No tengo absolutamente nada en contra de que el pueblo en el que nació, con su alcalde al frente, la Junta de Extremadura con su presidente, Religión Digital con su director homenajeen a ese extremeño de 90 años y amplia trayectoria de escritor. Me parece normalísimo.
Aradillas es además sacerdote y de ideas avanzadas que le valieron ser suspendido a divinis en su día en lo que creo recordar que intervino y no a su favor el cardenal Tarancón.
Ideas que mantiene muchos años después según refleja la crónica que RD le dedica.
Uno piensa, y mis pensamientos me los administro yo, que en el homenaje a un cura que postula el sacerdocio de la mujer, el celibato opcional y otra Iglesia, no debería estar el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga, que, creo, lo es de esta Iglesia y no de otra. Porque si fuera de la que pretende Aradillas debería decirlo para que todos supiéramos donde estaba.
Y en el homenaje a Aradillas, que me parece muy justificado por algunos, en mi opinión Morga estaba de más.
Tampoco es para estar recordándole toda su vida: homenajeaste a Aradillas, homenajeaste a Aradillas… Que hay españoles muy reiterativos y con memoria de elefante. Tampoco su presencia es muy grave pero uno piensa que el arzobispo sobraba. Y como lo piensa, lo dice. Lo de que «la Iglesia no se acaba, la que se acaba es esta Iglesia» no creo que lo comparta quien es nada menos que arzobispo de esa Iglesia que según Aradillas se acaba. Pues eso es lo que Morga incoherentemente, hasta es posible que inconscientemente, estaba homenajeando. Si es que hay algunos que si los dejas en un prado se ponen a comer la hierba.
El comentario en la noticia original de RD de una usuaria de Facebook, creo que vale por toda la crónica y los pies de foto (porque ver las fotos da lástima…):
«Bufff, qué bodrio Aradillas y que pelotillorro Vidal y Bastante. La Iglesia que se acaba es la vuestra, Ladillas. Sin futuro ni nadie que os siga, por muchos aplausos que den unos cuantos octogenarios en un cine de pueblo…»
Desde que leí la homilía de Munilla en el funeral de Setién, he dejado de creer en la jerarquía de la Iglesia española. Me quedo con el ejemplo de un valiente defensor del Evangelio, como el cardenal Sarah: un siervo de Dios que no abdica de su obligación.
Aradillas, al que he leído hace tiempo ocasionalmente, me suscita cierta simpatía, y creo que es una persona bienintencionada, – por cierto, bien instalada durante el régimen pasado en el periódico Pueblo y marginada y perseguida (1982) a partir de la “transición” – pero lo que desde luego no parece ser, es de ideas avanzadas. Al menos en lo que se refiere a lo de sacerdotisas, más que avanzadas resultan bien arcaicas del II milenio antes de J. C., y al parecer como producto degradado de algunas religiones. Lo que desde luego parece fuera de lugar, es la asistencia a su homenaje de un arzobispo, por mucho que añoren sus artículos en el diario Pueblo.
Don Antonio Aradillas me merece todo el respeto del mundo; sus ideas, ninguno.
Si tener pensamientos o sensaciones en contra de la Iglesia es tener ideas avanzadas, el diablo ha tenido siempre ideas avanzadísimas. Yo creo que el adjetivo adecuado es «diabólicas».