LA LEY DEL “FOMES”
El “fomes” que es ley entre los animales, en el hombre, es desviación de la ley de la razón. La Liturgia de las horas de hoy nos regala un texto muy importante de San Pablo, quien en su Epístola a los Romanos escribe: “siento otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón” Esta ley, es aquella que Santo Tomás llama del “fomes”.
Sin embargo, el “fomes” la ley de los miembros, propia de los animales irracionales, no lo es para el hombre, porque para él existe “una ley impuesta por Dios y conforme a la naturaleza humana: la de obrar conforme a su razón”.
Por eso, cuánto más lejos se encuentre el hombre de la razón, más cerca estará de la irracionalidad de las bestias.
La ley de los miembros que repugna a la ley de la mente, la inclinación hacia el desorden, ¿es algo necesario? o ¿puede el hombre ajustarse a las prescripciones de la ley natural moral y obtener un bien arduo?
Este bien conforme a la razón se conquista cuando lo difícil obtiene la victoria; como decía José Antonio Primo de Rivera, “toda existencia humana, de individuo o de pueblo, es una pugna trágica entre lo espontáneo y lo difícil”. Y la libertad es el medio para conquistar el bien racional, arduo, difícil.
Hoy, vivimos bajo la tiranía de lo espontáneo y de la libertad negativa. Esta es la razón por la cual podemos descender cada vez más.
Aristóteles nos enseña (cito de memoria) que el hombre es el mejor de los animales, pero si está apartado de la ley y de la razón, es el peor de todos ellos.
Todos los días comprobamos que existen hombres (varones y mujeres) con una perversidad ajena a los animales más sanguinarios.
Y también todos los días ingresamos en una batalla, en la cual el bien y el mal se cruzan invisibles aceros; y como señala Leopoldo Marechal “basta el peso ladrón de una bolsa de azúcar para que llore un ángel y ría un demonio”.
Esos aceros también se cruzan en nuestro interior y San Pablo lo reconoce: “No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero”, cuando en la ejecución de algo se esfuman nuestros buenos propósitos.
Esta lucha no podemos afrontarla solos, necesitamos la ayuda de la gracia divina para enfrentarla con éxito; Saint-Exupéry, ilustra esta necesidad con una hermosa comparación: “No es suficiente podar en el corazón del hombre para salvarlo: es necesario que la gracia le toque. No es necesario podar el árbol para que florezca: es necesario que la primavera se ocupe de él” (Écrits, p. 1939).
Dios quiera acompañarnos con su gracia en nuestros combates de todos los días. Amén.
Estancia San Joaquín, Azul, enero 13 de 2024.
Bernardino Montejano
Excelente reflexión, aunque me queda la duda de quién es el autor, pues aparece uno al principio, y otro al final.
Gracias por la cita de José Antonio Primo de Rivera, un gran pensador católico español, tal olvidado y minusvalorado.
¡Y, desgraciadamente, muchas de sus páginas son de rabiosa actualidad, pues vamos camino de reepetir la guerra civil!
El pecado no condena, para ello esta la misericordia.
Condena el negarlo, porque impide el arrepentimiento que es la forma más humana del amor a Dios.
Preciosa comparación entre la gracia y la primavera.