Periódicamente algunos lectores vuelven a tachar de neocones a católicos activos y ejemplares mientras que a ellos nadie les ha visto dar un palo al agua. Su única actividad eclesial es atizar leña a los neocones desde un pretendida torre de marfil que ni es torre ni es nada. En la Iglesia son menos que la cagarruta de una mosca anoréxica pero se las dan de depositarios de las más puras esencias de la religión católica que no son más que fundamentalismos mal digeridos que trastornan cualquier capacidad de raciocinio al tiempo que han conseguido con ello adquirir una soberbia a la que sus limitaciones hacen todavía más ridícula. No son nadie, no representan a nadie, no les sigue nadie pero ahí les tenéis encaramados al ridículo, excomulgando a todo aquel que no piense como ellos, que da la casualidad que son el 99,9999% de la Iglesia, y teniendo por sus peores enemigos a los neocones, que hacen por ella infinitamente más que todos ellos juntos. Que por otra parte son poquísimos. La murga de la misa tradicional, única verdadera, legítima y santa, que han conseguido hacer aborrecible a muchos desde su soberbia pretensión descalificadora. Su exquisito purismo que les lleva a desconfiar de cuestiones absolutamente irrelevantes como la tela de los hábitos. Y no digamos ya de cualquier novedad en la Iglesia como pueden ser un movimiento o una congregación a los que inmediatamente se les encuentran mil maldades y ni una sola bondad. Me parecen tan miserables, tan felices por los fracasos «neocones», tan avinagrados ante los éxitos que los mismos puedan tener, tan sujetos de odios y rechazos al tiempo que tan ajenos a compartir alegrías y acogidas que pienso que en verdad la soberbia les ha secado el alma que por no amar a nadie han dejado hasta de amar a Dios. No os hablo por resentimiento propio. A mí me han llamado muchas cosas, lo que me trae sin cuidado, pero muy poco neocón. Pero veo que, inútiles en el proselitismo, porque no atraen a nadie, personalmente sobre esa palabra, y algunas otras, mi diccionario no es argentino, y especialistas en expulsar hasta al Espíritu Santo, pretenden insultar con la palabreja de marras a bonísimos católicos que no han hecho otra cosa que amar a la Iglesia y combatir por ella. Si hasta monseñor Fellay y su Fraternidad son para algunos de estos unos neocones que han traicionado las más puras esencias de no se sabe qué. Pues que con su pan se lo coman. Yo en esa salsa, ni mojar para prueba. Ya he he probado suficiente. Y me sabe muy mal.
La murga del neoconismo
| 07 abril, 2016