Se celebró en la bellísima catedral de Tarazona que es la joya de una hermosa ciudad monumental situada a los pies del Moncayo. Tras unas muy largas obras de restauración vuelve a estar abierta al culto y recomiendo a todos la visita de la ciudad y en ella, sobre todo, de la catedral. Merece la pena el viaje. Se puede además comer muy bien y los vinos aragoneses son excelentes.
La celebró el obispo de la diócesis presidiendo un grupo de sacerdotes todos muy mayores. Obispo y clero. El obispo, Eusebio Hernández Sola es un navarro agustino recoleto de 74 años que el próximo 20 de julio, dentro de menos de diez meses, presentará su renuncia al Papa. Supongo que se la aceptarán a fines de ese año o en el 2020.
Celebraban los cuatrocientos años de una cofradía, que ya son años, y el obispo leyó una homilía muy cofrade y muy aceptable. Entró y salió procesionalmente bendiciendo a su pueblo y acompañando el gesto con una sonrisa. Y pásmense ustedes, entre todos los bendecidos vi que una mujer se santiguaba. Mis felicitaciones a esa desconocida señora.
El coro, femenino, de la parroquia de la Magdalena que es la titular junto a un Cristo de la cofradía cuatricentenaria, también mayor pero muy aceptable. Había guitarras, hasta una bandurria, pero no fue un espanto tachunda chunda.
En la cofradía muchas edades. Hasta niños. Eso hoy está vivo.
La comunión muy mayoritariamente en la mano.
Si, don Francisco, terriblemente mayores, pues el Obispo era el celebrante más joven o el segundo. En la segunda fila de sacerdotes parecía haber uno algo más joven, desconocido, quizá agustino recoleto de la casa-noviciado que tienen en la vecina, pero navarra, por tanto extradiocesana, localidad de Monteagudo. Los otros tres de la segunda fila, tres estupendos sacerdotes, son nonagenarios o inmediatos y uno de ellos ha estado activo como muy esforzado y querido párroco de Illueca hasta hace escasos diez días. Los cuatro concelebrantes de la primera fila, eran octogenarios y algunos, como el Deán, en activo. Y es que esta diócesis pobre y rabiosamente rural ha estado castigada desde hace 50 años a partes iguales por la despoblación (solo Calatayud, con 20.000 habitantes, y Tarazona, con poco más de 10.500, tienen una cierta entidad urbana; les siguen Borja con unos 5.000 y solo otros 8 o 10 pueblos de poco más de 1.000 habitantes; un ciento de pueblos con menos de 500 entre los que son frecuentes los de menos de 200) y por el progresismo clerical (como todo Aragón, salvo Teruel), algunos de cuyos más preclaros representantes todavía siguen campando a sus anchas y con mando a pesar de que hace años se entretuvieron en hacerle la puñeta a don Carmelo y a don Demetrio , ambos dos estupendos obispos con los que fuimos bendecidos; aun cuando el resultado de sus pontificados haya sido finalmente por esa razón muy escaso. Es justo decir que el mérito de la restauración de la Catedral tiene sobre todo un nombre, Monseñor Carmelo Borobia Isasa, sin el cual no se hubiera logrado. De la misma manera que el gran esfuerzo de don Demetrio Fernández fue nada más llegar la reapertura del seminario propio como «corazón de la diócesis» y afiliado a San Dámaso, aunque luego el actual obispo decidiese volverlo a cerrar al considerar, quizá con razón, que era gravoso y difícil su sostenimiento.