Le traté bastante y tras su aspecto tal vez algo rústico descubría inmediatamente una gran bonhomía, simpatía notable, grandes conocimientos humanísticos y filosóficos, colaboración siempre dispuesta, militancia católica indiscutible…, una de esas personas que uno agradece a Dios haberlas puesto en mi camino.
Era de mi quinta (1940) y siempre tuvimos una relación cordialísima. De estudios iniciales técnicos, era ingeniero industrial, enseguida se volcó hacia la filosofía de la que fue catedrático en la Universidad de Barcelona. Y gran conocedor del pensamiento europeo contemporáneo. Nutrido en aquella gran obra del Padre Orlandis SJ, la Schola Cordis Iesu, que tanto fruto dio en la Cataluña reciente, fue uno de los más insignes representantes de la misma y en la que tantos amigos tuve: mi queridísisimo Paco Gomis, Cufí, Foncuberta, Canals, Forment, Alsina, Soley, Evaristo Palomar… Hoy continúa con un espléndido plantel de jóvenes sacerdotes verdaderamente ejemplares.
Le van a hacer un homenaje en Madrid y aunque ese día me va a ser imposible asistir al mismo no quiero que falte mi adhesión a su persona y a su recuerdo.
Don Paco Pepe, Tuve a Petit en el tribunal de tesis doctoral. Fue el más incisivo. Aludía en el texto escrito a ciertas ideas de Canals, por aquella trapacería estudiantil de incluir algo por «si me toca alguien del departamento en el tribunal». Lo vio a la legua y me las vi y deseé para justificar la oportunidad de la alusión. Tal era el rigor académico de Petit. En su funeral, la iglesia de los franciscanos de san Antonio de Padua de Barcelona, estaba a rebosar. Fue un gran defensor y testigo de su fe en un ambiente universitario particularmente hostil.