LA DECADENCIA ARGENTINA

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Acción Litúrgica: Abadía de Le Barroux

LA DECADENCIA ARGENTINA

Me enteré ayer por un artículo aparecido en “La Nación” diario, que, en el año 1966, en la primera tapa de la Revista Gente figuraban como representantes de la alta cultura, tres personajes indiscutibles: el poeta Leopoldo Marechal, el pintor Raúl Soldi y el músico Alberto Ginastera. Admiro al primero y conocí al segundo, en la Iglesia de San Isidro Labrador.

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  Es verdad que ha pasado medio siglo, pero ¡cómo hemos caído! y el mismo autor se queja de la mescolanza de las figuras de los últimos tiempos, sus escándalos y frivolidades. 

Pero la decadencia es general y mucho tienen que ver en la misma, los medios de comunicación, la televisión en general, que todos los días pone su cuota de estupidez, para contribuir a la masificación y el rebajamiento de muchos argentinos.

Ya ayer, en la Misa de la Capilla pude advertir otra señal de la decadencia, en el sermón del celebrante, que reemplazó a fray Pedro, cuyas homilías siempre son preparadas, estudiadas.

El contorno, como siempre en la Misa Solemne, fue el apropiado y el canto de entrada, inequívoco:
                                                          

“Comienza el Sacrificio

Sublime del altar

Cantemos al que pronto

Su sangre no os va a dar”.

El Credo se cantó en latín, con lo cual se evitó la ambigua traducción al castellano que hemos criticado en este blog.

En el ofertorio se escuchó:
“Recibe oh Dios eterno,

la hostia inmaculada

que luego a Ti inmolada,

va a ser en este altar.

Con ella te pedimos

que aceptes nuestros dones,

son fieles corazones

que a Ti solo han de amar.

Oh Dios que reformaste

la humanidad caída,

confunde nuestra vida

con tu divinidad,

lo mismo que se mezcla

en esta ofrenda pura

el agua que es figura

de nuestra humanidad”.

En la comunión entonamos:
“Cuerpo y Sangre de Jesús, 

Pan de Vida,

 cáliz del Señor en la Eucaristía”.

Pero la homilía fue pésima, repetitiva, tediosa, que denotaba falta de preparación y que además, desaprovechó la ocasión para un jugoso comentario y su aplicación a nuestra actualidad porteña, como hizo el sábado al atardecer el párroco del Señor del Milagro. 

No vamos a exigir a los sacerdotes o frailes el estudio de la retórica para predicadores de fray Luis de Granada, aunque mal no les vendría, lo que hicimos en el Curso de Argumentación del Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos, ámbito cultural laico, pero no laicista. Pero sí, como escuchas, tenemos derecho a escuchar homilías bien preparadas con estructura, comienzo, desarrollo y final, con algo para meditar.  

Pero hoy me entero de otra novedad: hasta el sábado no tenemos Misa en la Capilla; el padre Pedro no puede o no quiere un reemplazante

Lo más grave sería si no puede conseguir otro fraile o algún otro sacerdote que celebre correctamente la Misa.

Y eso, lo digo con mucho dolor es un signo de la decadencia de los benedictinos, por lo menos, los varones, en la Argentina.

Cuando murió mi tía, sor María Columba (Esther Linares), hermana de mi madre, después de tener el privilegio de entrar en la clausura, por invitación de una abadesa que aplicó el criterio evangélico “es el sábado para el hombre y no el hombre para el sábado”, porque entendió que, a esa monja agonizante y muy apegada a su familia, a pesar de sus muchos años de clausura, la visita le haría bien.

En el entierro la despidieron unas setenta monjas; hoy por testimonio de mi amigo el escribano Alfredo Cuerda, los frailes de Luján no superan mucho los diez.

No se trata de caer en la cuantofrenia o en la numerología, pero después de mi Semana Santa en Santa Magdalena de Barroux y de la peregrinación con Patricio Randle por las abadías de San José de Clairval sita en Flavigny -sur-Ozerain, (50 monjes), Randol, fundación de Fongombault (50 monjes y dos abades), Nuestra Señora de Fongombaut (casi 80 monjes) y el entonces Monasterio, en construcción, hoy abadía de Santa María de la Garde, fundación de Barroux, (15 monjes entonces, hoy son más), la comparación con el fracaso de las abadías vernáculas es muy doloroso.

Todos los meses recibo en forma puntual la carta del abad de san José, con interesantes reflexiones acerca de figuras ejemplares, muchas desconocidas para mí, y el órgano de la Abadía de Barroux, “Les amis du Monastere”, con magníficos editoriales y desde hace un tiempo, “La lettre aux amis” de la novel Abadía “Sainte Marie de la Garde”, en cuyo último número aparece el nuevo obispo de Agen, Alexandre de Bucy, conversando con dos monjes, con foto en la tapa. En la misma nota se agradece al obispo anterior, Humert Hebrerau, por haber acompañado cerca de 18 años a la comunidad.

Otro logro de estos monjes: “amansar” a ciertos obispos y estas visitas cordiales, hoy abundan; como ejemplo en el n°188 de “Les amis” la de Bernard Ginoux, obispo emérito de Montauban, para conferir el subdiaconado a dos frailes.

Debo agregar que hace poco, la Abadía San José compró el edificio de la antigua Abadía de Solignac y restauró la vida monástica desaparecida con la Revolución Francesa.  

Son hechos y no palabras. En estos lugares viven la santidad de San Luis rey, de santa Juana de Arco y de Charles de Foucauld. Mientras tanto, la Argentina duerme. Recemos por su despertar.

Buenos Aires, noviembre 4 de 2024.Bernardino Montejano

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