Vayan ustedes a saberlo. Yo no lo sé. Pero decirse se dice.
No pongo la mano en el fuego por Holley no me la vaya a quemar pero por Wuerl, Tobin, Cupich y Farrell mucho menos porque ahí sí que estaba seguro de que me la quemaría.
La regeneración eclesial si la quieren, cosa que todavía está por ver, no diré que comienza por esos cuatro macarristas pero necesariamente los incluye. Y de ello depende en buena parte la credibilidad del proceso. ¿A ver si es que todo el escándalo eclesial venía de un cura de Astorga? ¿Y que el responsable de la universal conmoción es el obispo de aquella diócesis? Por otra parte una excelentísima persona absolutamente ajena, que se sepa, a esas historias.
Ignoro si Francisco tiene redaños, e incluso voluntad, de acabar con esta basura eclesial. Tendrá que acreditarlo. Cosa que de momento no está haciendo salvo inútiles y repetidas peticiones de perdón que no resuelven nada.
Pues el Papa verá lo que hace. Nosotros a esperar.
Siendo las acusaciones como son las de la defenestración de este obispo mucho me extraña lo de Wuerl aunque habrá que esperar a más informaciones sobre el caso.
Parece ser que a Holley se le pidió varias veces que presentara su renuncia, y, considerando su rechazo, el Papa Francisco se ha visto obligado a destituirlo. Una medida tan dura como repentina y sobre la cual, la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos no había recibido ninguna indicación vaticana.
Muy extraño todo esto.
Hoy me enteré que el sucesor de Wuerl está al caer: El tema bascula entre Tobin y McElroy.
Wuerl es un miserable integral y quien lo mantiene en su puesto (con el pomposo nombre de administrador apostólico «sine die» hasta que al señor le salga del escroto relevarlo definitivamente) otro que tal.
Pues visto lo visto en estos cinco años y medio de pontificado (barbaridad tras barbaridad, siempre mayor a la anterior), y considerando el tiempo medio que le pueda quedar, mejor que esperemos sentados.
La versión del Obispo Martin Holley sobre el Cardenal Wuerl no me parece nada creíble por varios motivos:
1. En 2012, Benedicto XVI ya se estaba planteando renunciar al pontificado, por lo que dudo mucho que en aquellas fechas pensara en nombrar un nuevo Secretario de Estado, máxime cuando el Cardenal Bertone, hombre de su entera confianza, aún no había cumplido ochenta años y estaba en perfecta forma física.
2. El Secretario de Estado suele ser un curtido diplomático de la Iglesia, o, muy excepcionalmente, alguien de la máxima confianza del Papa, como era el caso de Bertone. No creo que el Cardenal Wuerl, que no es diplomático, mereciera tantísima confianza a Benedicto.
3. Una regla no escrita, pero hasta ahora observada siempre, establece que, si el Papa no es italiano, el Secretario de Estado debe serlo, por lo que, muy difícilmente, el Papa Ratzinger pensaría en un Secretario de Estado no italiano.
Meisner presionó a Ratzinger para que se liberase de Bertone. Pero, el Papa creyó que era un subordinado leal y siguió.