HIGIENOL

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HIGIENOL

No me refiero aquí al papel higiénico que lleva esa marca, sino a un buen hombre, que oficia de sacristán en la capilla del Santo Cristo, quien no solo comulga en la mano en uso de la dispensa, sino que se las lava un par de veces cuando oficio de monaguillo, esparce alcohol en manos del oficiante, quien ya se las había lavado durante la Misa y antes de recibir la comunión, se frota las manos con alcohol que lleva consigo en el bolsillo.

Este buen hombre me recuerda a la Milonga Higiénica de Almafuerte, que conocí por un libro muy recomendable de Ignacio Braulio Anzoátegui titulado “Vidas de muertos” (Theoria, Buenos Aires, 1965). Nada recomendable es, en cambio, otro titulado “Vidas de payasos ilustres”, lleno de dislates y como muestra, uno de los payasos es Sócrates, llamado por un estudioso de la categoría de Alfred Verdoss, el “Maestro de la política virtruosa”.

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Escribe Anzoátegui que “vale la pena citar una parte de su Milonga, porque “es bueno que la gente crea de vez en cuando en las cosas increíbles”. Y va la Milonga:

“Vamos a ver, mis hermanos,

changadores, carniceros,

curtidores y cocheros,

y todos los artesanos.

Vamos a ver mis hermanas,

planchadoras, lavanderas,

mucamas y cocineras,

niñas, mujeres y ancianas”.

Como venos, Almafuerte era un adelantado del lenguaje inclusivo, hoy desterrado por higiene mental, de las oficinas públicas.

“Primeramente hijos míos,

mucho aseo, mucha higiene,

todo cuerpo limpio tiene

más resistencia y más bríos.

Mucho jabón y agua clara

hasta dejarse la piel,

como pliego de papel.

como un mármol de Carrara.

Muchas fricciones después

con violencia,

con dureza,

de los pies a la cabeza,

de la cabeza a los pies.

Así la sangre circula

y los poros resplandecen

y las carnes se endurecen,

y la vida se estimula.

Así consigue cualquiera

fortaleza y lucidez

y volver a la niñez,

sin llegar a la tontera”.

El capítulo dedicado a Pedro B. Palacios, porque así se llamaba Almafuerte, concluye con estas palabras: “Murió en La Plata el 25 de febrero de 1917. Tal vez se haya salvado, porque a menudo a Dios le gusta emplearse a fondo”.

Cuando retorné a concurrir a las misas de la Capilla, tenía una informante que lo que no lo sabía, lo inventaba; ella me dijo con seguridad, que la mujer de Higienol, era una dama misteriosa, que siempre usaba el barbijo y no se le conocía la cara..

Hasta que un día se lo sacó y descubrí que no era fea, sino linda, inteligente y enérgica. Yo me pregunté: ¿cómo puede estar casada un maniático  con Higienol? Hasta que un día conocí al marido verdadero, militar de caballería retirado, hombre de libros y letras, amante de las costumbres criollas, quien lleva la contabilidad de mis notas, hoy mi amigo, con quien compartimos tradiciones e ideales.

Pero mi familia y yo, en ámbitos públicos tenemos una preocupación por la higiene que va mucho más allá del modesto Higienol.

Mi padre, doctor en medicina, fue muchos años funcionario del Ministerio de Trabajo, comenzó sus tareas como médico inspector y concluyó sus funciones como Director Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo.

Su pasión fue lograr en la medida de lo posible la salubridad en el trabajo, de acuerdo al criterio de los papas León XIII y Pío XI para quienes era absurdo que en las fábricas en las cuales se ennoblecía la materia se arruinara la salud de quienes la trabajaban. Lo que sucedía era que muchos empresarios inescrupulosos, versión del capitalismo salvaje preferían el sistema del trabajo insalubre según el cual, los operarios trabajaban seis horas y cobraban ocho, antes de realizar las obras costosas que eliminaban las enfermedades laborales que dejaban a muchos mal para toda su vida, muchos jubilados jóvenes, por discapacidades producidas por ambientes viciados. 

Un día, cuando yo era adolescente, me invitó mi padre a su despacho, porque le ofrecerían una coima, con la cual, cambiaba el status económico de nuestra familia y nos convertíamos en nuevos ricos. Escondido detrás de un biombo, escuché el rechazo absoluto y sin vueltas, de la oferta. Volvimos a casa, y su actitud, a niveles más importantes, era la misma que la de Joly, un aviador de la Línea Orán Fez, compañero de Saint-Exupéry, quien, ante la oferta de una buena retribución, ofrecida por un árabe misterioso por un aterrizaje clandestino, le contestó: Ud. no sabe con quien está tratando. Me incorporé a la Línea porque es una escuela de energía y voluntad. El honor está por encima de las fortunas. Cuento con la confianza de mis superiores. Su oro guárdeselo. 

O sea que para mí la higiene no es indiferente; pero no soy, un fanático de la misma. Recuerdo un día en Capilla del Monte, recibimos la visita de dos familias amigas y que las hijas de una de ellas, se incorporaron al juego de nuestros hijos, sucios y divertidos, mientras el hijo del otro visitante, defensor de menores miraba de lejos el juego, vestido en forma elegante bajo el control rígido de su madre y de su abuela materna: no debía jugar en el jardín, para no ensuciarse

 Un atinado comentario de mi siempre amigo Horacio Marino, puso las cosas en su lugar: este que es defensor de menores, no es defensor de su hijo, oprimido por su higiénicas madre y  abuela, quienes le prohibían jugar y ensuciarse, porque no comprendían que a cierta edad es bueno chapotear en el barro y comer un poco de tierra, vivir la niñez, en forma plena, al aire libre, con los árboles y los animales, tanto es así que uno de mis nietos en el campo tenía tres casas cuando era chico: la casa árbol, cuyo escritorio era una rama baja tronchada, la casa bosque, en el seno de un laurel, con una entrada misteriosa, y la casa tuvo, en un canal seco mucho tiempo, construido como desagote del agua de lluvia. Allí, a veces se lastimaba, pero como no era Higienol, nunca llevaba en los bolsillos ni alcohol ni agua oxigenada, era el aire su remedio natural y tiene una salud de hierro. 

Buenos Aires, 14 de noviembre de 2024.                        Bernardino Montejano     

 

Comentarios
4 comentarios en “HIGIENOL
  1. Rubén

    El tener precauciones como el lavado frecuente de las manos, el ventilar los espacios cerrados , el evitar besar abrazar o tocar a otra persona , no toser cantar o reir en espacios cerrados …. es una manera de evitar el contagio por el covid 19. Que sigue existiendo. No se habla de ello como se hacía en 2020, pero siguen muriendo personas por dicho virus que se muta y ataca y mata.
    Sobre todo son peligrosas las iglesias, los supermercados, las pequeñas tiendas, las cafeterías pequeñas, los cines repletos de gente y sin ventanas….. que suelen ser sitios muy poco ventilados y llenos de ancianos que alomejor no se han vacunado adecuadamente o por que por tener menos defensas (por la edad ) pueden sin saberlo estar infectados y transmitir la terrible enfermedad
    No veo contradicción ninguna en creer en que la Sagrada Forma está Jesucristo y que el sacerdote antes de distribuir la Comunión se limpie las manos con el gel hidroalcohólico.
    LA ciencia en este caso nos habla de extremar la higiene y ventilar …. ¿ qué problema hay ? ¿ es que usted no conoce a algún contagiado y su desenlace fatal ? Se puede ser muy creyente y simultaneamente seguir los consejos de los expertos en microbiología , virología , epidemiología , neumología ….. NO SON REALIDADES OPUESTAS SINO COMPLEMENTARIAS

    1. Ninguna de las medidas implementadas por los amos del mundo, durante la plandemia, respondía a criterios de control del virus chino, solo a dominar a las gentes, allá los crédulos que creen que los gobiernos se preocupan por ellos y no por llenar los bolsillos de los funcionarios.

      Don Bernardino, según entiendo la dama misteriosa, no era la esposa del tal higienol, sino que su informante se lo había inventado todo.

  2. El tema principal es que lo que hace «Higienol» antes de comulgar por un lado demuestra que él no cree en la presencia en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Señor en la Hostia Consagrada. Y por el otro comete escándalo, incitando a otros a imitar su conducta en lo que hace a la Eucaristía.

    Monseñor Athanasius Schneider lo dejó muy claro, la Eucaristía no puede transmitir enfermedades. Es dogma de fe que la enfermedad es consecuencia del pecado original. Por ende, al haber estado el Señor (y seguir estando en la Eucaristía) libre de TODO pecado (original y actual), no podía (ni puede) enfermar ni transmitir enfermedades. ¿Qué en la Eucaristía lo que cambia es la sustancia pero permanecen los accidentes? Pues aún las ropas de Jesús curaban.

    Y si «Higienol» no hace las mismas operaciones cada vez que va a un bar a tomar un café o comer una factura, o cuando compra algo para comer en un kiosko de la calle y/o en situaciones similares, pues la ofensa que en los templos le infiere al Señor, que ya de por si es gravísima, se vuelve infinita.

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