escolástica que nada dice, y que de hecho se ideó para replicar a los que negaban la fe usando la filosofía aristotélica.