En la parroquia de San Cristóbal creo en la que hace unos años se llamaba Ciudad Pegaso. Templo muy amplio que igual se construyó con ayuda del Gobierno del tan anticatólico General Franco. No lo sé pero es posible.
Un fresco en la cabecera me pareció espantoso pero como apenas lo sacaron las cámaras no lo pude confirmar.
Celebró la misa el cardenal arzobispo de Madrid, con dos vicarios, el que empieza a ser omnipresente Josito y el de la zona y dos sacerdotes, el párroco y otro. Los vicarios descamisados y los curas con alzacuello. El diácono permanente, bien.
Don Carlos celebra misa dignísimamente y su homilía fue francamente buena. Con mención siempre bien traída al día del tráfico que hoy se celebraba. A este paso tendremos el día del jamón de Jabugo, de las mariposas y hasta de los mariposos y del fútbol. Fue leída, con desviaciones del texto, al menos aparentes, y sin ese tono monótono de algunos lectores. No falta quien le achaca excesos de francisquismo. Hoy ninguno. Excelente homilía.
El altar preciosamente adornado de flores y con el crucifijo sobre la mesa. El coro, juvenil, numerosísimo y nada tachunda. Su director, jovencísimo, se acompañaba de un armonio y todo sonaba muy bien. Nada chirriante. Asombroso. Además había monaguillos impecablemente vestidos de tales. Esa parroquia funciona.
La comunión mayoritariamente en la mano pero no vi que nadie lo hiciera mal. También unos cuantos en la boca. Todos están en su derecho.
Sorprendente que tras la consagración sonara la marcha real. Que Josito oyó con cara de palo. Lo que no sé es si es su rostro habitual o si se lo produjo la música. No soy experto en Josito. Aunque sí puedo decir que el alzacuello no es lo suyo.
Pues mi felicitación a esa parroquia. A Don Carlos no voy a hacerlo porque esa es su presencia habitual.