Llevan años los jesuitas apuntalando el descalabro ideológico de la Iglesia dirigida por Francisco. Conviene leer no sólo a Spadaro para darse cuenta de la carga de profundidad contra la barca de Cristo que supone el desarme doctrinal de la Iglesia. En la revista Gregorianum, de la Universidad Gregoriana, vienen publicado con insistencia artículos relacionados con las tesis disparatadas de Francisco aupándolas nada menos que a nuevo método teológico. Francisco non tendrá método ni siquiera para acabar una tesis doctoral, según es sabido, pero está claro que tiene un equio dispuesto a armarle uno con apelaciones nada menos que al Espiritu Santo. Es el método que en dogma defiende la aberración de que el Dios de los Católicos no es el Dios de todos y en moral la tesis de que no existe moral objetiva, que todo es cuestión de interpretación (discernimiento y acompañamiento). Cuánto se echa en falta unos teólogos de raza que pongan pie en pared y digan eso, sencilla y llanamente, es mentira Santidad. Porque si no, se van envalentonando y piden ya cerrar filas y someterse a las tonterías de la Amoris Laetitia esgrimiendo el argumento, como hizo ayer Tucho, que eso va a Misa, es decir, que es magisterio. No son cosas banales. La situación no sólo es esperpéntica, es maquiavélica.
Ya sé que es inútil y que se me va a tomar por un necio. Pero me tira este blog tan clerical él y tan carlistón.
Hubo una vez un Concilio como Dios manda, tan verdadero como los grandes Concilios que lo precedieron, desde el de Jerusalén hasta el Vaticano I.
Ese Concilio quiso planearse con objetividad la comunicación real y verdadera de la Iglesia Católica con la sociedad nacida de la Revolución Industrial. Pero la clase dirigente del catolicismo ante las exigencias prácticas de las conclusiones conciliares entró en pánico e implantó un largo periodo restauracionista disfrazado de modernidad en el que el cáncer que corroía a la Catolicidad dio la cara: escándalos económicos, sexuales, lucha cainita por el poder y lo más grave, la indiferencia absoluta de fieles e infieles.
La gravedad de la situación llevó a la renuncia del Papa. El sucesor, en cuanto ha podido, ha vuelto, como ha podido, al inteligente modo jesuita, a plantearse seguir en la estela del malogrado Concilio. Y la gerontocracia eclesial (todos mayores de 80 añitos) quieren seguir fosilizando lo de siempre. Pero Dios trabaja todos los días y el Espíritu sopla donde y cuando quiere y al final o la Iglesia se renueva o desaparece. Los fósiles son piedras, inmutables sí, pero muertas para siempre. Objetos de museo o de gabinete de curiosidades.
Dejo un enlace con todos los documentos del Concilio Vaticano II para que quien quiera los pueda leer y sacar sus propias conclusiones acerca del grado de cumplimiento que se está dando a los mismos; el cual es claramente desigual (compárese, por ejemplo, la sintonía del Papa con la declaración Nostra Aetate y su falta de sintonía con lo establecido en Sancrosanctum Concilium acerca del uso del latín en la liturgia): https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm
En otro orden de cosas, convendría que aclarara a quienes se refiere cuando habla de gerontocracia eclesial porque en la definición que ha dado no tienen cabida cardenales como Sarah y Müller puesto que ambos tienen menos de 80 años, pero, sin embargo, sospecho que sí que los incluye entre los miembros de la gerontocracia eclesial aunque, evidentemente, podría estar errado.
«al inteligente modo jesuita»;
mas bien diría al malvado modo jesuita. por cierto, los escándalos económicos, sexuales, la lucha cainita por el poder y la indiferencia absoluta de fieles e infieles, no han desaparecido, sino que siguen estando muy presentes con el porteño bergoglio siendo papa.
¿Los obispos checos tenían necesidad de preguntar si los divorciados en nueva unión pueden comulgar? ¿No está claro en la doctrina de la Iglesia?
Llevan años los jesuitas apuntalando el descalabro ideológico de la Iglesia dirigida por Francisco. Conviene leer no sólo a Spadaro para darse cuenta de la carga de profundidad contra la barca de Cristo que supone el desarme doctrinal de la Iglesia. En la revista Gregorianum, de la Universidad Gregoriana, vienen publicado con insistencia artículos relacionados con las tesis disparatadas de Francisco aupándolas nada menos que a nuevo método teológico. Francisco non tendrá método ni siquiera para acabar una tesis doctoral, según es sabido, pero está claro que tiene un equio dispuesto a armarle uno con apelaciones nada menos que al Espiritu Santo. Es el método que en dogma defiende la aberración de que el Dios de los Católicos no es el Dios de todos y en moral la tesis de que no existe moral objetiva, que todo es cuestión de interpretación (discernimiento y acompañamiento). Cuánto se echa en falta unos teólogos de raza que pongan pie en pared y digan eso, sencilla y llanamente, es mentira Santidad. Porque si no, se van envalentonando y piden ya cerrar filas y someterse a las tonterías de la Amoris Laetitia esgrimiendo el argumento, como hizo ayer Tucho, que eso va a Misa, es decir, que es magisterio. No son cosas banales. La situación no sólo es esperpéntica, es maquiavélica.
Ya sé que es inútil y que se me va a tomar por un necio. Pero me tira este blog tan clerical él y tan carlistón.
Hubo una vez un Concilio como Dios manda, tan verdadero como los grandes Concilios que lo precedieron, desde el de Jerusalén hasta el Vaticano I.
Ese Concilio quiso planearse con objetividad la comunicación real y verdadera de la Iglesia Católica con la sociedad nacida de la Revolución Industrial. Pero la clase dirigente del catolicismo ante las exigencias prácticas de las conclusiones conciliares entró en pánico e implantó un largo periodo restauracionista disfrazado de modernidad en el que el cáncer que corroía a la Catolicidad dio la cara: escándalos económicos, sexuales, lucha cainita por el poder y lo más grave, la indiferencia absoluta de fieles e infieles.
La gravedad de la situación llevó a la renuncia del Papa. El sucesor, en cuanto ha podido, ha vuelto, como ha podido, al inteligente modo jesuita, a plantearse seguir en la estela del malogrado Concilio. Y la gerontocracia eclesial (todos mayores de 80 añitos) quieren seguir fosilizando lo de siempre. Pero Dios trabaja todos los días y el Espíritu sopla donde y cuando quiere y al final o la Iglesia se renueva o desaparece. Los fósiles son piedras, inmutables sí, pero muertas para siempre. Objetos de museo o de gabinete de curiosidades.
Usted es vomitivo. Y lo que dice, más todavía.
Dejo un enlace con todos los documentos del Concilio Vaticano II para que quien quiera los pueda leer y sacar sus propias conclusiones acerca del grado de cumplimiento que se está dando a los mismos; el cual es claramente desigual (compárese, por ejemplo, la sintonía del Papa con la declaración Nostra Aetate y su falta de sintonía con lo establecido en Sancrosanctum Concilium acerca del uso del latín en la liturgia): https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm
En otro orden de cosas, convendría que aclarara a quienes se refiere cuando habla de gerontocracia eclesial porque en la definición que ha dado no tienen cabida cardenales como Sarah y Müller puesto que ambos tienen menos de 80 años, pero, sin embargo, sospecho que sí que los incluye entre los miembros de la gerontocracia eclesial aunque, evidentemente, podría estar errado.
«al inteligente modo jesuita»;
mas bien diría al malvado modo jesuita. por cierto, los escándalos económicos, sexuales, la lucha cainita por el poder y la indiferencia absoluta de fieles e infieles, no han desaparecido, sino que siguen estando muy presentes con el porteño bergoglio siendo papa.