| 04 noviembre, 2023
Y no digamos ya a todos, todos y todos.
¿A los necios? ¡A los malvados? ¿A los pederastas? ¿A los rufianes? ¿A los embaucadores?
¿Y escucharles para qué?
¿Por la inmensa estupidez de escuchar sin sentido, sin finalidad, por hacer del oír cosas, por necias que sean, el objeto de nuestras vidas?
¡Amos vete, salmonete!
Jesucristo, en su vida en esta tierra, sólo escuchó peticiones y preguntas. No nos consta que escuchase a los memos ni a los sabios que en su tiempo había.
Yo no escucho a idiotas y, si Dios me castiga por ello, aceptaré encantado el castigo.
De memoria, me parece que hay diversas advertencias en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, de que no hay que oír a dos tipos de personas, como mínimo:
1. los necios
2. los malvados