De mi Toledo

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Ayer estuve, una vez más, en el Toledo de mis amores. Y de nuevo, encantado. Por un motivo absolutamente personal y que no tiene la menor repercusión eclesial. Aunque la mayor parte de la estancia transcurriera en una iglesia. Hermosa, moderna, muy amplia y abarrotada de fieles y de curas. Tiene en el frontal un hermoso resucitado, una Virgen con Niño bonita y un San Julián digno. Al lado. la capilla del Santísimo, también totalmente llena de fieles. Uno no es muy partidario de capillas laterales para ocultar al mayor tesoro de cualquier templo: el Sagrario. Pero en esta iglesia la lucecita se veía desde cualquier lugar del templo y permitía el saludo y la adoración.

Yo tengo en Toledo un amigo, queridísimo, que me acompaña casi siempre que acudo a esa ciudad en la que tengo más amigos también queridísimos, pero este, al que me refiero, suele ser el acompañamiento habitual, solos o en compañía de otros. En este caso de mi mujer pues conducir me da sueño y la llevo muchas veces de copiloto para hacerse cargo del volante si se requiriese. Y más de noche.  Ayer no hizo falta su coperación. Tal vez por regresar tan satisfecho que llegué sin sueño hasta Madrid. Pero sentirla a mi lado, como la siento siempre, me da seguridad. A mi amigo, nuestro amigo, al que llevo tan en el corazón siempre, una vez más gracias. Tú, tu sociabilidad, tantos amigos como tienes, me han abierto Toledo.

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Antes del evento eclesial tuvimos un encuentro con otro amigo entrañable que no podía asistir al mismo por obligaciones de su ministerio. Hace ya bastantes años que nos encontramos periódicamente, de modo gratísimo, y sólo puedo dar gracias a Dios, y al amigo antes mencionado, por haberte puesto en mi camino. Eres un cura chapeu. Todo te adorna. Inteligencia, presencia, cordialidad, dignidad, eclesialidad… Otro gran abrazo en espera impaciente del próximo. Ante uno de nuestros memorables cocidos, de un café descafeinado, de un culín de cognac, culín por tu parte que no por la de Juan, Antonio o la mía, o de un abrazo callejero.

Conocí ayer a dos curas toledanos, con nuestro amigo siempre conoces más curas, que me parecieron como todos los de Toledo, agradabilísimos. Uno es amiguísimo tuyo. El otro también aunque seguramente de menos proximidad. Me ha encantado conocerles. Y dale gracias a Dios por haberte dado tan buenos amigos. Entre los que yo debo ser la oveja negra. Pero como buen pastor que eres te veo dispuesto a llevarme sobre tus hombros. Que el Señor te siga cuidando, bendiciéndote y dándote amigos.

De mis dos deanes, eméritos ambos, nada más decir que el gozo del encuentro. Tan repetido y tan agradecido por mi parte de su cordialidad y su amistad. Otro regalo del Señor. Vaya dos tipos verdaderamente notables. Y amigos queridísimos. Al actual le vi, en la izquierda del concelebrante principal, pero no tuve ocasión de saludarle. Aunque le agradezco su amabilidad en las ocasiones en las que he podido hacerlo. Tengo de él excelente concepto pero no relación habitual. Al menos de momento.

Asombro por las condiciones físicas y mentales, a sus años, de un admiradísimo canónigo que representa todo el saber hoy de la archidiócesis y que también me obsequia con una amistad que solo puedo agradecer. Es un gozo por mi parte saludarle desde la admiración y el afecto. A un cura de dos importantes localidades toledanas, de una lo fue y de la otra lo es, simplemente decirle que el afecto es mutuo. Y que creo que tenemos pendiente un almuerzo bajo los molinos en otro maravilloso pueblo toledano con el muy querido también párroco de allí.

A un queridísimo y jovencísimo sacerdote toledano no tengo nada que añadirle. Sabe del afecto que le tengo a él y a su familia. De pocos jóvenes puedo decir que conozco no sólo a sus padres sino que también he conocido a sus cuatro abuelos y con notable amistad.

No pude dar un abrazo, aunque les vi en la celebración, a un canónigo toledano de reciente barba ni a Gustavo Johansson. Vaya desde aquí muy apretado. Y si me olvido de alguno acháquenlo a deficiencias de mis años y no a intención.

La misa muy solemne y ya digo que con la iglesia abarrotada, en su parte principal y en la capilla del Santísimo aledaña. Con gente al final de pie. El celebrante principal fue Don Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia y antes auxiliar de Toledo. He dicho más de una vez que la archidiócesis primada tiene la suerte de tener dos Ángeles, obispos dignísimos ambos. De los dos uno no puede tener más que agradecimientos. Ayer renovados por Don Ángel Rubio que recordó a mi mujer como la había saludado un día en las calles de Segovia. Qué memoria la suya. Sabe usted, Don Ángel, el cariño agradecido que le tengo. Me es muy grato expresárselo públicamente una vez más. Don Ángel Fernández Collado, obispo auxiliar de Toledo, no pudo estar. Se comentó su ausencia. Y de modo nada desfavorable para Don Ángel. Obispo universalmente querido por los toledanos. Por méritos propios.

Don Jesús Martín nos dijo una sentida homilía en recuerdo de su madre. Muy apropiada. Y muy eclesial. Querido Jesús: ayer vimos que tu parroquia te quiere. Algo tendrás que ver tú en ello. El coro, reducido, pero muy bien. Y la directora muy briosa. La comunión mayoritariamente en la boca. Y varias sotanas entre los asistentes. ¿Voy a decir que no me molestan nada? Pues es evidente que no.

Acudí al funeral como testimonio se afecto a un amigo. Pero Toledo me sobrepasa siempre. Y de lo que se lleva en el corazón es normal que hable la boca. ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

 

 

Comentarios
6 comentarios en “De mi Toledo
  1. Hola don Francisco. No, en los PP Capuchinos de Vigo hay más sacerdotes; hasta hace un tiempo, había uno que iba perdiendo la memoria y el pobre hombre de Dios hacía lo que buenamente podía, aunque había que avisarle de vez en cuando que avanzase en la misa porque se repetía; a mi me inspiraba mucha ternura porque creo que, en ocasiones, era consciente de ello y se desesperaba. Y también sé que sigue al pie del cañón el P. Ortiz, hombre sabio cuyas homilías siempre da gusto escuchar, aunque también está mayor. Los otros dos a los que me refería en mi mensaje anterior, curiosamente, son mucho más jóvenes. No le puedo asegurar si hay más sacerdotes atendiendo esta parroquia. Un abrazo desde Vigo.

  2. Como abunda la carcundia. Ojalá me pudiera ir yo de esa diócesis y pertenecer a una de mi Extremadura del alma. Siempre con el Papa Francisco. Santidad no insulte a nadie, es que ya algunos las meninges… no da para más.

  3. Berobea: ¿Debo entender que en los capuchinos de Vigo sólo quedan dos frailes? Si fuera así el cierre estaría próximo

  4. En la iglesia a la que vamos algunos domingos, María Madre del Buen Pastor-PP Capuchinos, en Vigo, el Santísimo está en una capilla completamente separada de la iglesia, que no se ve desde ésta ni siquiera con la mayor de las contorsiones. Tienes que saberlo al entrar si quieres arrodillarte ante el Sagrario; nosotros, además, por costumbre, volvemos a hacer una genuflexión antes de adentrarnos en el banco, pero a veces no sé si la hago a la imagen del Cristo crucificado o a la señora que tengo delante. Por eso, y porque las misas dejan mucho que desear (un sacerdote parece que está por obligación y las homilías del otro consisten en hacernos los culpables de todos los males del mundo como si los que vamos a misa tuviésemos que cargar con lo peor del hacer y el no hacer humano) intentamos dejar esta iglesia como último recurso para los domingos lluviosos y desapacibles. Así mis hijos no quieren a esta misa ni pagándoles. Y es una pena. Creo.

  5. Si la foto es la de la iglesia por fuera es moderna fea, espero que el interior sea tan agradable como usted apunta.

    Respecto de que el Santísimo esté en su capilla en lugar de en el lugar principal de la iglesia:

    Dada la irreverencia que impera en la mayoría de las parroquias, mejor que esté en su capilla, así quienes se acerquen a visitarLe Le tratarán con amor, respeto y reverencia.

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