Specola señala algunas de estos días estivales.No atribuibles al mal de altura que suele afectarle
«Nos tememos que tendremos que abrir una sección sobre la ocurrencias del Papa Francisco. Hasta ahora venían identificadas con el mal de altura que parece afectar a Su Santidad en las ruedas de prensa de sus viajes internacionales. La Plaza de San Pedro se encuentra a 19 metros sobre el nivel del mar y la máxima altura en el micro estado es de 77. Puede ser el calor infernal de ferragosto romano , la edad que no perdona, el cansancio, o todo junto, quien sabe».
En su último artículo menciona tres. La manía que parece tener a la sotana salvo a la suya, el cambio doctrinal sobre la pena de muerte y la tontería de que un joven sin trabajo sólo tiene tres salidas, el suicidio, la droga o el yihadismo.
Me parecen simples opiniones personales del Papa que no pasan de ocurrencias más o menos afortunadas de escasa trascendencia. Los gustos de un católico no tienen que coincidir con los del Papa que además puede tener muy mal gusto. Político, sobre personas, de lenguaje, alimenticio…
Una persona sensata, y más si ocupa un cargo elevado, suele ser recatado en la expresión de sus preferencias. Que además son suyas y a nadie interesan. Bueno, a nadie con dos dedos de frente. Que hay gente interesadísima en saber cual es el nuevo compañero de quien no es verdaderamente nadie o si han operado de un golondrino a alguien que no sería nadie si no hubiera tal abundancia de retras.
El Papa Francisco, evidentemente siempre en mi opinión pues no voy a tener la de otros y menos cuando me parecen equivocadas o simplemente estúpidas, no suele producirme entusiasmos en no pocas ocasiones. Pero esos entusiasmos son míos y me los administro como me da la gana. Y siempre con moderación. En el entusiasmo.
Eso hace queme lleve pocos disgustos pues convencido de la mediocridad de muchísimos no me extrañan ni me duelen sus fracasos o desapariciones. El mundo no pierde nada con ello. Más bien gana.
Rajoy, Soraya, Casado, Sánchez, Iglesias, Cifuentes, a nivel de andar por casa, Evo, Lula, Maduro, los Castros, Merkel, Macron, Obama, Trump. Juan Carlos, Leticia, Ronaldo, Messi y no digamos ya Belén Esteban, Chabelita, la mayoría de los nietos de Franco y cuando digo mayoría no es que excluya a otros, es que no sé nada de ellos, el de Mónaco, Alberto y Paola, Lady Di, Paquirrín o como ahora se llame, Guardiola… No entro a valorar lo que dicen porque casi todo me parece prescindible. Lamento que con el Papa Francisco me ocurra bastante igual.
Que un jesuita desprecie la sotana de San Ignacio, Javier y Borja, Belarmino, Campion, el P. Rubio, el Hermano Gárate y tantísimos más me parece chocante. Yo la sigo apreciando mucho. Lo de la pena de muerte no parece doctrina revelada. A Francisco se le ocurrió eso como a otros Papas lo contrario. A mí es cuestión que me trae sin cuidado. Ni la sostengo ni soy abolicionista. Creo que un católico puede mantener ambas posiciones. Como hasta hoy. ya lo de la salida de los jóvenes sin trabajo me parece una boutade y los Papas deberían prescindir de ellas. No les dejan en buen lugar. Los jóvenes lo que no tienen es que ser ninis. Si se preparan adecuadamente normalmente encontrarán un trabajo. Y si son simplemente trabajadores, también. Creo que en esto Francisco se fue una vez más de la lengua.
Buon pranzo.
Este comentario del papa Francisco acerca de la sotana me parece totalmente impropio de un Papa. Ya me parece escandaloso oírlo decir a un simple sacerdote, que por desgracia lo he oído y a más de uno, pues imagínense lo que parece oírlo del mismo Papa. Es tremendo.
Ha faltado el respeto al propio derecho canónico del que él debe ser garante, pues que yo sepa la sotana sigue siendo la vestimenta de calle oficial del clero, aunque no sea obligatorio su uso. Además, el significado didáctico de la sotana y del color negro que para la misma usan los sacerdotes significa precisamente la negación de lo terreno, que la persona que lleva la sotana es de Dios y que ha renunciado a lo terreno, y Francisco habla de modas, que es algo terreno, pues las modas son cosas banales, terrenas, y la sotana precisamente pretende significar, entre otras cosas, la negación de todo eso. Si el Papa lo confunde todo… Mezclando lo terreno con lo sagrado y con lo trascendente… En fin.
Faltando el respeto a los pocos sacerdotes de verdad que nos quedan; porque la verdadera morralla que hay que censurar es los sacerdotes que celebran como les da la gana, o es que la casulla de la misa también es una moda que se va a pasar?? Al paso que vamos así será. A los sacerdotes que celebran los misterios sin reverencia, de eso no dice nada el Papa, y si lo dice, lo dice tibiamente o incluso hasta puede que lo alabe… Que pena, alabar los abusos sacerdotales y censurar a los que se ajustan estrictamente a la norma sin cometer abuso.
Sr. Hermenegildo: muy posiblemente esté Ud. en lo cierto, y esa sea incluso la idea que tienen en mente el Papa Francisco y el profesor Ladaria. Pero ese «equivale a decir» lo están añadiendo Uds. Si toman el nuevo parágrafo del Catecismo, no dice que la pena de muerte sea intrínsecamente mala. Podría decirlo, pero no lo dice. Dice simplemente que es «inadmisible», con esa ambigüedad tan típica de los textos eclesiales conciliares y postconciliares que ya nos es tan familiar.
Quiere esto decir que unos harán una «hermenéutica de la ruptura» y entenderán que «inadmisible» significa «intrínsecamente mala». Otros harán una «hermenéutica de la continuidad» y dirán que en realidad «inadmisible» quiere decir «inaceptable en las circunstancias sociohistóricas actuales». Yo en este punto me voy a poner en modo ratzingeriano-neocón de supervivencia y me voy a abonar a la segunda tesis. De lo contrario, por coherencia tendría que renunciar a mi fe en la Iglesia, cosa que a estas alturas de la vida no estoy dispuesto a hacer.
Por otra parte, si mañana hubiera una revolución o una gran guerra a gran escala (Dios no lo permita), que vaya el prefecto Ladaria a decirles a los mandos militares de los bandos en liza que actúan de forma «inadmisible» al ordenar la pena de muerte para los traidores o los desertores. Las carcajadas se iban a oír en la cima del monte Kilimanjaro.
Pincho: la doctrina que recoge el Catecismo sí ha cambiado desde el momento en que expresa que la pena de muerte es «inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y que es un “trato cruel, inhumano y degradante”, lo que equivale a decir que es un acto intrínsecamente malo, en contra de lo que enseña el magisterio de la Iglesia.
No es una banalidad. Es una forma astuta de introducir futuras «reformas» del Catecismo con un tema que la mayoría poco formada no rechaza.
No son banalidades, es una manera muy astuta de abrir paso a las «reformas» del Catecismo que vendrán después, con un tema que la mayoría poco formada ve «positivo».
Es un error tomar como banal a este personaje…
Lo de la «inadmisibilidad» de la pena de muerte introducida en el Catecismo me parece gravísimo. Porque supone que ha entrado en el Catecismo doctrina que no es católica. Es la asunción del voluntarismo, es decir, pretender que es doctrina católica lo que dice el papa. Es justamente al contrario: el papa está al servicio de la doctrina y no puede sostener lo que no es católico. Y si lo hace, no por eso lo convierte en católico, sino que se trata de que el papa se está equivocando… o pretende engañarnos. La licitud de la pena de muerte no es cuestión opinable. No es contraria al quinto mandamiento. Otra cosa será la oportunidad de su práctica, que sea preferible en tales condiciones, en tal época o en tal país su abolición… pero eso no afecta a la cuestión de principio.
Lo grave del asunto no es que antes la Iglesia dejara la puerta abierta a la aplicación de la pena de muerte según que casos y ahora la cierre dando un portazo. Lo verdaderamente grave, lo realmente grave es que se decrete que lo que dice un Catecismo redactado «anteayer» no es correcto. Porque podemos pensar que las tesis de algunos teólogos y las homilías de algunos presbíteros que les siguen, opuestas a determinados contenidos del Catecismo, o premeditadamente omitidos, no solo del Catecismo, también del Evangelio, a lo mejor son correctas y pudiera ser probable que en un futuro se modifiquen otros puntos. Y entonces, ¿que creer?.
De este ¿Papa? podemos esperar muchas cosas…, y ninguna buena.
Espero que Dios le llame pronto a su presencia, o, por lo menos, el Espíritu Santo le anime a renunciar al Papado, pues es obvio que es una Cruz demasiado pesada para él, pues es incapaz de llevarla con dignidad.
las banalidades de bergoglio, las cuales se expresan de la manera más vulgar, demuestran que bergoglio mismo es un enano mental.
Vanidad, vanidad, todo es vanidad. La pena de muerte era admisible y ahora por desarrollo se ha vuelto inadmisible, no se trata de de una modificación de la doctrina solamente del uso de un término difuso por una persona que habla difuso, actúa difuso, le dice al interlocutor lo que quiere oir y otras cuestiones que mezclan todo como en un verdadero cambalache de Discépolo un argentino memorable que escribió «la biblia junto al calefón».
Si piensa cambiar la Doctrina de la Iglesia, que escriba un «Catecismo del Papa Francisco» y que no ose tocar el actual. Así no nos equivocaremos.
Vanitas vanitatis; es lo peor que se puede decir de un papa. Quien elige a un mendrugo tiene a un ceporro. Malos tiempos para quien se deja llevar por el populismo más rastrero y torpe. Pasará a la historia como lo que es.
Qué triste todo. No es que sean declaraciones banales, es que muchas veces son directamente de una frivolidad asombrosa.
Sea como fuere, con lo de la pena de muerte el que ha quedado fatal es el profesor Ladaria. Le presuponía buen teólogo, no sé por qué. Pero la cartita explicatoria publicada en el Bolletino, firmada por él y por el secretario de la congregación, no hay por dónde cogerla. De su lectura se deducen dos cosas:
1. El cardenal y su secretario no saben distinguir los planos prudencial y doctrinal, que aparecen amalgamados en una confusa ensalada de palabras.
2. Tampoco saben lo que quiere decir «desarrollo coherente de la doctrina», ni conocen los puntos más básicos y elementales que cualquier católico bien formado debería saber sobre el tema.
Es decir, el señor prefecto suspendería un examen de Teología Fundamental de primer curso. Por supuesto tampoco aprobaría la Teología Moral, pero es que se estudia más tarde y seguramente no llegaría a cursarla.
Por mi parte he llegado a la conclusión de que la nueva redacción del Catecismo, tan jesuítica, no cambia para nada la doctrina tradicional. Evidentemente ahora está mucho peor expresada, con una notable falta de precisión y con un importante ramalazo «bienqueda». Pero que Bergoglio y Ladaria digan que la han cambiado (y estén convencidos de haberlo hecho) no necesariamente quiere decir que lo hayan conseguido. En definitiva, no han cambiado la doctrina. Lo que han hecho ha sido empeorar la redacción de un punto del Catecismo, y explicarlo con suma torpeza. Ni más ni menos.
Mejor teólogo que Ratzinger no hay ninguno, ni de lejos. Así que yo pienso seguir el Catecismo actual que él escribió junto con San Juan Pablo II.
Desde el momento en que ha entrado en el catecismo, la opinión personal del Papa sobre la pena de muerte ha dejado de ser una banalidad para convertirse en algo muchísimo más grave.
A la impertinencia le llaman sinceridad y a la tontería, banalidad.
La condena de la pena de muerte es un desarrollo de la licitud de la pena de muerte.
Igual que la exaltación de la libertad religiosa es un desarrollo de la condena de la libertad religiosa.
Igual que la comunión a los adúlteros es un desarrollo del rechazo de la comunión a los adúlteros.
E igual que pronto la licitud de la contracepción será un desarrollo de la condena de la contracepción.
Hace más de 50 años que se abolió en la Iglesia el principio de no contradicción. Por eso Francisco puede modificar el catecismo como quien modifica una orden ministerial.
Nos hace mucha falta un papa discreto, silencioso, que parlotee lo menos posible y que cuide de su jardín, que es la Iglesia, invadido de cizaña y de otras malas hierbas.Si quieren saber quién será su sucesor, busquen a un purpurado discreto, no mediático, trabajador en silencio, poco amigo de periodistas y de multitudes y bastante reacio a que hablen de él.Ese es el perfil del nuevo pontífice; pónganle entre 68 y 73 años cuando sea el cónclave.Descarten a los de ambos extremos y, en especial, a la basura que hiede a distancia.Alguien muy suyo, que no se case con nadie, salvo con la Iglesia, desconfiado, acostumbrado a delegar poco y a trabajar mucho.Ecce homo.
Es propio de alguien banal y vacio de sustancia decir banalidades. Lo que pasa es que ya cansa tanta vaciedad, tanta frivolidad