Un hombre que me tiene asombrado por su actividad: el cardenal Amigo

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Fray Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla tiene 82 años. Y no para. Hace no mucho, tal vez un año o algo más, superó una enfermedad grave, de la que se repuso enseguida. Y sigue en permanente actividad. Acude a cuanto lugar le llaman para cualquier acto religioso y lo llena con su celebración, siempre dignísima, su palabra, sin papeles y muy adecuada al acto y su presencia que es notable.

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En España los eméritos desaparecen salvo contadísimas excepciones. Como si se los hubiera tragado la tierra. Algunos ya estaban desaparecidos incluso en su etapa residencial. Creo, sin embargo, que pueden, y deberían todos, seguir prestando servicios a la Iglesia más allá de la oración en la que supongo a todos.

El catolicismo español vive muy al margen de sus obispos lo que es una quiebra grande en la Iglesia. Porque ellos son los sucesores de los Apóstoles y la base de la Iglesia de Cristo. Más que la cúpula. La inmensa mayoría de los fieles sólo ha visto a un obispo, incluso al suyo, de lejos o en televisión. Y en este último caso sin saber muchas veces ni quien era. Un señor que debía ser obispo porque llevaba eso tan raro que se ponen en la cabeza y la especie de bastón que llevan en la mano. Como además muchos son alérgicos a bendecir a sus fieles, o a los fieles, salvo la bendición final de la misa que también dan todos los sacerdotes, sólo los muy espabilados advierten que los obispos la dan con mitra y báculo y por tres veces en vez de la una de los sacerdotes. Y como al salir procesionalmente no suelen bendecir a su pueblo, pese a ser gratis, o no saben que hacer con la mano derecha o se limitan a decir adiós en ocasiones incluso demasiado ostensiblemente en el gesto. Por ello no es de extrañar que cuando algún obispo bendice no haya fiel que se santigüe. No saben lo que es eso. Y parece que muchos obispos tampoco. Cuando uno ve a esos católicos hispanoamericanos reclamar a sus sacerdotes el «padresito, bendisión» piensa que en su ignorancia, seguramente mucha, e incluso desde el analfabetismo de bastantes, tienen más sentido de lo sagrado que los que nos creemos cultos y sabelotodo. Porque esa bendición sacerdotal o episcopal es la bendición de Dios.

El cardenal Amigo celebra muy bien, eso lo hacen bastantes, habla muy bien, bastantes aunque algunos menos, es un obispo que bendice, casi ninguno lo hace y llena como nadie el espacio en el que esté. Aunque sea la calle.  Lo he referido más de una vez porque lo viví en el Burgo de Osma cuando la beatificación del obispo Palafox. Concluida la ceremonia fueron los celebrantes a desvestirse del ropaje litúrgico al próximo seminario y de él salieron con su clergyman pienso que de camino al  restaurante  en el que iban a comer. Algunos con esa estúpida costumbre de ocultar la cruz pectoral en el bolsillo de la chaqueta con lo que como mucho se apreciaba una cadena plateada sesgada y sin sentido. Puedo entender que la cruz pectoral no deba estar entre la sopa del cocido o en unas acelgas hervidas. En ese caso cabe el bolsillo. Pero no suele ser el cao.

El obispo de la diócesis, pienso que era Don Gerardo Melgar, iba de traje coral. En El Burgo, donde vivía, le conocía y apreciaba todo el mundo e iba recibiendo saludos y enhorabuenas de mucha gente. Era el obispo, todo el mundo le reconocía y eran muy numerosos los que se acercaban a él. Y apareció el cardenal Amigo, de rojo de la cabeza a los pies. Con su porte. La calle principal de El Burgo, llena de gente, muchos de los cuales venían de la beatificación, se detuvo. Unos se paraban para darle paso y esbozaban un gesto de saludo, otros se volvían tras su paso, no pocos se acercaban a besarle el anillo y algunos incluso doblaban su rodilla al hacerlo. Fue un recorrido triunfal que el cardenal dominaba con unas tablas más que notables y una sonrisa permanente que hacía más cordial su paso. Si fuera un actor no lo superaría.

Como somos tremendamente ignorantes de muchas cosas, aunque pensemos que no, sin el menor afán de catequesis que por otra parte doy por perdida, además de lo dicho sobre las bendiciones, una palabra sobre la genuflexión. Que no pocas veces se hace mal. Yo en mis misas habituales, que suelo oír de pie y en el mismo sitio, busco la proximidad del último banco para apoyo del arrodillarme en la consagración. No me es fácil, a mis 76 años, levantar mis más de cien kilos de peso. Veo que muchos de mis compañeros de pasillo doblan las dos rodillas en ese momento. Todos más jóvenes que yo. Yo doblo una, la derecha, porque después es más fácil incorporarme. Y es la derecha la que se debe hincar en el suelo ante Dios. Sólo ante Él. Veo que algunos hincan la izquierda. Y ante el obispo para besarle el anillo, la derecha. Es una nadería que Dios seguro que no tiene en la menor cuenta y agradece el gesto de cualquier rodilla. Y ya de obispos qué voy a decir. Y no digamos  de los que hacen esfuerzos hasta sobrehumanos para impedir la genuflexión. Uno tirando para abajo y ellos para arriba. Con mis más de cien kilos lo llevan crudo.

Como el cardenal Amigo es obispo viajero, y callejero, te lo encuentras en la calle. Es rarísimo que eso te pase con un obispo. Pues con el arzobispo emérito de Sevilla ocurre. Son ya dos o tres veces las que me lo encontré en Santiago. Por la calle. Que yo piso tres o cuatro veces al año y él quizá menos. Y en algún otro sitio. Aunque esos más normales porque ambos salíamos del mismo acto. El cardenal tenía motivos más que sobrados para ponerme mala cara y hasta para negármela. He dicho más de una vez que me ha asombrado su franciscanismo. Lo del hermano lobo pasó a ser lo de la hermana cigüeña. Y sin que nunca desapareciera la sonrisa. A los nuevos obispos se les da un cursillo acelerado en el Vaticano para el mejor desempeño de su nuevo ministerio. Supongo que no se les enseña a sonreír. Pues debería ser asignatura. Aunque a algunos ya les salga de su corazón.

Otra vez me he ido. Lo que quería señalar es que los obispos eméritos no deberían desaparecer porque pueden seguir haciendo un gran bien a la Iglesia. No como entretenimiento de días vacíos sino como ministerio episcopal. Acercar la sucesión  apostólica  a lo fieles.  Que esa no se jubila aunque tantos más que jubilados parezcan desaparecidos. Y si lo estuvieron siempre, peor.

Lo necesitamos, lo  agradecemos cuando se produce. Creo que verdaderamente una de las mayores urgencias de la Iglesia de España es la comunión de los fieles con sus pastores. Y si no se da pienso que es más por su culpa, o por su inhibición, que por la nuestra.  Necesitamos querer a nuestros obispos pero eso no puede ser un silogismo sino que ellos se tienen que hacer querer. Como nuestros padres en la fe. No como cantamañanas o ni siquiera cantores de nada.

 

Comentarios
5 comentarios en “Un hombre que me tiene asombrado por su actividad: el cardenal Amigo
  1. El que tiene gran mérito de entre los emeritos es don Carmelo Borobia. A pesar de su enfermedad, que le limita muchisimo, sobre todo la movilidad, no deja de hacerse presente en cuanta ceremonia importante se celebra en las catedrales de Zaragoza.

  2. En general, los prelados eméritos tienen tres problemas: como obispos fueron desastrosos; muchos superan los 85 años, edad excesiva para andar con viajes y actividades frenéticas; y bastantes arrastran problemas graves de salud (demencia, incapacidad para moverse, párkinson o cáncer).Añádanle que son sucesores de Tarancón y sus ideas, lo que aconseja que, cuanto menos se hagan ver, mejor para todos.En cuanto a los obispos no eméritos, por suerte (hace años era al revés) sólo hay veinte muy malos.

  3. El domingo celebró en Daimiel,en espléndida Iglesia quemada en su día por los cultisimos rojos.Se celebraba a Jesús Caído.
    No le vi mal,aunque obviamente está mayor.
    Gracias a Dios,no tendrá que votar en un próximo Cónclave,por lo que….,si del mismo sale otro regalito,no será con si voto.
    Figuras si que lo es.
    En Sevilla,casi ensombrecia al Gran Poder.
    Mucha fachada,si.
    Pero de atrezzo…

  4. Parece que fray Carlos es mejor como emérito que como arzobispo residencial, por lo que usted cuenta. Que tiene personalidad, eso nadie lo pone en duda. Que como arzobispo fue un desastre, tampoco.

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