2 comentarios en “Benedicto XvI apuñalado en el corazón al conocer por la prensa Traditionis custodes”
«La traición de Custodio», «Los amores de Leticia», «Laura te dice sí» y «Tiburcio suplicante». ¿No les suena a novela romántica o a culebrón venezolano?; por desgracia, son «reales», auténticas bombas de relojería que estallan en todas las narices católicas.
Francisco pegó una patada al trabajo que tanto costó a sus dos antecesores. Desde el Vat. II habían aparecido dos sensibilidades en la Iglesia que, sin ser nuevas, mostraban divergencias en cuanto a la forma celebrativa y, por supuesto al fondo teológico. Juan Pablo II en su segunda etapa, y más aún Benedicto XVI recondujeron la situación a un punto en el que el entendimiento era posible, debía superarse esa herida y casi se consiguió. La llegada del actual pontífice dinamitó los puentes construidos con harto esfuerzo y se impuso -está impuesta- la linea más agresiva, la del llamado «progresismo» aunque, en verdad, no sepamos muy bien en que dirección nos lleva ese pretendido progreso, probablemente no nos lleve a ninguna parte. Hago hincapié en lo de la linea más agresiva porque desde las posturas más vanguardistas parece que la acusación de intransigencia (también en boca del papa) apuntan siempre a la Iglesia más conservadora. me parece una tremenda injusticia o una mentira sin paliativos. No se trata de ver quien tiene más o menos culpa porque ahí entramos en terreno escabroso, sería suficiente imaginar y llevar a puerto la linea del papa anterior. La Iglesia ha tenido distintas tonalidades desde su primera etapa apostólica, pretender ahora que la progresista es la buena y la tradicional la mala supone, en el mejor de los casos, la eliminación de la razón y el inicio de una ideología perversa. Mal asunto.
«La traición de Custodio», «Los amores de Leticia», «Laura te dice sí» y «Tiburcio suplicante». ¿No les suena a novela romántica o a culebrón venezolano?; por desgracia, son «reales», auténticas bombas de relojería que estallan en todas las narices católicas.
Francisco pegó una patada al trabajo que tanto costó a sus dos antecesores. Desde el Vat. II habían aparecido dos sensibilidades en la Iglesia que, sin ser nuevas, mostraban divergencias en cuanto a la forma celebrativa y, por supuesto al fondo teológico. Juan Pablo II en su segunda etapa, y más aún Benedicto XVI recondujeron la situación a un punto en el que el entendimiento era posible, debía superarse esa herida y casi se consiguió. La llegada del actual pontífice dinamitó los puentes construidos con harto esfuerzo y se impuso -está impuesta- la linea más agresiva, la del llamado «progresismo» aunque, en verdad, no sepamos muy bien en que dirección nos lleva ese pretendido progreso, probablemente no nos lleve a ninguna parte. Hago hincapié en lo de la linea más agresiva porque desde las posturas más vanguardistas parece que la acusación de intransigencia (también en boca del papa) apuntan siempre a la Iglesia más conservadora. me parece una tremenda injusticia o una mentira sin paliativos. No se trata de ver quien tiene más o menos culpa porque ahí entramos en terreno escabroso, sería suficiente imaginar y llevar a puerto la linea del papa anterior. La Iglesia ha tenido distintas tonalidades desde su primera etapa apostólica, pretender ahora que la progresista es la buena y la tradicional la mala supone, en el mejor de los casos, la eliminación de la razón y el inicio de una ideología perversa. Mal asunto.