EL DIOS DE ISRAEL

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EL DIOS DE ISRAEL

Hoy, en “La Nación” aparece un artículo de Antonio Boggiano, titulado “El Dios de Israel”. Para quienes no lo conocen, esa persona fue ministro de la Corte Suprema de Justicia y profesor de Derecho Internacional Privado en la Pontificia Universidad Católica Argentina.

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En la Corte, avaló con su voto la no prescripción de los delitos de “lesa humanidad” y a pesar de sus esfuerzos por congraciarse con el matrimonio gobernante, fue apartado de la misma. Su actitud, contrasta con la dignidad de otros católicos, ministros del alto tribunal, entre los cuales destaco a tres maestros y amigos Tomás Casares, Luis Cabral y Abelardo Rossi.

En la vergonzosa sentencia del caso “Arancibia Clavel, Boggiano votó junto al ahora promovido en el Vaticano, Eugenio Zaffaroni y al actual ministro Maqueda. Honraron su cargo las disidencias de Augusto Belluscio, Calos Fayt y Adolfo Vázquez. Pero igual fue destituido por mal desempeño, aunque cobrando su jubilación de privilegio.

Como profesor, nunca fue querido por sus alumnos objetos de sus caprichos y arbitrariedades y es lógico que en una encuesta realizada por la revista “Nexo” en 1987, en la cual el 35% de los encuestados respondieron que el 58% de los profesores merecía tal título, no figuraba Boggiano, entre los distinguidos por alumnos que diariamente disfrutaban de sus clases como Bidart Campos, Montejano, Llerena Amadeo, Cabral, Aón, Anaya, Gowland, di Pietro, Labanca, Estrada, Padilla, Spota, Yacobucci, Pena, Castro Hernández, Risolía, Gramajo y Etala.

También debió acabar mal en la UCA si hubiera sido justamente resuelta una denuncia de exalumnos. Pero cuando yo, consejero por los profesores titulares pedí la sanción, el decano me contestó: “No se puede sancionar a nadie, porque detrás de Boggiano está el Opus Dei y detrás de los denunciantes el vicerrector”, que era Bidart Campos, en cuyo despacho se había redactado la nota, como me enteré después. La acepción de personas, vicio contrario a la justicia distributiva, presente aquí en grandes dimensiones.

Pero ahora, Boggiano nos sorprende con este artículo, que respecto a la guerra que tiñe de sangre inocente otra vez Tierra Santa, concluye así: “Si sabemos que seguiremos de sorpresa en sorpresa, solo nos queda una certeza inconmovible. El Dios de Israel”.

¿Estará por convertirse al judaísmo? Tal vez, porque en la Argentina de hoy casi todo es posible. Los cristianos tenemos otra certeza inconmovible, más allá de todas las oscuridades que nos rodean: la fe en nuestro Dios, Uno y Trino. No es Alá; nuestro Libro no es el Corán. No es tampoco, el Dios de Israel. Nuestro Libro son las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento; no es el Antiguo separado del Nuevo y menos el Talmud.

Nuestro Dios es el Dios de los cristianos, el Padre todopoderoso, el Hijo redentor del mundo, el Espíritu Santo, señor y dador de vida. La piedra que desecharon

los constructores es ahora la piedra angular. Como leemos en el evangelio según San Juan que antes estaba presente en todas las misas dominicales: “El Verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios” (1, 9,11/12).

Esta es la palabra de Dios, que convoca a todos los hombres, sin excluir a nadie; todos están llamados a ser hijos de Dios. Pero mientras no reciban a Cristo, los no cristianos son criaturas de Dios, creados a su imagen, pero todavía no hijos. ¡Basta de confundir como hoy, por desgracia, hace muchas veces el Siervo de los siervos de Dios!

Bernadino Montejano

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