Barrajón y la Caram

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He puesto a parir a Fernández Barrajón. Me pareció un pésimo presidente de CONFER y le llamé de todo menos bonito. Últimamente me ha sorprendido con varias intervenciones que me han parecido muy sensatas y como no he jurado odio eterno a nadie así lo he reconocido. Ciertamente con sorpresa.

A sus anteriores intervenciones acaba de añadir otra, con motivo de los actos terroristas de Barcelona que me parece también llena de sentido común. Y se le ha rebotado la Caram.

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Sor Lucía CaramCuenta verificada @sorluciacaram 21 ago.

Impresentable articulo del ex presidente de CONFER.Ha perdido la razón,sólo eso justifica esta desgracia de artículo

Con lo que a mi sorpresa se habrá unido posiblemente la suya. Taltavull y esa monja trabucaire, he corregido una letra porque me había salido minja, y me había gustado el neologismo, están molestísimos con él y un integrista convicto y confeso, como lo es esta cigüeña, de acuerdo con sus últimas posiciones. Pues es así por raro que parezca.
Uno no es incondicional de nadie salvo de Nuestro Señor Jesucristo. No me lo voy a hacer de Barrajón. Y como gallego, que dicen somos desconfiados, no dejo de tener presente lo de que la cabra siempre termina tirando al monte. Pero los futuribles son siempre estúpidos. Y lo que valen son las realidades. Las del último Barrajón, muy sensatas. Y no es su último artículo, y los inmediatos anteriores, una desgracia sino un acierto. No me parece que haya perdido la razón sino más bien que la ha recuperado.
La que la tiene totalmente extraviada, no sé si desde hace muchos años o desde siempre, es esa monja o minja, a la que creo una vergüenza dominica y eclesial. Y que ya sería hora de que alguien la pusiera en su lugar.
Este es el artículo de Barrajón que ha suscitado las iras de Caram, carambita, carambola:
Comentarios
3 comentarios en “Barrajón y la Caram
  1. Viviendo una maravillosa aventura

    Fray Joseph Graziano OP
    24 de Agosto de 2017
     

    Una aventura, vista correctamente, es sólo un inconveniente.

    K.K. Chesterton

    Se precipita por las escaleras hacia la estación con una mirada pellizcada y enfundada en su rostro, gruñendo en voz baja a causa de los turistas que estaban haciendo que llegase tarde.
    Su tarjeta no funciona la primera vez que intenta activarla. Lanza una imprecación, mientras examina la tarjeta otra vez.
    Oye el ruido del tren que llega y se apresura por la escalera mecánica, apretando los dientes. Dobla la esquina para ver las puertas abiertas en el tren al que necesita subir.
    Estando a un metro de distancia, las puertas se cierran emitiendo un familiar pitido. Golpea con su puño la parte exterior del tren, se da la vuelta y se sienta pesadamente en un banco. Saca de nuevo su teléfono y comienza a ver las noticias, sin mirar siquiera a los que lo rodean.

    Los largos días, las semanas y los años de nuestra vida pueden fácilmente convertirse en una rutina. Flotamos en una brisa vaga por una lenta espiral, pasando por inconvenientes y frustraciones, insertando unas cuantas rupturas en la monotonía cotidiana, hasta que esas chispas de placer nos abruman y aterrizamos en el último y terrible handicap de la muerte.
    La vida se retrasa o se precipita y, ¿Habrá otra ocasión para disfrutar de la misma? La vida se convierte en una plomada tediosa sobre la tierra yerma e interminables. Kilómetros de monótona carretera gris en el corazón de una tierra árida. No hay mucho que decir. No hay mucho que esperar, salvo, que nos aguarda la muerte.

    Mirar la vida de esta manera descafeinada, nos deshidrata, y encima agrega a su gran proyecto, sabores artificiales. Elimina o disminuye toda su belleza natural, sustituyéndola por algún edulcorante carcinógeno que cumpla la función de medicina apetecible.

    Este enfoque de la vida carece de sentido, no porque se centre demasiado en lo práctico, evitando el vano romanticismo, sino porque no logra un respaldo suficiente para ver el panorama general y se niega a ahondar lo necesario para poder percibir toda la riqueza de los detalles.
    Es una vida que se desarrolla en la superficie, con los ojos fijos en la «esencia» de las cosas, evadida de la alegría del momento presente y de la paz que proporciona, volcada tan sólo en la incomodidad de lo vago e indefinido. Una vida de desafecto en la tenue luz de un mundo alimentado por el twitter.

    Esta perspectiva reduce los sorprendentes aspectos gratificantes de cada momento a meros inconvenientes.

    Y a pesar de todo, la vida está llena de aventuras para aquéllos que que están dispuestos y han aprendido a buscarlas.

    Nos rodean las pequeñas aventuras del día a día. Nuestro amigo del tren se perdió el brillo del arco iris del sol matinal, refractando su imagen en los cristales finos de la calle y la sonrisa de la chica que notó la magia de este arcoiris, bailando a través de la acera.
    Se perdió la anécdota del mendigo que estaba al pie de las escaleras y la canción del músico ambulante del túnel.
    No echó de menos el asombro de un muchacho al ver por primera vez una estación de ferrocarril y la gentil sonrisa de la madre soltera ante la alegría de su hijo. No notó su suspiro cansado mientras se sentaba y su ceño fruncido mirando a su hijo.
    Se perdió cientos de pequeñas aventuras en esos cinco minutos, y como cada aventura conduce a otras mil, ¡quién sabe hasta que punto su indiferencia y precipitación le desconectaron de la vida, al pasar por alto sus detalles!

    Describo a nuestro amigo imaginario, pero ¿con qué frecuencia te precipitas por la vida, con frenesí o placidez, siempre ocupado en muchos temas, pero olvidando lo que realmente importa?

    La manera correcta de extraer luz de estas pequeñas aventuras es reconocer la gran aventura de la que todos formamos parte.
    Todos estos pequeños detalles caben en la gran aventura de nuestra vida como las vidrieras en una gran ventana barroca.
    Conocer a Dios, descubrir el designio que ha puesto en nuestro camino, es la gran aventura de nuestra vida.
    Caer en la cuenta de cómo Dios nos está llamando a junto a Él, da la perspectiva adecuada a los pequeños acontecimientos de la vida, haciendo que brillen de de un modo maravilloso.

    Si mantenemos la vista puesta en las maravillas de esta gran aventura, el alma evitará perderse en tal o cual proyecto de trabajo, en los negocios, o incluso en las tan esperadas vacaciones.
    Sus ojos están fijos en el premio final, y así el alma verá que cada momento es más agradable y cada pequeño detalle se torna más maravilloso, como el cristal de una esmeralda es aún más hermoso cuando se mira desde el lugar adecuado.

    Si somos capaces de ver cada día y cada hora y toda nuestra vida en la expectativa de alguna gran aventura, cada amanecer temblará con anticipación a medida que cada hora vaya madurando con la pregunta: «¿Qué aventura me tienes, reservada hoy, Señor?»
    En una vida vivida así, podremos aprender a ver la vida como la gran aventura de llegar a conocer al Señor y aprender a caminar en Sus sendas, de modo que la misma muerte dejará de ser un mero obstáculo o un simple reposo, sino la última y la mayor aventura para la que nos hemos preparado durante toda nuestra vida.

  2. La petarda de la Caram, además de hacer el canelo y proferir necedades, se ha convertido en una suerte de «muñeca-chochona» con toca, que se apunta a todas las ferias. Qué insensata.

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