LA BARBARIE POSTCONCILIAR

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¿Se viene el invierno más crudo de los últimos 15 años?
LA BARBARIE POSTCONCILIAR
Un día ya hace muchos años, mi amigo Francisco José Fernández de la Cigoña publicó
en la revista Verbo un artículo titulado “El invierno postconciliar”; mi aporte de hoy se refiere a
un proceso paralelo que es “La barbarie postconciliar”.
En forma paralela a la disminución de efectivos en las congregaciones religiosas que
Paco Pepe estudia en su artículo del año 2001 y que sigue analizando en forma prolija desde
entonces, en su agravamiento, aunque sin publicación en papel, que sería muy útil. En dicho
trabajo se critica la anunciada “primavera eclesial” que nunca existió y se señala: “después de
los datos que voy a aportar, respecto de las Órdenes y Congregaciones religiosas, nadie negará
la existencia del invierno”.
Y allí también entonces, aparece un Sínodo para solucionar los problemas, y ante ese
optimismo bobo concluye: “mucho me temo que no se saldrá de la crisis hasta que no se
reconozcan… inmensos errores e inmensos pecados”.
Hoy tendríamos que hablar respecto a ese tema no de un mero invierno, sino de un
invierno polar, porque una cosa es soportar el invierno en el Ecuador y otra en Groenlandia,
pero prefiero ocuparme de una nueva barbarie desatada después del Concilio Vaticano II,
consistente en despojar a las iglesias de inmensas riquezas que atesoraban y así se
destruyeron altares, comulgatorios, confesionarios, imágenes, estatuas, ornamentos sagrados,
y casi todo lo que contenían ellas para que quedaran casi desnudas.
Es verdad que el exceso de imágenes de Cristo, la Virgen y los santos tampoco es
bueno y puede favorecer a la superstición; pero acabar de un golpe con todo eso, fue peor. Y a
veces, se llegó a demoler los templos para reemplazarlos por otros, como sucedió en la ciudad
de Avellaneda, en nuestro país. La catedral antigua fue sustituida por una nueva, muy
moderna y muy fea.
Ahora, para retemplar el ánimo, voy a referirme a lo que sucedió en pleno invierno
postconciliar en la ciudad de San Miguel del Monte Gárgano, situada a 110 kilómetros de
Buenos Aires, camino hacia Azul, famosa por su hermosa laguna (geografía), por haber sido
frontera defensiva contra los malones de indios, el lugar de la “Guardia del Monte”, próxima a
“Los Cerrillos”, la estancia de Juan Manuel de Rosas, quien funda allí el cuerpo de caballería
“Los colorados del Monte” (historia).
Siguiendo los malos ejemplos, los sacerdotes del lugar, después de haber “limpiado”
bastante el interior de la Iglesia Parroquial hasta dejarla casi desnuda, intentaron demoler el
templo, que data de 1867, poco después de su centenario. Y el pueblo dijo ¡Basta! Más de
6.000 personas se congregaron en la plaza para repudiar la barbarie clerical. Se impidió la
demolición y después de unos cuántos trámites, la Iglesia Parroquial de San Miguel Arcángel
fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Por eso, hoy la ciudad la presenta con legítimo orgullo, junto a la estrella federal que la
identifica.
Este templo principal, con el Arcángel y su espada que lucha contra Satanás y los
otros espíritus malignos y el rancho de Rosas, trasladado desde “Los Cerrillos” para custodiarlo,
muestran las raíces sagradas e históricas de Monte.
Ese rancho, de adobe y paja, lo he visitado varias veces con diversas compañías, desde
el gran metafísico y jinete galo Michel Bastit, hasta Agathe de Saint-Exupéry. Luego, ambos
cabalgaron en los caballos criollos de la Estancia San Joaquín, 170 kilómetros después, próxima
a la localidad de Ariel, Partido de Azul.
Bernardino Montejano
Comentarios
2 comentarios en “LA BARBARIE POSTCONCILIAR
  1. El concilio fue una charlotada, que es mucho peor que una barbarie. Las charlotadas a veces detruyen obras de arte, como es el caso y producen papas que se disfrazan de pobres. Todo muy ridículo y melífluo.

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