Y de un obispo que en mi opinión lo ha hecho muy bien por donde pasó.
Mis más cálidos sentimientos de condolencia en estos momentos humanamente tristes.
Pero hoy no quiero hablar de él sino de su madre. No la conocí pero algo sé de eso. Porque mi madre lo fue también de cura. Y los obispos tienen el supremo orden sacerdotal.
De niños y jóvenes todos los hijos somos iguales para una madre. Pero las madres católicas, que lo son las de la inmensa mayoría de los sacerdotes, y cuando digo católicas no me refiero a un bautismo y poco más, una vez que un hijo llega al sacerdocio pasa a ser su favorito. Con un particular fenómeno. Todos los demás hijos lo entendemos sin la menor muestra de celos. Era su «curita».
He dicho en ocasiones que el mejor negocio para una madre es tener un hijo sacerdote. Mi hermano es religioso y no es exactamente lo mismo. Hasta que ella muere vive para el hijo y el hijo mucho para ella. Sin nueras, que las hay muy buenas, muy malas y mediopensionistas, mi mujer en eso ha tenido una inmensa suerte. Sin familia directa que impone otro domicilio, en la mayoría de los casos, y otros amores aunque el que se tiene por la madre siempre perdura. Al menos en la mayoría de los casos. Pero es compartido. El del hijo sacerdote es sólo para ella. ¡Y cómo les ha cuidado!
Mi hermano estaba en Brasil, le llamamos en la inminencia del desenlace, y murió feliz con sus manos entre las de su «curita». Él le cerró los ojos y le dio su última absolución. Y derechita al cielo.
Eso lo de aquí. Porque lo de allí no es difícil imaginar. Ahí no caben misericordias, perdones ni otras zarandajas. Entiéndaseme bien. No llamo zarandaja al perdón y a la misericordia que yo espero y deseo alcanzar de Él. Pese a tantas miserias mías. Lo que quiero decir es que allí lo que se dará es el Amor en un abrazo indescriptible con Cristo. Y el Padre pensará: Yo te di a mi Hijo en la Cruz y tu me has dado al tuyo. Tal vez al principio con alguna cruz. No fue el caso de mi madre que lo entregó gozosa a la Compañía de Jesús.
Don Fidel, madres santas, con todas las debilidades humanas, generalmente escasísimas, pero felices con su entrega a Dios de su hijo bienamado. En estos momentos dolorosos según la carne mi proximidad afectuosa. Sabe que le espera allá arriba para el día en el que llegue el abrazo eterno ante el gozo sonriente de Dios.
La he encomendado a Dios esta mañana y lo volveré a hacer en la misa de esta tarde. Pero con conciencia de que le estoy importunando. ¿Qué me vienes a pedir si ya la tengo conmigo? Me ha dado un hijo cura y obispo. ¿Voy a detenerme si un día rezó distraída el rosario o si se quedó dormida antes de las tres avemarías?
No voy a decir que por si acaso. Dios no mide esas cosas. Pero sabe distribuir oraciones. No las ahorréis. Otro difunto se beneficiará de ellas. Y Don Fidel, de algún modo, también. Es hermosa la comunión de los santos aunque nuestra parte sea tan pecadora.
A mí lo que ha escrito Gelasio tambièn me parece muy razonable y educado.
Porque lo es.
Ninguno, simplemente me pareció que lo que habia escrito Gelasio era razonable
Llevo años leyendo sus artículos, y he de confesar que no le tengo especial predilección. Unas veces de acuerdo y otras menos de acuerdo, no estoy muy conforme con las críticas que algunas veces hace a algunos miembros de la Iglesia y lo beligerante que es con otros…. Pero hoy, D. Fco., creamé que me ha llegado al alma. Y pienso, sin borrar ni una coma de lo que le pongo al principio, que ud, es una buena persona y un hombre de bien. Sigo encantado de leerle y encantado de haber encontrao en mi camino este blog con el que aprendo mucho.. un abrazo bajo el manto de mi querida patrona la Virgen de la Fuensanta.
En ese caso vd. es libre de opinar como quiera y yo también. Algún problema?
Precisamente pensé que de referua a él.
A Jack Linois:
En absoluto, lea el tercer comentario.
Recuerdo que el Arzobispo Don Emilio Benavent, que gloria haya, me comento a comienzos de Agosto de 1979, que su madre, Doña Melchora le causaba preocupación, pues tenía una carencia de hierro que ya no se podía compensar. Me decía: Las madres de los Sacerdotes forman parte de su vida. Deberían fallecer posteriormente a los hijos.
A mediados de 1980 Doña Melchora entregaba su alma al Señor, y Don Emilio se vio rodeado de la cercanía moral de sus capellanes, cuyo aprecio se había ganado en muy poco tiempo.
Eso ultimo sobraba, Zas
Y si su perro tuviera ruedas sería una bicicleta.
Pues yo creo que la madre de un cura tiene un gran trecho recorrido en el camino de la santidad.
Generalmente los curas salen de familias con fuerte sentimiento católico y ese sentimiento quien lo mantiene es la madre. Luego se convierte en la madre del cura y aparte de cuidarlo, comparte también los sinsabores del ministerio, que ser cura no es un camino de rosas, o sí, pero por la parte de los tallos.
De modo que en estos casos, cuando es llamada a la casa del Padre, casi seguro que entra por la puerta grande. Y me entran ganas de, en lugar de rezar por su alma, pedirle que interceda por nosotros.
Mi más sentido pésame a don Fidel. Voy a encomendar a Dios el alma de su madre.
También sé por experiencia el vacío que deja una madre: Mañana hará nueve meses que la mía fue llamada a la casa del Padre.
Mi más sentido pésame para D. Fidel. Pero discrepo con Ud, sr. Cigoña, en su post. La santidad de una madre no depende de la vocación que Dios mande a un hijo o de la propia santidad de éste. Muy santa puede ser la madre de un laico, religiosa, obispo o ermitaño. Es más: puede ser santa incluso si su hijo es un pecador empedernido, un apóstata o un criminal. Lo que Dios les pide a las madres cristianas es que siembren en el corazón del hijo el Evangelio, y Dios y la elección libre del hijo determinarán el camino de éste. ¿Pedimos cuentas a Dios por la vocación que a cada uno manda? ¿Dios le pide cuentas a las madres si éstos eligen un camino errado aunque hicieron todo lo posible por su educación cristiana?
En mi familia, como en todas, hay de todo: hermanos religiosos, un diácono, laicos comprometidos y alguno alejado total y abiertamente hostil a la Iglesia. ¿Es mi madre más o menos santa por el camino de sus hijos? ¿Tiene ya el Cielo asegurado porque los primeros hijos le han salido «bien»? Y si sólo hubiera tenido apóstatas, ¿su condenación sería segura? ¿Santa Mónica es santa por ella misma o por su hijo? ¿Y si san Agustín no se hubiera convertido? ¿Sería menos santa?
Yo me uno al gozo esperanzado de D. Fidel, de haber entregado una madre al Señor. Que Él la acoja como sabe hacer con los que le son fieles, y a sus familiares y cercanos, mi más sentido pésame.
QEPD.