El año que acaba de terminar creo que superó el medio centenar de muertes por esas motivaciones. La cifra no es elevada si la comparamos con las muertes por accidente de circulación, cáncer, infartos… Pero aun así es tremenda. Y tendría una fácil solución. Hasta el punto de que casi desaparecieran. Que en cinco días de enero ya llevemos dos da mayor importancia a lo que quiero deciros. También las otras pueden reducirse y en ello se está. Avances médicos, control de los automovilistas y concientización de los mismos… Pero todo ello es más complicado. La de los lamentables casos a los que me refiero ahora y algunos aledaños, con o sin derramamiento de sangre: divorcios, abortos… tienen un facilísima solución. Bastaría querer vivir como Dios manda. Y ello no sólo ahorraría tanta tragedia sino que, además, daría un vivir feliz, dentro de lo que cabe en este valle de lágrimas. Las estadísticas son importantes pero no reflejan siempre la realidad. Lo he mencionado más de una vez. Si entre un pobre y un rico se consume un pollo no es cierto que cada uno se coma medio pollo. El pollo se lo come el rico. Y es que no se entra en mayores detalles. En España se divorcia el x por ciento de los matrimonios. Con todo lo que ello implica. Para el cónyuge abandonado, hombre o mujer, para los hijos, para la economía familiar… Más los abortos, los homicidios de pareja, la degradación social que todo ello implica… Faltan datos, que siempre se ocultan, no se sabe bien por qué, o se sabe demasiado, para un buen estudio sociológico de todos esos casos. Y serían muy importantes. No se publican, o están en sitios de difícil acceso, los porcentajes de ruptura de matrimonios homosexuales. El índice de divorcios entre católicos practicantes y entre los que viven al margen de la religión. El asesinato de la mujer por un marido en el que ambos eran asiduos a la Iglesia y el de aquellas que la pareja no la frecuentaba. Los divorcios de quienes llevaban una vida religiosa, en la que participaban los hijos, y los de aquellos en los que su última misa, aparte de algún funeral familiar, fue la del día de su boda. Casos de locura, o de otras circunstancias, se dan también en familias religiosas. Pero pienso, tal vez equivocadamente, que la relación frecuente con Dios y sus sacramentos, si figuraran en las estadísticas, las harían mucho más reales. Conozco muchos casos de divorcio entre amistades o simplemente conocidos. Algunos incluso en mi familia más o menos próxima. No sé de ninguno entre los que vivían religiosamente. Cuando se hacen tantos esfuerzos por conservar el peso, tantas operaciones rejuvenecedoras, tanto sacrificio en no pocos para darles a sus hijos lo mejor, o lo que creen mejor, qué pocos trabajos por mantener lo importante, la convivencia amorosa, la relación familiar, la conservación de valores, el vivir todos contentos en comunión de ideales. Tenemos al alcance de la mano vivir felices en lo que cabe en este mundo. Y es vivir como Dios manda. Alejarse de eso se paga. Y lo pagan los hijos. Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a su Iglesia. Mujeres, respetad a vuestros maridos. Padres, no exacerbéis a vuestros hijos con mandatos despóticos. Hijos, honrad a vuestros padres incluso cuando hayan perdido con los años la razón. No es sólo un mandato para alcanzar el cielo. Es también una regla para vivir aquí lo más felizmente posible. Las estadísticas no lo tienen en cuenta. Pero es lo más importante. Viviendo así no habría mujeres asesinadas o maltratadas, padres divorciados y después abandonados, hijos perdidos en la droga o la delincuencia. Y si hay algún caso, que lo habrá, será la excepción que confirme la regla. El olvido de Dios, vivir como si no existiera, aunque el matrimonio hubiera sido en la Iglesia, lleva a la situación en la que nos encontramos. Y que no tiene otra solución que el regreso a Dios. Por supuesto quienes quieran. Los que quieran vivir felices aquí, dentro de lo que cabe, y luego en plenitud en el cielo.
Estamos a 5 de enero y creo que ya son dos las mujeres asesinadas por relaciones de pareja o expareja
| 05 enero, 2016
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