Con un clero escaso y envejecido y todavía convaleciente del fallecimiento de Javier Rodríguez Couce, uno de los pocos sacerdotes jóvenes de la misma, el presbiterio pierde ahora otro de los miembros más jóvenes de los existentes: Manuel Ares, de 53 años.
Con lo que el obispo, al que suelo apellidar podemita, lo tiene crudo. Como los podemitas. Ojalá se olvide de esas querencias que como obispo no tienen la menor salida. Un obispo hoy, con querencias de mayo del 68, tiene menos salidas que la candidatura de Ciudadanos. Llegar a Mondoñedo-Ferrol y hacer una de sus primeras visitas, naturalmente con fotografía, a Comisiones Obreras, de cuyo ejemplar catolicismo da fe toda la diócesis; avalar a un seminarista como poco discutido y que un mes después desapareció de la diócesis; ensalzar como ejemplo eclesial los tristes sucesos de Ferrol de 1972, que fueron lo que se quiera menos eclesiales, aunque hubiera algún cura mezclado en ellos, y cuando el hoy obispo debía tener dos o tres años de edad y que además son ya absolutamente ajenos a la diócesis no indican mucha cabeza en el obispo porque nada de eso va a responderle eclesialmente. Y además no les interesan nada sus carantoñas. En los años finales del franquismo la Iglesia era una tapadera y un refugio que interesaba. Hoy no la necesitan para nada. Y en el mejor de los casos pasan olímpicamente de ella.
Hay en Burgos quien dice que usted era progre y malo pero no tonto esperemos que la ordenación episcopal no le haya añadido lo que le faltaba y le haga comprender que ir de rojo y de progre en Mondoñedo es algo así como ir con los hábitos preconciliares de las Hijas de la Caridad a una playa nudista.
El martes. en Zaragoza, también falleció un sacerdote, en esta caso de 64 años de edad. Tras muchos años ejerciendo su ministerio en varias parroquias de la diócesis, fue nombrado Canónigo de las Catedrales y Delegado de Culto y Pastoral. D. Julián Díez González era miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Cercano, afable, de muy recta doctrina, celebraba con esmero en la liturgia y con profunda emoción. Reconfortaba en el sacramento de la penitencia e infundía verdadero deseo de Dios. Gracias, D. Julián. A buen seguro el Señor le habrá reconocido como el siervo bueno y fiel que ha sido y le premiará con la Pascua que no acaba. Descanse en Paz.
Don Fernando es un gran obispo y lo está demostrando.
En Murcia murió también un sacerdote de esa quinta. Recemos por su alma