| 21 abril, 2018
Me lo envía un amigo y creo que merece ser leído.
Es una creación literaria pero con muchísima base en la realidad.
https://ceroenprogresismo.wordpress.com/2018/04/18/el-cura-progre/
Para meditarlo. Sobre todo por algunos curas. Y obispos.
P.D.: Perdón. Se me había pasado poner el enlace. Nunca faltan amables lectores que lo subsanan.
Al final, creo que Dios se acerca a quien, de corazón, lo busca. Los caminos de la religión, contemplados desde la perspectiva mundana, parecen detenerse bruscamente en el absurdo; no conducen a ninguna parte. Pero los progres se dicen empeñados en buscar su salida, avanzándolos, sobre los horizontes de esta Tierra, hacia terrenos que siempre acaban por encontrarse más baldíos y cenagosos. Nunca comprenderán que sólo tienen sentido como humildes pistas de despegue.
Sensacional alegoría acerca de lo que ocurre hoy en la Iglesia merced a la aplicación tergiversada del CVII. Y es que esta mal llamada «primavera en primavera» en referencia al pontificado del papa jesuita, no es sino la antesala del duro invierno nuclear que se le viene encima a la Iglesia de Cristo. Propiciado, cómo no, por un sector muy importante de la Iglesia, timorato, cobarde y felón ante enemigos internos de la Iglesia, liderados por el propio papa jesuita. Así piensan ellos: «si no puedes derrotar a tu enemigo, únete a él». La CEE se lo tendría que hacer mirar: DE DIOS NADIE SE BURLA.
¿Es inútil resistir?
Fray Albert Thomas Dempsey OP
18 de Abril de 2018
Uno de los historiadores más influyentes y olvidados del siglo XIX fue el dominico austríaco, Padre Heinrich Denifle.
A pesar de tener muchas responsabilidades de gobierno, el Padre Denifle encontró tiempo para bucear en miles de manuscritos medievales, contribuyendo muy positiva y significativamente al estudio de la mística medieval, el nacimiento de las universidades, la Guerra de los Cien Años y la vida de Martín Lutero.
En vida, su obra fue alabada por católicos, protestantes y eruditos seglares de toda Europa.
En sus últimos años el Padre Denifle examinó el declive general en la observancia en el clero al final de la Edad Media, así como los ejemplos contrarios y no infrecuentes, de clérigos virtuosos en grado heroico.
Durante los siglos XIV y XV, Europa soportó la triple calamidad de la guerra, el hambre y la peste. La población de Europa no se recuperaría completamente hasta la revolución industrial.
La muerte reclamó a los malvados y a los piadosos por igual, y la Iglesia quedó herida por el cisma.
Además, la tendencia intelectual predominante de la época -el nominalismo- postuló un Dios absolutamente arbitrario y terriblemente vengativo.
Estos factores llevaron a muchos en la Baja Edad Media
-incluso sacerdotes y religiosos- a adoptar, o un ascetismo extremo, o un hedonismo nihilista.
El Padre Denifle observa que lo curioso de muchos sacerdotes laxos era que seguían distinguiendo el bien del mal. Su error residía, en pensar que no podían evitar el pecado cuando se enfrentaban a la tentación.
¿Suena familiar? Muchos de nuestros contemporáneos todavía reconocen la incorrección del pecado, como comer en exceso, el adulterio, la calumnia o la malversación de fondos.
Sin embargo, a menudo nos exoneramos a nosotros mismos aduciendo falta de libertad: «Simplemente no pude evitarlo.»
Nuestra sociedad explica y despacha rápidamente las acciones desordenadas al señalar causas psicológicas o biológicas, ya sean experiencias traumáticas, trastornos psicológicos o simplemente que se ha nacido de una manera determinada.
Al intentar aliviar la culpa moral, esta tendencia moderna elimina el factor humano de la libertad, reduciéndolo simplemente a reaccionar ante los estímulos en vez de tomar decisiones libres y creativas.
Sin embargo, las Escrituras son bastante claras cuando hablan de que los hombres, en general, retienen la responsabilidad moral de sus obras.
Si bien los trastornos psicológicos y fisiológicos pueden influir negativamente en el comportamiento humano, no son la única causa de las acciones desordenadas.
Como lo explica Santo Tomás de Aquino, la posibilidad del pecado descansa principalmente en la libertad de nuestra naturaleza creada. Como seres creados somos finitos y, por lo tanto, deficientes, capaces de extraviarnos al no amar lo que debemos y según el modo debido.
Además, a causa de la mácula del pecado original, el hombre caído está menos inclinado a obrar el bien.
Existe la ignorancia en el intelecto y la malicia en la voluntad, por la cual amamos los bienes de menor entidad, más de lo que deberíamos.
Incluso nuestro apetito sensitivo está desordenado por la concupiscencia y la debilidad: Deseamos en exceso lo sensual, lo placentero y rehuimos el esfuerzo por obtener el bien arduo.
Por lo tanto, nuestros sentidos y emociones a menudo pueden sobrepasar y oscurecer un intelecto y una voluntad alterados, y todo ello nos conduce a actuar irracionalmente.
Sin embargo, el pecado original no corrompió por completo la naturaleza humana, como si Adán y Eva se hubieran transformado en algún otro tipo de criatura.
El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, continúa siendo una criatura racional que posee intelecto, voluntad y libre elección.
No importa cuán inclinado hacia la virtud pueda estar desde su pecaminosidad, pues, conserva la semilla de la virtud, porque la inclinación a la verdad y el bien -meta de las acciones virtuosas- está inscrita en la misma naturaleza del intelecto y la voluntad.
Además, las potencias o facultades básicas, continúan fundamentalmente subordinadas a las superiores, anhelando ser dirigidas al bien mediante la libre elección.
El pecado no destruye nuestra libertad, simplemente hace que sea más difícil ejercerla, y actuar como sabemos que debe hacerse (Cfr. Rom 7, 19).
Sin embargo, la gracia de Dios es capaz de penetrar los más profundos recovecos de nuestra naturaleza caída, sanándola y elevándola interiormente.
Por lo tanto, no desesperemos pensando que es imposible resistir a la tentación, o creyéndonos incapaces de obrar de acuerdo con la recta razón.
Más bien, recordemos que nuestra naturaleza no ha sido completamente despojada de su libertad, y pidamos suplicantes la ayuda de Dios para ejercitar bien nuestra libertad a pesar de nuestra naturaleza herida, recordando Su enseñanza: «Te basta Mi gracia, porque la virtud se perfecciona. en la debilidad.» (2 Cor 12, 9).
El autor es Carlos López Díaz, de quien leí su interesante libro «Contra la Izquierda». Es un católico liberal de la comunidad hispánica de naciones, tengo mucho en común con él.
No se preocupe D. Fco José, no lo leerán y si lo leen pensarán que es una exageración y que el buen camino es abrir las puertas.
Aquí está el enlace:
https://ceroenprogresismo.wordpress.com/2018/04/18/el-cura-progre/
Don Francisco José, no vemos el enlace por ninguna parte.
https://ceroenprogresismo.wordpress.com/2018/04/18/el-cura-progre/
¿Y donde está el enlace?