LA HISPANIDAD ¡PRESENTE!
En un mitin electoral, Trump preguntó a los asistentes: ¿cómo quiere que les llame: latinos o hispanos? La multitud respondió con entusiasmo y convicción: ¡Hispanos!, porque la hispanidad dijo presente en esta jornada que mucho más allá de la ocasional derrota demócrata y de la victoria republicana, fue un plebiscito para que Estados Unidos se sacuda tanta porquería que lo agobia y sea para adelante un claro defensor del orden natural y cristiano.
Porque Harris quería acabar con los últimos jirones de la cultura y civilización, que nacen en América cuando Colón pisó la arena caribe, en la cual reverberaba el sol. Como escribe Pablo Antonio Cuadra, “el quebrantamiento de la tradición hispana trae a América el retorno al canibalismo” (Breviario Imperial, Cultura Española, 1965).
Con Kamala Harris y su promoción del aborto indiscriminado, pues negó humanidad a los nasciturus, estábamos de vuelta con los mayas, quienes, como escribe Cristián Rodrigo Iturralde, “llegaron a ser casi tan desalmados como los aztecas, aunque con la particularidad de que la mayor parte de los sacrificados a los dioses eran niños”, en “1492 Fin de la Barbarie, Comienzo de la Civilización en América”, (Buen Combate, Buenos Aires, 2014, T. I, p. 190).
Esa multitud descartó el llamarse “latinos”. no por desprecio al latín venerable, elemento clave de nuestro acervo cultural, ni a la herencia tan rica de Roma, sino como repudio a la invención francesa y anglosajona de una latinoamérica que no existe.
El término “hispanidad” fue obra de monseñor Zacarías de Vizcarra para distinguir a un conjunto de pueblos de estirpe y cultura hispánicas diseminados por los cinco continentes del resto de los países del mundo, porque como escribe Ramiro de Maeztu, la Hispanidad está compuesta por hombres de las razas blanca, negra, india y malaya y sus combinaciones y sería absurdo buscar sus caracteres por los métodos de la etnografía” (Defensa de la Hispanidad, Poblet, Buenos Aires, 1952, p. 22).
La hispanidad es pasado, presente y futuro. Como expresa con legítimo orgullo Carlos Obligado en su poema “Patria”
“Clame la patria frente al mundo acerbo:
en fe cristiana y verbo castellano
tengo dos veces heredado el Verbo.
Y no será, por mi ventura, en vano
Que así atesore certitud divina
E incomparable patrimonio humano” (Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires, 1943, p. 199.
El papa Pío XII recuerda los tiempos fundacionales y afirma: “Era la hora de Dios, cuando en la cofa más alta la nave campeaba siempre una Cruz y cuando junto al descubridor no faltaba nunca el misionero. Vocación heroica y providencial de una estirpe, a la que ella supo tan de generosamente corresponder” (Discurso del 17/11/1955), en Terradas Soler, Juan, Una epopeya misionera, Epesa, Madrid, 1962, p 224)
La conquista tuvo un claro sentido misional brindar a los naturales la posibilidad de liberarse de los ídolos y transitar su camino hacia la salvación, hacerlos partícipes de esa dicha de la cual nos habla san Juan de la Cruz:
“Dichosa venturosa
El alma que a su Dios tiene presente;
¡oh, mil veces dichosa!
pues bebe de una fuente
que no se ha de agotar eternamente” (Poesías XXI, 34, Madrid, 1928).
Ante esta grandeza, aparece la miseria de la leyenda negra, la cual, denuncia “Las grandes pasiones de los conquistadores: la sed del oro y el proselitismo religioso (“ conf. Terradas Soler, ob. cit., p. 68).
Y como si fuera poco hoy en muchas iglesias de nuestra ciudad apóstata, cantan los curas resentidos o tercer mundanos, “Pescador de hombres” obra de un conocido pedófilo llamado “cazador de niños”, pues abusaba de ellos en su despacho escolar: “No has buscado a sabios ni a ricos, en mi barca no hay oro ni espadas” o sea leyenda negra, más desprecio de la espada, que muchas veces abrió el camino para la Cruz.
Esa Cruz que identificó a la llamada por el añorado Francisco Elías de Tejada “Pequeña Cristiandad Hispánica” continuadora y heredera en tiempos renacentistas de los ideales de la gran Cristiandad Medieval.
Esa nueva cristiandad estuvo presente en los tiempos fundacionales de América del Norte y los nombres de muchas ciudades y pueblos lo muestran hoy, sobre todo en el Oeste del país: San Francisco, Santa Rosa, Los Ángeles, Santa María, Sacramento, Santa Bárbara, San Bernardino, Santa Ana, San José y tantas iglesias y conventos erigidos por los misioneros prueban su hispanidad.
Dios quiera que todas estas raíces, en un clima más propicio, vuelvan a florecer.
Buenos Aires, noviembre 7 de 2024. Bernardino Montejano