| 18 noviembre, 2016
Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia y dignísimo cardenal de la S.R.E. Sin duda de los purpurados que hoy deben estar preocupadísimos con las tesis que se quieren imponer.
Con la pérdida de su voto en Cónclave todavía hay un cardenal de más de los 120 que fijó como electores Pablo VI. Pero el exceso se solventará con el cumplimiento de los 80 años el inmediato 28 de este mes, del cardenal senegalés Sarr.
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Se pierde un voto bueno, con el del africano serían dos, para un futuro Cónclave. Se hayan equivocado o no en el anterior.
http://infovaticana.com/2016/11/18/cardenal-ennio-antonelli-pierde-derecho-voto/
En Julio de de 2009 estuve de vacaciones en Florencia, donde celebré la Misa de San Pío V junto al sepulcro de San Antonino. Pude observar el grato recuerdo que había dejado el Cardenal Antonelli, antecesor del Cardenal Bettori, en la archidiócesis del Arno.
Luego se impuso en la mayoría de los Cardenales nombrados de más de 80 años la costumbre de solicitar en la carta de agradecimiento y aceptación al Santo Padre la dispensa de la consagración episcopal. Estas cartas no se publican, son personales y solo conocemos que se concedió dispensa por alguna noticia oficiosa.
La dispensas no se publican en estos casos. Todos los sacerdotes jesuitas de más de 80 años nombrados cardenales sin ser obispos previamentes han sido dispensados a petición de ellos mismos de la consagración episcopal. La única excepción fue el Cardenal Danielou, cuya consagración fue interrumpida por un grupo de manifestantes en París, tenía 63 años y en pocos días cumplió los 64. Fue consagrado después del anuncio de su creación con la sede titular de Taormina, la que dejó vacante inmediatamente después de su creación un par de semanas después de la bochornosa ceremonia de consagración. En realidad todos los Cardenales que no tienen carga diocesana cesan en la diócesis titular que tenían antes de ser creados.
Gracias. Aunque exagera. Y ya que el hilo va de derechos, y consecuentemente de obligaciones, aprovecho para plantear una cuestión, a ver si alguien tiene una respuesta.
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Por motu proprio «Cum gravissima», de 15-4-1962, Juan XXIII estableció que todos los cardenales debían recibir previamente la consagración episcopal. En aquel momento había todavía unos cuantos cardenales que eran únicamente presbíteros y por ello el propio Papa consagró obispos el 19-4-1962, de una tacada, a doce cardenales, entre ellos los españoles Albareda y Larraona.
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Desde entonces, todos los cardenales electos que no eran obispos han tenido que ser consagrados obispos antes de la creación cardenalicia. Los más ancianos solían pedir la dispensa por edad, que les era concedida, pero la existencia de la dispensa obviamente implicaba la vigencia de la obligación establecida por Juan XXIII y mantenida hasta nuestros días. Hay numerosos ejemplos de cardenales dispensados de la ordenación episcopal. El último, salvo error u omisión, es el del cardenal jesuita Becker, creado en 2012 y ya fallecido, del que recordarán la «yenka» que se montó con su creación cardenalicia (se anunció, se desanunció, se dijo que sería creado en otro momento -se decía que estaba muy enfermo-, y finalmente apareció en el consistorio con magnífico aspecto físico y fue tan creado cardenal como los demás de la hornada).
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Hoy ha sido creado cardenal el albanés Ernest Simoni, presbítero de la diócesis de Shkodrë-Pult. En ninguna de las páginas especializadas consta ni que haya sido ordenado obispo en días pasados ni que el Papa le haya concedido la dispensa para no hacerlo. La pregunta es, ¿estamos ante un nuevo caso de norma jurídica, la establecida por Juan XXIII, que el Papa manda al garete sin derogación expresa, sin una mínima formalidad jurídica, sin siquiera acudir a la vieja y útil expresión del «pro hac vice»; ante una norma caída en desuso sin que se sepa desde cuándo ni por qué?
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Salvo que aparezcan inmediatamente noticias sobre una ordenación o una dispensa episcopal del neocardenal Simoni, este se va a convertir en el primer caso de cardenal real y auténticamente presbítero -no obispo ni dispensado de ordenación-, desde hace decenios. El último caso fue el del cardenal Canali, creado en 1937 y fallecido en 1961, a quien por tanto no llegó a afectar lo dispuesto en el motu proprio «Cum bravissima».
Don Antonio Lasierra, es una delicia leerlo. Sus comentarios con un feeling perspicaz.
“Que sabra Usted D Cigoña si es bueno o malo… Cual es el critério para decir que es una cosa u outra? Seguro que muchos votos buenos vendran en seguida… Mas buenos de lo que Usted se imagina…“; este troll progre de medio cree saber mucho cuando en realidad es solo un necio ignorante.
¿Sabe, don Francisco, quién subsigue a Sarr en el cumplimiento de sus 80 años? El Obispo de Roma. Ah, claro, no cuenta porque es algo más.
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Cierto. Pero he repasado su «primo discurso», en el anochecer del 13 de marzo de 2013, qué interesante es revisarlo a la luz de ulteriores acontecimientos, y me he quedado estupefacto. Por cinco veces se autodenomina Obispo de Roma; no otra cosa -ni rastro de la palabra Papa-. Afirma que va a evangelizar «questa bella città». Anuncia que al día siguiente irá a rezar a la Madonna «per che custodisca a tutta Roma». Y lo más sorprendente, por no decir algo más fuerte, es que habla de «nostro vescovo emerito Benedetto XVI», reducido, como él se reduce, a pastor de una iglesia particular. Sin embargo, no se espera que el 17 de diciembre se produzca una sorpresa.
«Se pierde un voto bueno»… Que sabra Usted D Cigoña si es bueno o malo… Cual es el critério para decir que es una cosa u outra? Seguro que muchos votos buenos vendran en seguida… Mas buenos de lo que Usted se imagina…
Se pierde un buen voto, pero también se han perdido una docena de votos malos desde el anterior cónclave y, en 2017, cuatro de los peores purpurados de la Iglesia se van con la música a otra parte, y no falta mucho (menos de seis meses).
Sigo sin entender su preocupación. Si lo manifestado es que nunca vencerá el demonio porque dudar como le ocurrió a San Pedro? Éso, que me pase a mi que nunca he sido una gran católica.