DE LAS PIEDRAS A LOS OBISPOS ARGENTINOS
Los obispos argentinos de los últimos años, en especial desde la instauración de la democracia en 1983 con el gobierno de Raúl Alfonsín, según el cual, con la democracia no solo se vota, sino que se educa, se cura, se come… y agrego, yo para cerrar el círculo, se elimina lo que se comió, han hablado muchas veces; hoy callan. “Si ustedes callan hablarán las piedras”. Hoy una piedra soy yo.
Pío XII después de la guerra y ante la generalización de las democracias, había establecido ciertos requisitos necesarios para establecer una sana democracia. Es bueno recordarlos: “una sana democracia fundada sobre los inmutables principios de la ley natural y de las verdades reveladas, será necesariamente contraria a aquella concepción que atribuye a la legislación del Estado un poder sin freno ni límites y que hace también del régimen democrático, a pesar de las apariencias, un puro y simple absolutismo” (Benignitas et humanitas).
O sea, el primer requisito es el límite a la legislación, que se encuentra en la ley natural moral y en la ley divina positiva. Las leyes humanas positivas para ser justas deben derivar de la ley natural moral por vía de conclusión o determinación y respetar los mandatos de la ley divina positiva.
El segundo requisito es buscar una forma adecuada de representación política y aquí Pío XII se queja del monopolio de los partidos políticos y del sufragio reducido a un hombre, un voto: “hoy, la vida de las naciones se halla disgregada por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es elector. Pero, como tal, el ciudadano no es otra cosa que una mera unidad cuyo total constituye una mayoría o una minoría que puede invertirse por el desplazamiento de algunas voces o quizá de una sola. Desde el punto de vista de los partidos, el ciudadano no cuenta más que por su valor electoral, por el apoyo que presta su voz; de su papel en la familia y en la profesión no se tiene cuenta alguna” (La organización económica mundial).
Tercer requisito: la sana democracia se asienta sobre el concepto de pueblo, distinto a la masa y así lo señala con precisión Pío XII: “Pueblo y multitud amorfa, o como suele decirse ‘masa’, son dos conceptos diferentes: el pueblo vive y se mueve por su vida propia, la masa es de por sí inerte y solo puede ser movida desde fuera. El pueblo vive de la plenitud de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales es una persona consciente de su responsabilidad y de sus propias convicciones. La masa espera el impulso del exterior, es fácil juguete en manos de cualquiera que explote sus instintos o sus impresiones, presta a seguir, hoy esta bandera, mañana otra distinta (Benignitas et humanitas).
Cuando existe un auténtico pueblo, las instituciones se vigorizan, en cambio la masa puede ser utilizada por el Estado, manejada y aprovechada en manos ambiciosas que pueden imponer su arbitrio al verdadero pueblo.
Ya en tiempos lejanos, Pío XII se queja de un Estado democrático abandonado al arbitrio de la masa: allí, “la libertad… queda transformada en una pretensión tiránica de dar libre curso a impulsos y apetitos, con daño para los demás; la igualdad degenera
en una nivelación mecánica, el sentimiento del honor, la actividad personal, el respeto a la tradición, la dignidad, todo lo que da a la vida humana su valor, se hunde y desaparece… solo sobreviven de una parte, las víctimas engañadas y de la otra, los explotadores más o menos numerosos que han sabido, mediante la fuerza del dinero o de la organización asegurarse el poder” (Benignitas et humanitas)
Uno de nuestros obispos, el castrense Santiago Olivera, es un hombre honesto, pero cae en un grave error al considerar a la democracia como un “eco temporal del Evangelio” repitiendo un lugar común del episcopado.
La democracia como régimen político pertenece al ámbito del César y Cristo nunca incursionó en ese campo; tampoco lo hicieron San Pedro ni San Pablo. La Iglesia fundacional nunca se enfeudó con ningún régimen político.
Ese error tiene antecedentes históricos como cuando se consideraba eco temporal del Evangelio a la monarquía. La democracia y la monarquía solo son formas de organización de la sociedad política, que siempre consta de tres elementos: un poder personal, una minoría dirigente y el pueblo.
Un régimen será legítimo en la medida en la cual busque realizar en lo concreto el bien común político, sea posible la renovación del poder personal y existan vasos comunicantes entre la minoría dirigente y el pueblo, pudiendo entrar en la minoría lo mejor del pueblo y eliminando de la dirigencia lo peor. Así es injusto en sí el régimen político actual de la India, donde se conservan las castas y existen más de cien millones de personas sin derechos. No conozco la opinión del papa Francisco acerca del tema, pero como se mete en todo, es una omisión extraña.
Quiero destacar otro silencio: no conozco a ningún obispo argentino a tres días de las elecciones, que recuerde las palabras de Benedicto XVI el 30 de abril de 2009 a un grupo de compatriotas acerca de los principios no derogables: la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer; la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y los derechos de los padres a le educación de los hijos. Me obligan a ocupar su lugar. “Si ustedes ni hablan hablarán las piedras”; es lo que hago.
Bernardino Montejano
Lo que este autor escribe, con las citas bien escogidas del gran Papa Pío XII, podría aplicarse como una mano en un guante a la situación que vive España en estos momentos.
https://www.obispadocastrenseargentina.org/contenidos/mons-olivera-rezamos-por-nuestra-patria-para-que-el-senor-ilumine-nos-proteja-y-gocemos-de-un-nuevo-acto-que-sera-para-fortalecer-nuestra-democracia-en-libertad-y-tambien-con-respeto-a-la-decisio/