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Continúa el lío de las dominicas de Vivero

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Resultado de imagen de dominicas de valdeflores vivero

El obispado ha publicado una nota al respecto que pienso no resuelve nada.

http://www.mondonedoferrol.org/inicio/2014044998/comunicado-del-obispado-de-mondonedo-ferrol-sobre-el-monasterio-de-valdeflores/

El nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol llega a su diócesis con un problema gravísimo que no son las monjas de Vivero. Aunque ellas le supongan un disgusto más dada la repercusión mediática. Que como casi siempre tiene escasísima base aunque muchísimo eco.

Las dominicas, aunque radicadas en su diócesis, no están bajo la jurisdicción del obispo. El problema lo tienen que resolver otros. Que haya intentado actuar de amigable componedor en algo que tiene muy difícil composición sólo habla de sus buenas intenciones pero de casi nada más. Y digo casi porque supongo que quien tiene que resolver el entuerto, que no es él, pedirá la opinión del obispo. Que además, siendo religioso, claretiano, sabrá algo de ese mundo hoy tan venido a menos.

Parece que la convivencia comunitaria se ha roto. Ignoro por culpa de quien pero eso es un hecho más que evidente. No sé si se trata de seis o siete contra tres o una. Lo que sea es muy difícil de arreglar. Seguramente imposible. Ante hechos así sólo cabe la división. Que la una, o las tres se vayan, o que se vayan las seis o siete. Con las últimas aquello podrá durar pocos años más. Con la una, o las tres, menos. Salvo que tuvieran un carisma especial que atrajera a nuevas jóvenes. Cuando estaban allí no hay constancia de que ese carisma existiera.

Digo que el caso, aunque ciertamente molesto para el obispo de Mondoñedo-Ferrol, es una nimiedad para la tremenda crisis de su obispado. No tiene curas para una diócesis de casi trescientos mil habitantes  y con más de cuatrocientas parroquias. Como  mucho cien sacerdotes en activo y no pocos ya muy mayores. Y sin seminaristas. Pues ya me dirán el futuro inmediato. Ese es el enorme reto que tiene ante sí Don Luis Ángel de las Heras. Las dominicas de Vivero son una minucia aunque en los medios aparezca esto y no lo otro. Que es lo que tiene que resolver el obispo si puede y si sabe. Querer estoy seguro que quiere.

Los medios siguen hablando, y seguirán, de las dominicas de Vivero. Muy posiblemente de modo poco constructivo. Uno de ellos dice que en treinta y cinco años abandonaron la comunidad cinco dominicas. Pues teniendo en cuenta que han sido miles, muchos, los que abandonaron  jesuitas, franciscanos, benedictinos…,pues no me parece como para reseñarlo. De cualquier comunidad se van muchas que llegaron a la conclusión de que aquello no era lo suyo.

Dios quiera que todo eso se resuelva bien o menos mal. Porque si no es bien va a ser carnaza de los medios.

Os dejo los últimos enlaces que he leído al respecto:

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/amarina/2017/11/30/iglesia-busca-vias-solucion-conciliadoras-valdeflores/0003_201711X30C1999.htm

https://www.elprogreso.es/articulo/a-marina/menos-monjas-dejaron-monasterio-valdeflores-diferencias/201711251212401282373.html

 

 

 

Comentarios
6 comentarios en “Continúa el lío de las dominicas de Vivero
  1. La rivalidad entre hermanos

    Fray Anthony VanBerkum OP
    30 de Noviembre de 2017
     

    Cuando estamos en familia, caben disimulos sobre nuestra manera de ser. Nuestros familiares conocen nuestras peculiaridades, gustos, talentos y dificultades. Tienden a conocernos incluso mejor de lo que nos conocemos. Y a la inversa los conocemos igual: adorables, luchadores, excéntricos, sorprendentes.

    El conocimiento mutuo generalmente conduce al amor, y esto no sólo ocurre en los aspectos agradables. En nuestra vida familiar, aprendemos a amar a nuestros hermanos y hermanas tal como son, con sus debilidades incluidas.
    Y con el tiempo y el trato vamos aprendiendo que no es posible convertir a las personas en quienes queremos que sean. Todo perfeccionamiento implica la dinamización de la propia identidad.

    El cambio de identidad no es posible, por supuesto, y otra vertiente del amor consiste en desear que los miembros de nuestra familia se conviertan en todo lo que creemos que pueden llegar a ser.
    La rivalidad entre hermanos, entendida como sana emulación, en el mejor de los casos, opera en este ámbito.
    Una competencia en la que uno de los componentes va claramente en cabeza no es divertida por mucho tiempo, incluso para el mismo ganador.
    Las mejores rivalidades surgen, más bien, cuando ambos hermanos caen en la cuenta de que el otro en realidad podría ganar. Es decir, realmente podemos ser rivales sólo cuando vemos que nuestros hermanos aún no han desarrollado todas sus posibilidades.

    En cualquier buena lid ambas partes terminan alentando al otro hacia la grandeza. Las rivalidades entre hermanos tienden a ser particularmente intensas precisamente porque nos conocemos tan bien. Sabemos con precisión qué puntos débiles son los que debemos explorar y qué idiosincrasias hay que aprovechar.
    Si bien esto puede ser doloroso a veces, a nivel de ideal esta intensidad se traslada a una grandeza final que no es genérica, sino que realmente da plenitud a nuestra personalidad.

    Tristemente, en nuestra situación de naturaleza caída, es demasiado fácil desviar la rivalidad de la grandeza. Todo amor es peligroso: Y el amor dentro de una familia es intensamente así. Sabemos con precisión cuáles son los puntos débiles a estimular, pero no siempre sabemos cuándo parar. De ahí que se imponga conocer los límites para no causar un daño irreparable a nuestros hermanos.

    Por lo tanto, es bueno que tengamos cierta precaución en el ejercicio de la competencia fraterna. Pero no deberíamos rechazarla del todo.
    Piensa en el Santo de hoy, Andrés, como un ejemplo: San Juan nos dice que Andrés se encontró primero con Jesús, luego condujo a su hermano Pedro para encontrarse con el Mesías.
    Juan incluso, da la hora exacta de la reunión entre Jesús y Andrés: un detalle que probablemente proceda del mismo Andrés.
    Es cierto que no podemos entrar en la mente de Andrés: Sólo tratamos de adivinar sus motivaciones. Quizás suministró a Juan toda esta información por una razón: los otros tres Evangelios presentan a Pedro y Andrés de manera muy esquemática.
    Pero aquéllos de entre nosotros, que tenemos hermanos, sabemos lo que sucede aquí: Pedro y Andrés estaban buscando al Mesías, y Andrés llegó primero, y eso es realmente lo importante.

    Así es como Jesús trabaja en nuestras vidas: toma lo bueno, lo mejora y lo eleva. Para Pedro y Andrés, el Señor encauzó su recíproca rivalidad en la búsqueda de Él y les dio la fuerza para competir en ese tema durante todo su itinerario.
    Llegado al momento final, Andrés pidió morir en una cruz en diagonal, ya que no podía copiar la crucifixión invertida de Pedro.

  2. La Voz del Pastor

    Fray Ignatius Weiss OP
    01 de Diciembre de 2017
     

    ¿Soy una oveja o una cabra?

    Ésta es la pregunta que siempre me atormenta, cuando leo o escucho el Evangelio del domingo pasado (Mt. 25, 31-46). La descripción de Jesús sobre el juicio final como una separación de las ovejas de las cabras, nunca deja de evocar el rostro de los mendigos, haciéndonos sentir una vez más el escozor de la culpa. «Y Él entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también Conmigo dejasteis de hacerlo.» (Mt. 25:45).

    ¿He desatendido al Señor? Sin necesidad de que nos excusemos en las obras de caridad, es necesario reconocer a qué nos está llamando el Señor.
    Exige a sus seguidores que salgan de sí mismos, que tiendan la mano y que amen y socorran a los necesitados.
    «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, y Te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo Te vimos forastero, y Te acogimos; o desnudo, y Te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»
    Cristo nos da numerosos ejemplos de estos ministerios, en Su propia vida (Mt. 8, 14-17; 14, 13-21; 15, 21-28, etc.).
    Aprovecha estos kairoi u oportunidades de gracia y curación para enseñar a Sus discípulos lo que motivó Su Encarnación: La caridad. «Os doy un mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros como Yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Jn 13, 34-35).
    La caridad comienza con el afecto interior que nos une a Dios, pero este amor también debe expresarse externamente, por ejemplo, en la devoción y en la limosna.

    Cuando Santo Tomás define la caridad como amor de benevolencia, es decir, «desear el bien,» habla igualmente de la limosna en esos términos:

    Como el amor a nuestro prójimo es una cuestión de precepto, cualquiera que sea la condición necesaria para el amor a nuestro prójimo es también una cuestión de precepto.
    Ahora bien, el amor a nuestro prójimo requiere no sólo que le queramos bien sino también que seamos sus bienhechores, ya que la limosna es el acto de la virtud, según 1 Jn. 3,18: «No amemos de palabra, ni con la lengua, sino con hechos y de verdad» (Summa Theologiæ ΙΙ-II, q.32 a.5c).

    Mientras celebramos la realeza de Cristo y volcamos nuestro ministerio en Su servicio, mientras nos preparamos para Su nueva venida a través del tiempo del Adviento, retomemos Su exhortación a las obras de misericordia. Este invierno, busca una ocasión para acercarte a los hambrientos, sedientos, desnudos o encarcelados.

    Estas obras nos ayudarán a descubrir a Cristo en este mundo y a responder a Su llamada.
    Si dejamos que se oiga Su voz en el clamor de los necesitados, la escucharemos gozosos cuando nos llame a Su lado en el juicio. «Mis ovejas escuchan Mi voz. Yo las conozco, y ellas me siguen.» (Jn 10,27).
    Y ser contado entre las ovejas es habitar con el Pastor para siempre.

  3. El obispo de Mondoñedo, claretiano.Átense bien los machos, porque puede salir un Forcano, un Casaldáliga, un Sebastián o cualquier claretiano catalán (todos secesionistas).

  4. El problema que se plantea, de las escasez de sacerdotes, creo que aún siendo real, es un problema menor y que solo sirve de cobertura a algunos obispos, para ocultar su fracaso.
    La diócesis de Mondoñedo con 100 ó 150 sacerdotes, me parece que tiene medios más que suficientes para atender aun máximo de 50.000 practicantes, la mitad de ellos ocasionales y además hacer una labor misionera en otros tantos apartados.
    Creo que para empezar, bastaría aplicar las recomendaciones de D. Jorge González Guadalix en sus dos últimos artículos.llenos de sentido apostólico y práctico, al alcance de cualquier párroco y obispo .
    Lo de las 400 parroquias creo, que sobre todo en Galicia, es una ficción pues se trata más bien de 350 aldeas con 10 vecinos y menos de 50 parroquias propiamente dichas.

  5. Pero ¿ para qué arreglar el entuerto ? Cuanto antes desaparezcan todas estas congregaciones que han perdido el norte y no saben ya ni para qué están, pues mejor para la Iglesia. ¡ Que se despedacen ! El mejor servicio que pueden hacer a la Iglesia todas estas congregaciones decadentes.
    Ruego a la Cigüeña que no se obsesione con ello y nos traiga buenas noticias de aquellas congregaciones que consiguen vocaciones a base de las recetas clásicas de oración, mortificación, pobreza, castidad, entrega, etc.

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