Causa de canonización de un obispo de Sigüenza-Guadalajara

http://www.revistaecclesia.com/se-abre-la-causa-para-la-canonizacion-de-monsenor-jesus-pla-gandia/ Me parece una excelente noticia. Sigüenza-Guadalajara, antes sólo Sigüenza, tuvo unos excelentes obispos hasta que llegó José Sánchez (1991-2011) que dejó la diócesis hecha unos zorros. Minguella (1897-1916), Nieto (1916-1936), el obispo mártir, Alonso Muñoyerro (1944-1950), Gúrpide (1951-1955), Bereciartua (1955-1967), Castán (1964-1980) y Pla (1981-1991) fueron obispos notables que no se merecían un sucesor como el que Juan Pablo II  envió en 1991. Las diócesis suelen ser cicateras en reconocer santidades y por ello me parece muy de agradecer a Don Atilano que corrija ingratitudes diocesanas, en este caso con monseñor Pla. No voy a decirle que primero debería ocuparse de la beatificación de monseñor Nieto, por ser anterior en el tiempo y sobre todo por su martirio, porque creo que eso está ya muy avanzado y próximo a llegar a feliz término. Con lo que de los doce obispos asesinados sólo deben quedar en camino de los altares, salvo error mío, los de Barcelona, vergüenza incomprensible de aquella diócesis, y Segorbe. ¿Me olvido de algún otro? Posiblemente esté también incoada la causa de monseñor Castán Lacoma con lo que aquella diócesis, de apariencia humilde, puede ver en los altares a tres obispos del siglo XX. Verdaderamente un record glorioso si llegara a término. Estoy seguro de que Don Atilano, obispo actual de aquella diócesis, sería feliz viendo a tres antecesores suyos, contemporáneos dos de ellos y el mártir a falta de no muchos años, en los altares. Dios quiera conceder al buen obispo que hoy pastorea Sigüenza-Guadalajara la dicha de ser sucesor de tres beatos que le precedieron en un tiempo que todavía es recuerdo vivo en la diócesis. Como devoción privada, porque por ahora no cabe otra cosa de los tres, les encomiendo el pontificado de su sucesor y sus esfuerzos por levantar lo que la Iglesia le encomendó. Tarea que no es fácil pero a la que Don Atilano está entregado desde su contagiosa sonrisa. Benditos sean los buenos obispos que además sonríen. Y hasta es posible que me quede corto en lo de la sonrisa.