FLORES DEL CATOLICISMO ARGENTINO

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FLORES DEL CATOLICISMO ARGENTINO

Ayer, nos dedicamos a relatar la penosa situación de la Iglesia en la Argentina, la Iglesia con una jerarquía que en tiempos de la plandemia ni siquiera supo distinguirse de un gobierno corrupto, integrado por tres pitufos: el hoy presidente turista Fernández, el amigo Horacio, así llamado por el turista, el jefe de la Ciudad Apóstata de Buenos Aires, Rodríguez Larrata y el hace poco reelegido gobernador de la Provincia Bonaerense, Axel Kicillof.

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Se calcula que la Iglesia ha perdido un tercio de sus fieles, lo que se pudo comprobar con el retorno a una cierta normalidad.

Sin embargo, en este crepúsculo de nuestro catolicismo, como canta el tango “el árbol sin flores tuvo su flor”; en este caso nacieron muchas flores, que auguran para el mañana, con la bendición de Dios y una esforzada tarea humana, una nueva primavera.

De las muchas flores existentes elegiré tres: el Instituto del Verbo Encarnado, el Instituto Mater Dei y el Instituto Cristo Rey.

En primer lugar, el IVE, el cual, entre sus dos ramas, suma 2.600 integrantes aproximadamente. Fundado por el P. Carlos Buela, discípulo del P. Meinvielle, perpetúa el pensamiento de ese gran sacerdote argentino.

Recuerdo cuando hace ya muchos años, fui convocado por el P. Buela para participar en un ciclo de conferencias sobre el “Proyecto Nacional”, publicado después como “Actualidad de la Doctrina social de la Iglesia” por Abeledo-Perrot”. Abrió el ciclo el obispo de San Luis, Juan R. Laise y participamos entre otros Enrique Díaz Araujo, Juan Carlos Montiel y yo.

Cuando comenzó mi gestión en el Instituto de Filosofía Práctica, una de las primeras conferencias estuvo dedicada a Meinvielle, a cargo de Buela y concluyó con una comida numerosa en la residencia de la familia García Bouza en Vicente López.

El total de efectivos del IVE se discrimina así: religiosos aproximadamente 950, de los cuales 436 son sacerdotes; monjas y aspirantes: 1650, de las cuales 871 con votos perpetuos y 159 con votos temporales. Este año, el mes que viene, el nuevo obispo de San Rafael, que no es un enemigo como lo era Taussing, ordenará 7 diáconos y varios sacerdotes.

Por otro lado, hoy aparecen en los medios muchas veces noticias del IVE, cuyos misioneros se encuentran en los lugares más insólitos del mundo, como en Gaza cuyo único párroco católico el P. Romaneli, pertenece al Instituto y comparte el peligro de la barbarie cotidiana, con varias Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará y un puñado de monjas de Teresa de Calcuta. No puedo olvidar entre esas Servidoras a las monjas ucranianas que se distinguen por el hábito enteramente negro.

Tampoco puedo olvidar las últimas palabras de Buela, al volver de una cita con el obispo de Roma: “fue una victoria a lo Pirro. Porque tenemos que confiar en la palabra de un hombre que no tiene palabra”.

Así crecen las flores del IVE, como los árboles de la selva virgen que crecen rectos, hacia arriba, en busca del sol, con la urgencia de un llamado, rodeados de enemigos que le disputan ese sol, en palabras de Saint-Exupéry, que cito de memoria.

En segundo lugar, el Instituto Mater Dei de San Luis, fundado por el obispo Laise, conducido con mano prudente y firme por la madre María Jesús. Varias veces fui hospedado por estas monjas admirables, gocé de su fervor, de su liturgia cuidada, de su música edificante, del coro de la hermana Cecilia. Allí, un ciclo de exposiciones, es el germen de la undécima parte de mi libro “Jardinero de hombres”, titulada “En busca del Dios perdido”.

En estos tiempos de sequía vocacional, el Instituto crece y se extiende más allá de la Argentina, donde hoy tiene cuatro casas: San Luis capital, Villa Mercedes, Quines e Ingeniero Maschwitz y en otros países: Nuevo Buin, Chile, Quebec, Canadá y Madrid, Getafe, España, donde recuperan la historia de un antiguo convento.

En último lugar el Instituto Cristo Rey, cuya casa madre se encuentra en Roldán, Provincia de Santa Fe, fundación del Padre Torres Pardo, desprendimiento de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, que crece, se extiende con nuevas fundaciones en la Argentina y en España y se caracteriza por su fidelidad con el espíritu que le supo infundir su fundador, hace poco fallecido, después de una vida santa y fructífera.

Estos Institutos han crecido rodeados de enemigos, quienes con lupa buscan la paja en el ojo ajeno. Los mismos que destruyeron a los Franciscanos de la Inmaculada, son quien hoy aun buscan la destrucción del IVE, todavía comisariado. Pero, no podrán. La intriga, la murmuración, la calumnia, se estrellan contra la solidez y la coherencia de los nuevos discípulos de ese maestro común, que fue Julio Meinvielle.

Que él, desde su destino eterno pida a Dios que nos auxilie y nos fortalezca y que estas realizaciones palpables alimenten nuestras esperanzas.

Bernardino Montejano

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