Hoy ha habido poda episcopal

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Resultado de imagen de cardenal coccopalmerio

http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2017/07/12/0485/01076.html

Dos brasileños, un argentino y un italiano. No me apetece buscar sus trayectorias episcopales. Si algún lector sabe de alguno tiene abierto el Blog. Uno de los brasileños tiene 71 años por lo que su relevo ha sido precipitado.  Con razón de salud o por otra causa grave. El italiano y el otro brasileño no llegaban a los 76. El de más edad era el argentino Garlatti que ya había cumplido los 77.

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Pero el Coco no acaba de caerse de la Palmera, con 79 años y cuatro meses. Pese a tener un secretario maricón y drogadicto, según parece. Yo lo de homosexual lo reservo a las personas que viven dignamente y sin escándalo su condición. Piso al que el cardenal acudía, sin duda por motivos de trabajo, y que él le había agenciado sin tener derecho a ello y a altas horas de la noche. Para trabajar. Rarísima escena en la que el jefe va a casa del subordinado en vez de ir este a la del jefe. No estoy insinuando nada. Ni siquiera doy por hechos probados lo que ha salido en la prensa. Con monumental escándalo. Pero con ese Coco todo huele mal. Y hasta la prórroga, tan larga, francisquista. Que en teoría iba a ser el fumigador de las cloacas. Pues tiene una, muy próxima a los ochenta años, en lo alto de una Palmera y de la curia vaticana.

Y no entréis, por favor, en la fotografía. Es una que encontré en google, ya había puesto dos o tres anteriores. No hay muchas más porque su relevancia es escasa. Mis contacto con las drogas, salvo el alcohol y el tabaco, de los que soy impenitente, es nulo. Una vez en mi vida fumé un porro, compartido en ese ritual con dos personas y me pareció la nada. No experimenté la menor sensación placentera ni desagradable. Mil veces mejor un pitillo. De la coca no tengo ni idea. Pero alguien podrá hacerme una fotografía en la que pareciera estar a los topes de ella sin haberla probado. Pues, eso. Aunque ella corriera, según dicen algunos, en el piso de su secretario.

 

Comentarios
11 comentarios en “Hoy ha habido poda episcopal
  1. Pues sí que esta locuaz Echenique, y, menuda lista le ha propuesto al Papa para que siga imponiendo sus ideas en la Curia, pero me da que va a ser que no, y que seguirá imponiendo sus reglas a quienes le estorben o no se hayan rendido con armas y bagajes, o no se hayan enterado de cuales son sus propósitos. La verdad es que las cosas aparentan que pintan bastos, aunque se pretenda que no se note.
    Y desde luego que de renunciar, nada, y de cambiar, menos.

  2. Con todo respeto le pediria a Echenique , tuviera la bondad de que cuando ponga en el blog articulos de periodistas italianos, los pusiera en español. Creo que somos bastantes los que no conocemos el idioma italiano, y por lo tanto, me los salto.Considero que cuando los pone, deben ser interesantes y es una lastima dejarlos pasar. Muchas gracias.

  3. Dios da a su pueblo los sacerdotes que se merece. Quizás deberíamos rezar más por ellos y para que Dios nos mande sacerdotes santos.

  4. Jack Linois

    No se canse, Echenique es inasequible al desaliento. Tomelo como como una de tantas pruebas minúsculas que soportamos cada día.

  5. De traducirlos nada, con que pusiera el enlace íbamos servidos. Que yo ya directamente sus comentarios me los salto, por c*ñazo.

  6. Echenique se deberia cambiar el nombre a Echenicci, por su querencia a los tochos en italiano…

    Es broma, pero los podría traducir.

  7. Sandro Magister nos habla de más podas, pero a los ortodoxos.
    Comentando en el diario «Allgemeine Zeitung» su propia remoción como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, acontecida el 2 de julio al caducar exactamente los cinco años de su mandato, el cardenal Gerhard Ludwig Müller dio a conocer que el papa Francisco «no quiere prolongar más los roles de curia después de los cinco años y que él era el primero en quien se ha aplicado esta praxis».

    Que la remoción de Müller es la primera de este tipo está fuera de toda duda. Tan cierto es que en los días anteriores otros dirigentes de la curia con su mandato expirado han sido mantenidos por el Papa en su puesto. Pero queda por ver si en el futuro serán efectivamente removidos todos los que lleguen poco a poco al término de sus quinquenios.

    A Francisco le gusta moverse con mucha libertad respecto a las reglas, que incluyen entre otras dos techos de edad: los 75 años, cuando se debería entregar al Papa la propia carta de renuncia, al igual que los obispos residenciales, y los 80 años, cuando automáticamente se debería cesar en todos los cargos curiales.

    Por ejemplo, el decano del tribunal de la Rota Romana, monseñor Pio Vito Pinto, tiene 76 años pero continúa firme en su puesto. Es dudoso que Francisco se quiera privar de él el próximo 22 de setiembre, cuando concluya su quinquenio.

    En efecto, el Papa se ha confiado «in toto» a Pinto para la reforma de los procesos de nulidad matrimonial, a pesar de sus mediocres credenciales de canonista y las críticas que han llovido sobre él a causa de las incoherentes modalidades de los nuevos procedimientos.

    No sólo eso. El pasado 19 de junio Francisco ha puesto al lado de él, como canciller, a su protegido Daniele Cancilla, primer laico promovido a este rol importante a pesar que por mala conducta fue despedido por la Conferencia Episcopal Italiana, donde se había ocupado durante mucho tiempo de las ayudas a las diócesis extranjeras, pero donde tuvo también estrecha amistad precisamente con el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, uno de los beneficiados.

    Volviendo al caso Müller se advierte además que Francisco está remodelando a su gusto la Congregación para la Doctrina de la Fe, no sólo con la remoción del prefecto no querido por él, sino más todavía con el anterior e inesperado nombramiento como sub-secretario de un hombre muy ligado a él, monseñor Giacomo Morandi, llamado allí desde afuera – era vicario general de la diócesis de Modena – por consejo del cardenal Beniamino Stella, ex nuncio en Cuba y en Colombia y ahora prefecto de la Congregación para el Clero, quizás el más íntimo con Bergoglio entre todos los cardenales de la curia.

    Es por indicación de Morandi que el Papa despidió en el acto hace algunos meses a tres altos funcionarios de la Congregación para la Doctrina de la Fe muy estimados por Müller. Un despido que ha suscitado mucho revuelo.

    *

    Pero veamos más en detalle el estado de servicio de varios funcionarios de la curia que han llegado al límite de edad en los días y en los meses pasados, pero que permanecen en sus puestos.

    – El 1 de julio pasado, el día anterior a la remoción de Müller, terminó su quinquenio, el segundo, también el cardenal argentino Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. Pero todavía está allí.

    – El 26 de junio terminó su quinquenio el arzobispo inglés Arthur Roche, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Pero el cardenal prefecto Robert Sarah todavía lo encuentra a su lado, no ciertamente con placer, vistas las respectivas y contrastantes orientaciones.

    – El 15 de febrero pasado terminó su segundo quinquenio el cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos. Pero el papa Francisco no lo ha desplazado de allí, a pesar de haber pasado ya los 79 años de edad. Alistado entre los defensores de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, Coccopalmerio parece resistir también al escándalo que ha abatido hace tres meses a su secretario, monseñor Luigi Capozzi, sorprendido in fraganti por la gendarmería vaticana en su departamento, en el palacio del Santo Oficio, durante una orgía de drogas y homosexualidad.

    – El 18 de agosto del 2016 cumplió los 75 años el cardenal Beniamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero y muy escuchado por el Papa. Pero sigue estando en su cargo.

    *

    Y ahora veamos una lista de cabezas de curia que llegarán a su final en un futuro próximo y que el Papa – según lo referido por Müller – debería despedir sin más.

    – El próximo 1 de setiembre le tocaría al cardenal Jean-Louis Tauran, cuando llegue a la terminación de su segundo quinquenio como presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

    – El 3 de setiembre será el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, quien termine su segundo quinquenio. Y el posterior 18 de octubre cumplirá 75 años.

    – El 8 de setiembre cumplirá 75 años el argentino Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. Y el año próximo, el 5 de octubre del 2018, terminará también su cuarto quinquenio de servicio.

    – El 22 de setiembre, como se dijo antes, también terminará el quinquenio monseñor Pinto, de 76 años de edad, decano de la Rota Romana.

    – El 1 de octubre cumplirá 75 años el cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.

    – El 1 de octubre terminará su segundo quinquenio de maestro de las ceremonias pontificias monseñor Guido Marini.

    – El 7 de diciembre será el arzobispo Georg Gänswein, secretario del «Papa emérito» Joseph Ratzinger, quien termine su quinquenio de prefecto de la Casa Pontificia.

    – El 3 de febrero del 2018 cumplirá 75 años el cardenal Domenico Calcagno, presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), y en estrechas relaciones con el papa Francisco, y que permaneció en su rol también después del vencimiento de su primer mandato quinquenal, el 7 de julio del 2016.

    – El 6 de abril del 2018 será monseñor José Rodríguez Carballo quien llegue al término de su quinquenio de secretario de la Congregación para los Religiosos.

    – El 9 de julio del 2018 llegará a su término el segundo quinquenio del cardenal Angelio Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, que en esa fecha tendrá 80 años de edad.

    – El 10 de julio del 2018 cumplirá 75 años el arzobispo Joseph Augustine Di Noia, secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, confirmado en este rol el 21 de setiembre del 2013 «hasta que cumpla los 75 años de edad».

    – El 3 de agosto del 2018 terminará su quinquenio como limosnero de Su Santidad el arzobispo Konrad Krajewski.

    – El 21 de setiembre del 2018 terminará su quinquenio como secretario general del Sínodo de los Obispos el cardenal Lorenzo Baldisseri, ya ahora con 77 años de edad, otro predilecto del papa Francisco.

    – El 12 de octubre del 2018 será el turno del arzobispo brasileño Ilson de Jesus Montanari, al término de su primer quinquenio como secretario de la Congregación para los Obispos, querido en este rol crucial por el papa Francisco en persona, como su referente directo.

    *

    Teóricamente todos ellos deberían ser dados de baja uno después del otro, según la praxis aplicada por primera vez con el cardenal Müller. ¿Pero en la práctica qué hará Francisco? Las apuestas están abiertas.

  8. Todo en este Papa es confusión.
    Hasta él mismo.
    Es difícil llegar a ningún sitio cuando no se sabe ni a donde se va o se quiere ir…
    Como decía (dicen) San José María Escriva de Balaguer de Pablo VI: «Que Dios le llame pronto a su lado».
    Yo no pido tanto. Me conformaría con que renunciara.
    Y que se calle, aunque creo que pedirle eso a un argentino, es demasiado…

  9. Más confusión en la diócesis del papa, con bendición incorporada, con el trasfondo de la Amoris Laetitia. El más puro subjetivismo como fuente de moralidad por encima de la Ley, como los protestantes, cuando el único autor de la ley es Dios y la conciencia debe reflejarla. Aldo María Valli inmenso una vez más.
    E nel foglietto della messa ecco un inno al soggettivismo

    Salvato in: Blog scritto da Aldo Maria Valli
    Domenica scorsa, 9 luglio, a Roma, e penso in molte altre chiese di rito romano, è stato distribuito ai fedeli il foglio «La Domenica», con le letture del giorno e le principali preghiere, per aiutare a seguire la celebrazione della messa.

    In genere, nell’ultima delle quattro paginette della pubblicazione, c’è una riflessione su argomenti di attualità, e in questo caso c’era un intervento sull’esortazione apostolica «Amoris laetitia». Un testo che mi ha fatto nascere molte domande e mi ha lasciato alquanto perplesso.

    Dopo una prima, veloce lettura mi sono detto: «Che diamine sta scritto qui? Possibile?». Siccome c’era un caldo torrido, ho dato la colpa a me stesso e al mio intorpidimento, poi però ho letto e riletto, e siccome ad ogni rilettura mi sono sentito sempre più sconcertato, ho capito che non era colpa del caldo.

    Sotto il titolo «Prima la coscienza, poi le regole» (di per sé altamente problematico, come dirò), troviamo questa iniziale affermazione: «Tra le quattro parole che traducono il senso profondo dell’esortazione “Amoris laetitia” (accoglienza, accompagnamento, discernimento, integrazione) il discernimento è quello che merita uno sguardo più attento».

    Pensavo che, subito dopo, ci sarebbe stata qualche annotazione sul significato del discernimento. Discernimento per arrivare a che cosa? Discernimento guidato da chi, e come? Ma nulla di tutto ciò. Quella che invece viene proposta è un’affermazione tanto perentoria quanto indimostrata, e cioè che, «ricorrendo a questa scelta, il Papa intende concedere alle famiglie cristiane una patente di maturità nella fede».

    Ma che significa? Che vuol dire, precisamente, che ricorrendo al discernimento il papa concede alle famiglie cristiane una patente di maturità nella fede? Il papa non dovrebbe vincolare le famiglie, come i singoli, alla legge divina? Ammesso comunque che sia così, e cioè che il papa voglia concedere alle famiglie questa fantomatica patente sulla base di un imprecisato discernimento, quale sarebbe lo scopo finale? Non si sa.

    Proseguo nella lettura e trovo il seguente pensiero: «Per il discernimento infatti, più che le regole, serve l’impegno personale. Perché il discernimento, che si adatta alla situazione concreta della persona, è più esigente delle regole. Ogni persona ha una “sua” situazione. Pensare di stabilire tante “regole” quante sono le situazioni vissute dalle persone nella loro vita di relazione vuol dire infilarsi in un ginepraio inestricabile, tanto rischioso quanto ingiusto».

    Questo passaggio l’ho riletto anche più degli altri. E sulla mia faccia, già stravolta dal caldo, si è disegnato un enorme punto interrogativo. Dunque, sembra di capire, il discernimento (qualunque cosa voglia dire) si regge non sulle regole, ma sull’impegno personale. Ma quale impegno? Di che tipo? Per arrivare dove? Per fare che cosa? Anche qui, nebbia. Eppure la conclusione, di nuovo, è categorica: questo indefinito «impegno personale» è più importante della legge divina, cioè di quanto Dio stesso insegna per il bene della creatura umana.

    E che dire dell’affermazione secondo cui, poiché ogni persona vive una sua situazione, pensare di stabilire tante regole quante sono le singole situazioni vorrebbe dire «infilarsi in un ginepraio inestricabile, tanto rischioso quanto ingiusto»?

    Ciò che il testo sembra sostenere è che la singola situazione non può essere normata, ma solo osservata attraverso la lente del discernimento. Siamo dunque in quella che si chiama morale della situazione, caratterizzata dal fatto che il giudizio sulle scelte non avviene in base a una verità universale, espressa da una legge, ma in base al modo in cui la singola situazione è vissuta dal soggetto che ne è protagonista. Il che, volendo chiamare le cose con il loro nome, corrisponde al soggettivismo. Non è la legge divina, universale e vincolante, a determinare ciò che è bene e ciò che è male, ma la coscienza del soggetto. Non solo: la legge universale, se applicata, non corrisponde alla giustizia. Al contrario, ci conduce all’ingiustizia.

    Questa prima conclusione, dal punto di vista cattolico, è di per sé inaccettabile. Ma non è finita, perché subito dopo leggiamo: «E infatti nell’”Amoris laetitia” il Papa non l’ha fatto». Non ha fatto che cosa? Non si è infilato in quel «ginepraio tanto rischioso quanto ingiusto» che sarebbe la legge divina universale. Ovvero ha abbracciato la morale della situazione, ovvero il soggettivismo, ovvero il relativismo. E questa sarebbe una cosa buona. Se le parole hanno un senso, ecco quanto ci viene spiegato nel foglio «La Domenica» distribuito nelle parrocchie. Ne prendiamo atto. E veniamo al finale.

    «Il discernimento personale è più rispettoso, ma anche più impegnativo. La “regola” è più comoda, il discernimento più severo. Dio non pretende da noi un bene in generale, ma quel bene che rappresenta ciò che è meglio per noi in quella determinata situazione, alla luce della nostra vita di relazione. Quindi il “massimo bene possibile”, che si può realizzare solo con il discernimento».

    In che senso il discernimento personale sarebbe più rispettoso di quanto lo sia la legge? Più rispettoso, sembra di capire, significa qui più comprensivo. Ma siamo sicuri che mostrandoci più comprensivi siamo più rispettosi? Si è davvero più rispettosi quando si è più tolleranti, più flessibili, meno legati alla verità? O, al contrario, si è più rispettosi quando si prende la legge come punto di riferimento vincolante nella certezza che è stata voluta per il nostro bene?

    Quanto all’idea secondo cui la regola sarebbe più comoda, mentre il discernimento sarebbe più severo, ancora una volta viene da chiedersi: che vuol dire? In che senso la regola sarebbe più comoda? Dobbiamo concludere che il buon Dio, con i dieci comandamenti, avrebbe scelto la via della comodità? Sarebbe stato meglio se si fosse scomodato e avesse aggiunto ai comandamenti svariate postille per ogni singolo caso? E che significa che Dio non pretende un bene in generale ma ciò che è meglio per noi in una certa situazione? Vuol dire che il bene oggettivo non esiste, ma esiste solo il bene soggettivo? Ma se non esiste il bene oggettivo, come facciamo a sapere che cosa è bene e che cosa è male in una data situazione? Su che cosa fondiamo la valutazione? Di nuovo, la conclusione a cui arriviamo è che vale solo l’esperienza soggettiva, la quale è buona in sé, al di là di ogni norma e ogni legge universale oggettiva. Ovvero: l’uomo è dio per se stesso. Ovvero: l’uomo non ha bisogno di Dio.

    E ora leggiamo le ultime righe: «L’applicazione rigorosa della legge richiama invece il concetto di “minimo male realizzabile”, lo stesso atteggiamento farisaico del tipo “rispetto il sabato e sono tranquillo”. Ma il Vangelo non dice così».

    Domanda: perché l’applicazione della legge dovrebbe richiamare il concetto di «minimo male realizzabile»? In che senso? Dunque il buon Dio, donando all’uomo le tavole della legge, aveva in mente non il bene della sua creatura ma il minimo male realizzabile? Dunque la nostra santa madre Chiesa, insegnando la verità e l’applicazione della legge divina, si accontenta del minimo male realizzabile anziché cercare la salvezza di ogni creatura? E perché l’applicazione della legge dovrebbe portare a un comportamento di tipo farisaico? Se per farisaico, come sembra di capire, qui si intende ipocrita, dobbiamo forse concludere che coloro i quali hanno a cuore la verità, e dunque il rispetto della legge universale, vincolante per tutti, sono necessariamente ipocriti e quindi falsi e impostori?

    Il testo si conclude in modo perentorio: «Ma il Vangelo non dice così». Davvero? Che cosa dice il Vangelo, cioè Gesù? Non dice forse «quello che Dio ha congiunto l’uomo non lo separi»? Non dice forse «e i due saranno una carne sola»? Non dice forse «va’ e d’ora in poi non peccare più»? Non mette forse in guardia chi «trasgredirà uno solo di questi precetti»? Dice «andate e ammaestrate tutte le genti» o dice «andate e discernete caso per caso»?

    Torniamo ora al titolo: «Prima la coscienza, poi le regole». Ripeto: se facciamo della coscienza un assoluto, e non parliamo di coscienza ben formata mediante la Parola e la legge divina vincolata alla verità, finiamo dritti dritti nel soggettivismo. È dunque questo che insegna oggi la nostra santa madre Chiesa?

    Un testo come quello che abbiamo ora analizzato potrebbe figurare degnamente nel Bollettino dell’Associazione Soggettivisti Incalliti (tranquilli, non esiste, l’ho inventata adesso, tanto per intenderci), ma trovarmelo di fronte nel foglio «La Domenica», distribuito in migliaia di parrocchie con tanto di nullaosta di un signor vescovo, mi lascia sgomento.

    «Prima la coscienza, poi le regole». Letto e riletto, il titolo mi ha rimandato a qualcos’altro. Naturalmente mi è tornata alla mente la «Lettera al Duca di Norfolk» del beato cardinale Newman, nella quale il grande convertito al cattolicesimo sostiene che, dopo un pranzo, in un ipotetico brindisi, volendo introdurre la religione, brinderebbe al papa, ma prima alla coscienza e poi al papa. Tuttavia, come ha spiegato molto bene Joseph Ratzinger commentando il celebre brano, Newman con quella sua espressione non volle certamente spezzare una lancia a favore del soggettivismo. Quando parlava di coscienza, Newman si riferiva alla coscienza illuminata dalla rivelazione e dunque dalla legge divina. La sua non era la via della soggettività che afferma se stessa, ma la via dell’obbedienza alla verità oggettiva, perché (sono ancora parole di Ratzinger) «solo così, attraverso il legame alla verità, a Dio, la coscienza riceve valore, dignità e forza».

    Insomma, dire «prima la coscienza, poi le regole» per un cattolico, semplicemente, non ha senso. Perché la coscienza, per non cadere vittima della soggettività autoreferenziale, ha bisogno della verità, dunque della legge, dunque delle regole.

    Poi però, dopo aver pensato al Newman spiegato da Ratzinger, mi è tornato alla mente anche il metodo dell’ipnopedia di cui parla Aldous Huxley in «Il mondo nuovo».

    Mi direte: che c’entra adesso l’ipnopedia?

    L’ipnopedia è una tecnica che consiste nella somministrazione di stimoli uditivi a un soggetto addormentato, così che i concetti trasmessi siano inconsciamente assimilati in profondità. Nel romanzo distopico di Huxley l’ipnopedia è impiegata dal regime politico imperante perché i sudditi possano interiorizzare slogan utili al regime stesso, e naturalmente la ripetizione esclude la spiegazione, perché l’obiettivo è condizionare, non consentire un’adesione razionale.

    Ora provate a ripetere in continuazione: «Accogliere, accompagnare, discernere, integrare». Non stancatevi. Lasciate che diventi una sorta di mantra tibetano. Ecco, bravi, così: «Accogliere, accompagnare, discernere, integrare». Non chiedetevi il perché è il percome. Non lasciatevi distrarre dalla questione del significato. Ripetete e basta. Lasciatevi rapire dal suono, così bello, così buono, così politicamente ed ecclesiasticamente corretto. E poi aggiungete: «Prima la coscienza, poi le regole». E ancora, e ancora. Lasciatevi cullare. Non pensate. Liberate la mente. «Accogliere, accompagnare, discernere, integrare. Prima la coscienza, poi le regole». Non fatevi domande. Le domande non servono più. Il significato non ha più importanza. Conta solo il suono.

    Fatto? Bene, fratelli. Benvenuti nella Neochiesa.

    Aldo Maria Valli

    P.S. L’autore della riflessione pubblicata da «La Domenica» è un giornalista, un collega che conosco e stimo. Vorrei rinnovargli amicizia e stima, ma davvero non riesco a capire come possa aver scritto ciò che ha scritto. Abbiamo raggiunto un grado di confusione ormai ben più che preoccupante.

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