Ya estamos en Madrid tras un viaje maravilloso por Malta y Sicilia. Este es el final. Con nuestro agradecimiento a quienes lo hicieron posible.
Habíamos concluido en Catania. Y pasamos al lado norte del Etna. Que vaya si fumaba. Por varios cráteres. El cielo azul estaba cruzado por una larga nube blanca que salía del volcán. Maravillosa vista.
Taormina es una preciosidad de pueblo. En terrazas. No monumental pero encantador. Atiborrado de turismo. Seguramente su lugar más espectacular sea su teatro griego pero ya os dije que eso no me motiva demasiado. Lo que la hace una ciudad encantadora es su situación. El mar, el Etna, los farallones que la cobijan por el oeste, donde hay pueblos encaramados que deben ser hermosísimos, justifican sobradamente las ascensión por una carretera de infinitas revueltas en las que los autobuses tienen que esperar a que no suba otro para invadir el carril contrario. Y hasta las simples «maquinas». Y con un aparcamiento complicado.
Las vistas desde el hotel, a pocos kilómetros de Taormina, son inolvidables. De día y casi más de noche. La abrupta costa este de Sicilia, la península italiana en el horizonte, tan próximo, impactan de modo muy notable. Estamos además en autoestrada, al menos desde Siracusa, y se puede circular ya a una velocidad aceptable. Mucha mayor la de los italianos que la mía. Y ya hay playas que no son la pura roca. Tampoco extraordinarias.
Nos separaban muchos kilómetros de Cefalú y no entramos en Mesina. El estrecho que la distancia de la Península se va estrechando y en Mesina es más o menos la ría de Vigo. De muy notable visión.
A la salida de la ciudad enlace con la península nos volvimos a encontrar, a lo lejos, con el Etna, rey del este siciliano. Y luego, en el mar, las islas eólicas, bellísimas en la lejanía no muy distante.
Y Cefalú. Mínima ciudad de poco más de diez mil habitantes que se recorre en muy poco tiempo. Y también abarrotada de turismo. Con un monumento único: su catedral. Joya del «árabe normannico» aunque el árabe no se vea por parte alguna. Eso es una muestra extraordinaria del románico europeo con notabilísimas influencias bizantinas. Pero de árabes, nada.
Cefalú tiene un problema de visita, Si es lo primero que ves te quedas entusiasmado con la decoración de su ábside. Si llegas después de Monreale o de la Capilla Palatina, no llega. Y sin entrar en precedencias.
Un último día en Palermo. Que es inagotable. La magnífica iglesia de los dominicos una vez mas cerrada a cal y canto. ¿Quedan dominicos en Palermo? Pero en sus inmediaciones dos maravillosos oratorios de raíz dominica joyas acabadísimas del barroco . Un verdadero goce verlos. Y Santa María de la Olivella, creo que de los oratorianos.
Luego ya aeropuerto y Madrid. A todos mis lectores, si pueden, no dudo en recomendarles Malta y Sicilia. Eso es belleza y eso es Iglesia.
Repito mi impresión sobre los italianos. Muy favorable. Dispuestos siempre a ayudarte incluso con molestia personal. Me sorprendió la escasa presencia de moros si juzgamos por las moras siempre más identificables. Muchas menos que en España. Y también menor uso del «celular» que aquí. La vida algo más cara. No mucho. La comida, buena. En Sicilia, como es normal, mucho pescado. Las misas, oímos dos en Italia, algo más largas que aquí y las dos bien celebradas. Las homilías, más extensas.
Sorprende el número de obispos. Para una población de cinco millones de habitantes, seis arzobispos más once obispos.
Y el turismo omnipresente. En ciudades pequeñas, una invasión.
Excelente crónica del viaje. Me encantaria conocer Sicilia y Malta!
Querido don Paco Pepe. Fui en un tiempo, lindante con la adolescencia, devorador de libros de viajes. En particular hubo uno que me abrió horizontes del cristianismo inicial. Eran los viajes tras las huellas de san Pablo escrito por don José María Vidal, profesor de Sagrada Escritura del seminario de Gerona cuando la diócesis era un sólido bastión doctrinal gracias a los esfuerzos del obispo Cartañá e Inglés, uno que se libró de la muerte segura refugiándose en Pamplona, tras huir de la zona republicana. Nada que ver con lo que es ahora la diócesis, desde el infausto episcopado de Jubany. Los que vinieron luego rozaban el analfabetismo teológico, ignorancia que llega ahora a cimas exasperantes.
El doctor Vidal detallaba los datos geográficos, arqueológicos y políticos con puntillosa exactitud. Conocía Taormina por los libros (mi hijo me trajo una guía de cuando estuvo allí con su mujer hace casi un año), pero su relato me ha despertado la curiosidad. Ya me faltan pocos años para las bodas de oro de matrimonio. A ver si me porto bien como ustedes y también fortuna me bendice. Un abrazo
Pues el número se redujo hace pocos años. En la época del Concilio eran 325. La gran reforma de 1986 aminoró el número en casi 100 circunscripciones mediante el expediente de unir muchas de las diócesis pequeñas. De ahí los largos nombres de muchas diócesis actuales: por ejemplos, Cerignola-Ascoli Satriano-Cerretto Sannita-Telese-Sant´Agata de´ Goti o Macerata-Tolentino-Recanati-Cingoli-Treia. En la actualidad el número es de 226 o 227 (según la fuente y cómo se cuenten). Pero el mismo Papa ha reclamado su reducción.
El número de diócesis de Italia es escandalosamente elevado.Dada su población, deberían ser menos de la mitad.
Más de 500, don Francisco. La lista, en 500http://www.gcatholic.org/hierarchy/country/IT.htm. 2 papas, 42 cardenales, 1 patriarca, 193 arzobispos y 276 obispos. En total, 514 obispos. Eso sí, contando papas, curiales, auxiliares y diplomáticos, activos y eméritos.
Jaimito: más los obispos auxiliares, los curiales y los eméritos. En Italia debe haber cerca de 500 obispos. Tocar mitra allí debe ser facilísimo.
Estupendos relatos de viaje que me han hecho partícipe de la la visita a tantas maravillas. Por un lado ha suscitado mi deseo de visitar esos lugares por los que sentía escasa curiosidad y por otro me he sentido como si los estuviera visitando.
Gracias por el relato.
Según Wikipedia en Italia existen «214 diócesis: 153 diócesis en sentido estricto, 60 archidiócesis y la Sede Papal; cada circunscripción está a cargo de un obispo (que puede ser un arzobispo o el Papa, según el caso)». 214, no está mal