LA PARÁBOLA DEL PERRO
Mi querido amigo oriental, el p. Horacio Bojorge S.J. nos regaló un librito precioso, “La Parábola del Perro”; el autor vive en Montevideo, pero maneja muy bien el lenguaje gauchesco, vigente todavía en ambas márgenes del río de la Plata. Dicho sacerdote es uno de los tres socios honorarios del INFIP junto a Juan Antonio Widow y el P. Alfredo Sáenz.
La parábola es una larga comparación en verso de la actitud de un perro hacia su amo, a veces gruñón y avaro, con la que tenemos nosotros con Dios, que nos ha creado, nos mantiene en el ser, nos invita a compartir su reino y nos castiga como ese padre bueno que al corregir a su hijo siente más dolor que el castigado y así en palabras de el más grande jurista italiano del siglo XX, Francesco Carnelutti, alcanza la cumbre del amor.
Como estoy en San Joaquín, bien acompañado, con el sabio vecino, Omar Esnal, el encargado Oscar Figueroa, su ayudante el robusto Coco Ducca y el ex encargado Cacho Uriarte, el primero y el último que vinieron para la factura, no precisamente la de las panaderías, el clima no puede ser mejor y ayuda a encarar el comentario de la parábola, que se desarrolla en una introducción y seis capítulos
En la introducción, el autor pide a los lectores que
“levanten el pensamiento
Y escuchando mi canción
oigan en su corazón
y graben en su recuerdo
la parábola del perro
pues es un cuento de Dios…
¡Que los cielos me presten atención
y que la tierra pare bien la oreja!
Porque ante el tribunal de la creación
viene Dios mismo a presentar su queja.
Hijos crie. Les di una posición.
Pero me salieron mal agradecidos.
Ellos me deben todo
¡Y me tratan como un desconocido!
Oyéndolo al profeta me recuerdo
de aquel sermón del cura Cayetano
basado en la parábola del perro
y en como se comporta con su amo.
“La primera oración es de presencia” empieza así:
Lo primero es que un perro, no menea
su cola ante un concepto o una idea…
A Dios nadie le pone la correa
ni puede atarlo a su opinión mezquina
como quien saca al perro y lo pasea
– ¡de ida y vuelta no más- hasta la esquina!
El punto es capital. Por eso insisto.
el Dios vivo, el Dios real -no imaginario-
el Dios tal como es y se ha mostrado
y está presente hoy es Jesucristo
en su existencia de resucitado.
“Otra forma de orar es en reposo” nos dice que:
El alma que disfruta de este estado
es un alma alejada del pecado,
a quien Dios no reprocha alguna ofensa
y tiene un corazón reconciliado.
Y echada -en oración tan levantada
como le enseña el perro con su arte-
el alma que “eligió la mejor parte”
halla todo en Jesús. Y sin Él, nada.
En este estilo hablaba Cayetano
para arriar hacia Dios su lenta grey
de fieles remolones, de cristianos
Ignorantes, ariscos o sin ley.
En “El perro adora y pide de rodillas”, al autor nos muestra algo muy interesante:
Observemos al perro cuando espera.
Decimos que se sienta o que se acuchilla
porque se apoya en sus asentaderas.
Pero también -si bien se considera-
podemos afirmar que se arrodilla.
Reparen bien -si no- y observarán
que el hombre cae en actitud orante
doblando la rodilla hacia delante,
pero el perro las dobla para atrás.
Y así cuando se sienta se arrodilla
sin distinguir reclinatorio o silla.
En “de como obrar mirando y sin palabras”, el P. Bojorge sostiene que el inocente no necesita hablar y escribe:
No es que al perro “le falte solo hablar”
como suele decirse vulgarmente.
Lo que pasa es que el perro es inocente,
y el inocente no precisa hablar…
Tener que hablar fue efecto del pecado:
Adán habló porque temió la ira.
Y Dios habló porque quedar callado
era entregarlo a Adán a la mentira.
Después habla de las oraciones, de la plegaria de la mirada como respuesta a nuestro Dios que nos habló con su mirada porque:
Así mira Jesús, así María
y el mismo Jesús así se lo ha enseñado
el Espíritu Santo se lo inspira,
al corazón del fiel purificado.
Pero, como escribe el autor, esas gracias místicas, infusas, no las tiene a mano ni las usa, la generalidad de los creyentes, a muchos les importa un pito porque no están para oraciones exquisitas.
Como me dijo uno. “Padrecito
el modo de rezar que necesito
es uno fácil… y que traiga guita
yo le dije: “Hijo mío si existiera,
o si yo conociera esa receta:
¿tendría necesidad de hacer colectas
¿Para ver si arreglamos las goteras?
pero ya que me pides un consejo:
tú empieza a rezar, porque al que empieza
¡Mira que te lo dice un cura viejo!
a veces, Dios le cambia la cabeza.
En “Dios no precisa que le den la lata”
nos aconseja a todos, pero en especial a mujeres beatonas que multiplican las oraciones verbales, en plegarias inflacionarias.
¡Que equivocado está el que se imagina
¡Que Dios precisa que le den la lata!
Nuestra oración es tanto más divina
y le resulta tanto más grata,
cuando el orante ahorrando peroratas,
confía en que Dios ya sabe y adivina
hasta sus pensamientos más secretos.
Y en que -Padre amoroso- en sus decretos
todo lo que sucede lo encamina
hacia el bien de sus hijos predilectos.
En el último de los pequeños capítulos titulado “De que puede extraviarnos la lujuria”, aparece el cura Cayetano envistiendo contra ese pecado y vicio capital, que nos esclaviza y nos aleja de Dios. Y se pregunta:
¿Qué es la lujuria? Es la pasión carnal
¿quién no la sufre, aunque le suene mal?
Dice san Pablo: peca contra un templo
el lujurioso, pues profana el cuerpo.
Nuestro cuerpo, queridos feligreses
es instrumento de la unión con Dios.
Con él servimos a sus intereses
desde él elevamos nuestras preces,
con él oímos su divina Voz,
con él Lo vemos donde aparece.
¡Que diría hoy el cura Cayetano ante el espectáculo de París, síntesis de lujuria y blasfemia en grado sumo! ¿qué diría del ominoso silencio vaticano? Lo imaginamos.
Estancia San Joaquín, San Serapio de Azul, 2 de agosto de 2024. Bernardino Montejano