LA JUSTA DISTRIBUCIÓN DEL PODER
Sigo, como en las dos notas anteriores, la arquía y las leyes justas, desarrollando el pensamiento de Brunner y recuerdo que, en él, la construcción de la justicia temporal tenía cuatro escalones: la arquía, las leyes generales, las leyes justas y la justa distribución del poder.
Hoy, trataré de encarar la cuarta y en el punto de partida se abren dos posibilidades: la de una construcción orgánica, como en Aristóteles y sus seguidores, que parte de los grupos infrapolíticos, comenzando por la familia y la mecánica, que parte del individuo aislado, como en Hobbes y sus seguidores, lo cual no quiere decir que los atomistas empiecen con el médico inglés ya que existen antecedentes desde la antigüedad.
La construcción orgánica considera a la sociedad política una sociedad de sociedades, dentro de la cual existen y obran los grupos infrapolíticos: la familia, los municipios, las provincias, las regiones, las corporaciones profesionales, educativas como colegios y universidades, económicas como las empresas privadas, culturales, deportivas, etcétera. Esos grupos tienen sus ámbitos de acción, sus competencias, sus libertades concretas.
La construcción mecánica considera solo al individuo, que se manifiesta como tal el día de las elecciones. Para nada se tiene en cuenta su papel en los grupos infrapolíticos; un hombre es un voto: el ciudadano es elector. Basta un voto para desequilibrar la balanza electoral. Es el régimen democrático que padecemos en tantos países como la Argentina y que los poderes mundialistas quieren imponer en todo el orbe prescindiendo de tradiciones, costumbres y usos vernáculos. Es una receta democratista a la cual, los cultores consagran como una nueva religión civil, una forma no ya política electoral, sino de vida, porque con ella no solo se vota, sino que también se come, se educa, se cura, como afirmaba el restaurador de ella en la Argentina y para concluir sin indigestarnos… se elimina lo que se comió; para decirlo en términos elegantes, se defeca y en los términos groseros de nuestros líderes, perdón lectores, se caga.
El pensamiento político de Brunner aboga para alcanzar la justa distribución del poder por en Estado federal. Un Estado que “debe intervenir solamente cuando los individuos, las familias, los grupos sociales libres, la Iglesia y las comunas no pueden bastarse a sí para llevar a cabo sus tareas. Toda justicia creada por el Estado es solo un auxilio en caso de necesidad, un sustituto para la justicia que la sociedad debiera crear por sí misma… cuanto mayor sea la falla de las fuerzas éticas de la sociedad, mayor será el número de tareas que el Estado tendrá que emprender, tanto más extenso será el campo de la justicia estatal coercitiva” (La justicia, citado, p.254).
El Estado “necesita poder para cumplir su tarea de establecer paz, orden y justicia entre los hombres que no estarían dispuestos o no serían capaces de ser pacíficos y justos sino fuesen forzados a ello” (p. 262).
Pero el poder del Estado debe tener sus límites y allí Brunner recuerda un principio político fundamental: “Para la soberbia hay tan solo una salvación: el temor de Dios” (p. 264).
De vuelta a la sufriente Argentina, tenemos un gobierno nuevo que busca restaurar la arquía o sea superar el estado de anarquía heredada en el cual piqueteros, delincuentes y sicarios, reinan en las calles y las rutas. Los primeros, impiden la libre circulación; los últimos, matan y roban.
Por descontado doy que intentará gobernar mediante leyes generales y espero que pueda derogar algunas leyes generales injustas que perturban la vida moral y jurídica del país.
Respecto a la justa distribución del poder lo óptimo que podría lograrse es terminar con la partidocracia y limitar el monopolio de los partidos. Permitir que en las elecciones municipales se presente cualquier vecino que no tenga antecedentes penales. Reducir el número de concejales y diputados. Eliminar el tercer senador, invento de la negociación entre Menem y Alfonsín. Instaurar el sufragio familiar propuesto por mi profesor de Derecho Constitucional, Martín Aberg Cobo: que el padre y la madre tengan un voto plural, uno por cada hijo varón el padre; uno por cada hija mujer la madre, mientras sean menores y estén sujetos a la patria potestad. Con este sistema todos los argentinos estarán representados.
Bernardino Montejano