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Ayer en La Aguilera con Iesu Communio

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Era el día de las ordenaciones episcopales de los tres nuevos obispos auxiliares de Madrid. A los que una vez más repito mi reconocimiento como obispos auxiliares de mi diócesis. Que sólo supone eso. Ser mis obispos auxiliares. Aunque el auxiliado canónicamente sea mucho más que yo el cardenal arzobispo de Madrid. Ya de lo que hagan, externamente los auxiliares hacen poco, opinaré como me parezca. Deseando de todo corazón que lo hagan bien.

Mi mujer y yo no tuvimos ninguna duda. Entre la Almudena y La Aguilera, donde entraba en Iesu Communio una chica pues… a La Aguilera. Una multitud. Seguramente trescientas personas que llenaban la amplia iglesia en la que también estaban las más de doscientas religiosas de la recién nacida congregación. Como esas chicas, y perdonadme el calificativo a las religiosas porque la media de edad superará no muchos los treinta años y uno es ya un largo abuelo, están en todo, tenían un buen número de sillas plegables que se agotaron y hubo algunos que se quedaron de pie.

En el anfiteatro donde antes y después del acto litúrgico, misa y recepción de la postulante, se produjo en encuentro, las sardinas en lata están más holgadas de lo que allí había. Familiares, amigos, compañeros… y seguramente algunos, como nosotros, que no teníamos nada que ver con quien, feliz, entraba ayer en Iesu Communio. La vimos, y oímos, primeramente de seglar y ya después con su hábito vaquero aunque sin toca, velo o lo que sea. Quiera el Señor que inició en ella la obra buena Él mismo la lleve a término. Con la colaboración por supuesto de María. O de las dos Marías.

Todo le sonreía en la vida humanamente. Era joven, veintitrés años, guapa, con carrera de magisterio terminada y empleo, de familia estructurada, católica y sin problema alguno, con muchos amigos, allí estaban, pero se encontró con Jesús y lo dejó todo. Aunque oyéndola más bien parecía que halló todo. Padres, hermanos, tíos, primos, amigas le expresaron su amor y la aceptación sin trabas de lo que había decidido en no pocas ocasiones con la voz entrecortada por lágrimas de emoción. Ella estaba tan feliz que en sus palabras sólo había sonrisas.

He dicho más de una vez que La Aguilera me recordaba, salvando las infinitas distancias el Monte Tabor. Qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas y nos quedamos. Pues las tiendas para ellas ya están hechas y en la espadaña de la vieja iglesia de San Pedro Regalado hay dos grandes nidos de cigüeña que parecen estar diciéndome que vaya a vivir allí.

Sor Verónica, el alma de todo, tuvo unas palabras muy hermosas para María y para todos. ¡Vaya pedazo de monja! A Dios, hasta que lleguemos arriba, cosa que yo espero no por mí sino por su infinita misericordia, aquí no terminamos de entenderle siempre bien. No por Él sino por nuestro limitadísimo entendimiento. Pero cuando nos habla por personas como Sor Verónica pues casi le entendemos. O sin casi.

El Señor ha sido tan generoso conmigo que ha puesto en mi vida numerosísimos eslabones para que me encadenara a Él. Que en mi mediocrísima debilidad aprovecho muy malamente. Uno de ellos, muy importante, muy sólido, es Iesu Communio. Siempre me acerca a Él. Aunque uno lo siga tan malamente.

Cuando llegamos allí, mucho menos de lo que nos gustaría pues procuramos no ser unos pesados insoportables, nos encontramos tan en nuestra casa que sería como para quedarnos. Y con conciencia absoluta de que esa casa es la casa de Dios.

Gracias Sor Verónica, gracias queridísimas hermanas y nieta adoptiva por ser como sois y sobre todo por ser tan de Él. Dais lo que os rebosa el corazón pero no es normal en los humanos recibir tan cariñosa acogida. No voy a poner una lista de nombres, ya también de caras, pero sabéis que os tenemos muy en el corazón. Como estamos en el vuestro.

Que el Señor os lo pague, es muy buen pagador, y nosotros bendiciéndole a Él por haberos puesto en nuestras vidas. Lo de ayer, queridísimas, fue otra vez inolvidable.

Sólo me queda pedir a Dios, que ha hecho en vosotras tanta obra buena, que haga que vuestra Madre fundadora, por supuesto que es una broma, que decaiga, como con San Pablo ante las puertas de Damasco, en su amor por los sabañones. Bien sé que tiene todas las tolerancias y ayer he visto a varias, alguna queridísima, con el pie cubierto. Pero con aquel frío de cuando el grajo vuela bajo, y no era de los peores días, a uno se le sobrecojen los meñiques y hasta los pulgares.

Os quiero y os doy las gracias por todo  lo que estáis dando y lo que a nosotros  nos dais.

Y a los que en estos días confusos en los que pueda haber gente que  no sepan que hacer con sus limosnas o mejor dicho, nuestra obligatoria contribución al sostenimiento de nuestra Iglesia,  hay mucha gente buena que las necesita. Pues a ellas. No a embolsarnos unos miserables euros que no nos suponen nada. Ojalá pudiéramos compararnos con el óbolo de la viuda. Pues a todos aquellos que no son pobres viudas, que se lo piensen. Dejar de dar para quedártelo me parece un robo a Dios.

No estoy pidiendo nada para Iesu Communio. Ni siquiera sé si tienen una cuenta corriente para recibir donativos. Que seguramente tendrán. Pero tenemos que sostener a nuestra Iglesia. Y a lo que nos parezca bueno de ella. En eso cada uno podrá pensar lo que quiera. Y a ello debe estar. Pero estar. Lo que pienso yo de Iesu Communio creo que esta clarísimo. Lo que piensen otros es cosa suya.

Y quiero añadir un corolario o dos a su pasado de clarisas. Hubo un momento en el que las clarisas de Lerma, ya bajo el mandato de Sor Verónica, acogieron una comunidad de la orden que cerraba por imperativos de edad. Eran tres o cinco ancianísimas. Una de ellas, según se dice, al ver como habían sido acogidas, preguntó: ¿Me he muerto y ya estoy en el cielo?
El otro es más seguro. Cuando la Santa Sede decidió el reconocimiento de I.C como instituto nuevo ofreció a las que habían profesado como clarisas tres alternativas. Incorporarse a otro convento de claras, pasarse a Iesu Communio o seguir en él como clarisas. Creo que la totalidad, o la inmensa mayoría optaron por pasarse o por seguir de clarisas con las nuevas Ayer vimos a dos, de las tres que quedan, con su hábito, dándole el abrazo fraterno a la nueva que se incorporaba. Viejecitas, encorvaditas pero fraternalmente asistidas por quienes las querían. Como debe ser

Comentarios
3 comentarios en “Ayer en La Aguilera con Iesu Communio
  1. ¿Qué no son estas las monjas vaqueras del convento tipo queso fresco con ventanitas? Pues les han metido un multón de 25 000 euros por el adefesio. Los pocos euros que yo daría, serían para pagar el multón. No way, José.

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