Aquí lo tenéis:
http://germinansgerminabit.blogspot.com.es/2016/12/ademas-de-pasar-por-el-registro-de.html
Tiene su importancia y su razón de ser.
Creo que los obispos, prácticamente todos, incluso los mejores, se resisten a actuar con sacerdotes indignos de sus respectivas diócesis Que desgraciadamente existen en todas ellas. Y no me creo que lo que saben bastantes lo ignore el obispo.
Pero ese obispo pasota de lo que no debería pasar se va por la pata abajo si un hecho, de los que tiene varios en la diócesis, sale en la prensa, Entonces medidas inmediatas. Que me parecen injustas. Porque si el obispo conocía el comportamiento del clérigo las debió tomar él mucho antes. Y si no las conocía necesitará algún tiempo, digamos algunos días, para intentar conocer lo que pueda haber de verdad en la denuncia. Porque hay denuncias calumniosas, falsas de toda falsedad. Y es una vergüenza episcopal que el buen sacerdote que haya sido objeto de ellas se vea de entrada abandonado del padre y arrojado por él a los lobos. Que se da el caso.
La presunción de inocencia es lo normal salvo datos claros que la echen por tierra. En el lenguaje habitual. Luego está la culpabilidad penal que sólo puede declararla un tribunal. Pero no podemos judicializar el lenguaje. Que desborda el código penal, el civil y el canónico.
Si al andar tus ojos meces
y las caderas meneas
yo no digo que lo seas
mas parecerlo, pareces.
Y frente a un sacerdote, de irreprochable vida hasta el momento, sin que nadie pudiera sospechar nada de una conducta improcedente, me parece impresentable por parte del obispo que ante una denuncia de parte, de la que se desconoce todo lo que puede haber tras ella, hasta un posible ánimo de lucro del denunciante, el cura imputado, posiblemente en falso, a la tinieblas exteriores, al llanto y al crujir de dientes. Si el obispo pensaba que era muy posible que dados lo antecedentes del cura en cuestión eso pudiera ser cierto pues los suspendidos deberían ser dos. Por estricta justicia. Si no se enteró porque no se entera ni quiere enterarse de nada pues casi que también. Y si sorprendido se encuentra con el marrón pues a intentar averiguar que es lo que hay de verdad en ello. Pero tampoco con bajada de calzones. Una nota que indique que es conocedor de la denuncia, que ofrece la Justicia toda la colaboración que pueda dar salvo la reservada por el sigilo sacramental, que hasta el momento no tiene la menor constancia del hecho y que cuando llegara a tenerla, bien por sus propias averiguaciones o por la judiciales procedería sin la menor vacilación a tomar las correspondientes medidas. Entre las que estaría naturalmente la secularización. Pero los obispos están como en las Siete y Media. Que se pasan o no llegan.
Siento el más absoluto desprecio por los sacerdotes y religiosos que viven habitualmente al margen de sus votos. Por ellos y por quienes, por encima de ellos, lo saben y lo consienten. Sin hacer cuestión de caídas normales porque ¿quién sería capaz de tirar la primera piedra? Yo no. Pero hay conductas que las merecen por lo permanentes. Y a esas hay que ponerles remedio. Que ya se está dilatando. Porque además siempre estallan. Y en la cara del obispo. En estos días el de Santiago tal vez está preocupado. Porque algo hay. Lo supe por Infovaticana y supuse que para airear algo así algún conocimiento tendría. Un par de llamadas me confirmaron de que algo podría haber aunque fuera extraseminario, ajeno a todo, y con directa implicación del arzobispo pese a lo que pueda decir una nota de la curia. Que me parece desafortunada.
No voy a contar más, al menos de momento, porque Don Julián Barrio me parece un aceptable arzobispo compostelano aunque seguramente uno de los menor nivel desde los tiempos de Rafael de Múzquiz que son los que más conozco. Con el pontificado intonso de García Benito en el Trienio Liberal. Después Vélez, Rentería murió antes de llegar a Compostela, García Cuesta, Payá, Guisasola, Martín de Herrera, Lago, de Diego, Martínez, Muniz de Pablos, Ballester, Quiroga, Suquía y Rouco. Muchos cardenales y unos cuantos en Santiago.
Aquí, en esta olla de grillos eclesial que nos ha tocado vivir puede ocurrir de todo. Que Don Julián sea el próximo cardenal español, tras lo de Blázquez no se iba a sorprender nadie, o que lo defenestren, buscando cualquier pretexto aunque se lo haya puesto en bandeja Don Julián.
Llevo mucho tiempo diciéndolo: con Don Julián a muerte porque Chámame Pepe sería mucho peor. Y esa amenaza está en el horizonte compostelano. Ha hundido, más la Orden Seráfica, que ya estaba bajo cero, y acabaría con Santiago cuyo catolicismo catedralicio parece que comienza a renacer, si le dejaran.
Triste sino el de las Iglesia de hoy en la que no pedimos ya que nos nombren buenos y santos obispos sino sencillamente que no nos los nombren peores.
Don Julián: ¡a resistir! Y en lo que quepa a implicarse un poquito más en la diócesis. Que el tancredismo continuado lleva a estas cosas.
Se nota el temor a la llegada a Santiago de Chámamepepe. Un artículo claro y muy benévolo a la gravedad del tema, máxime cuando los escándalos se repiten y la falta de govierno es evidente…
Fabricar un pederasta
12 de febrero 2016
Fray Dominic Bouck, O.P.
La nación es un hervidero después de un serie documental en diez capítulos, estrenada recientemente antes de la Navidad, con el título: «Fabricar un Asesino.» La serie narra la historia de Steven Avery, que fue a prisión por una violación que no cometió, tras haber pasado sin motivo por la la oficina del sheriff, hasta que las pruebas de ADN lo exoneraron 18 años más tarde. Unos pocos años después de su emocionalmente liberación, se vio de nuevo en la cárcel por un asesinato brutal. Un ulterior examen ha convencido nuevamente a muchos, de su inocencia.
En un línea similar, la revista Newsweek publicó el mes pasado, un artículo de portada, titulado:»Culpa católica?,» presentando un nuevo aspecto en el enjuiciamiento de un escándalo de abuso sexual. El artículo es muy gráfica en sus representaciones sobre el supuesto abuso sexual. En este artículo, Ralph Cipriano se adentra en el caso muy volcado en los media, de Monseñor William Lynn, «el primer Superior del país, en ir a la cárcel por no supervisar adecuadamente a un Sacerdote acusado de abuso sexual.»
El denunciante es un joven que denuncia a dos sacerdotes subordinados de Lynn, acusándolos de abusar brutalmente de él, cuando era alumno de una escuela católica. Sin embargo, al estudiar la materia de la acusación y las declaraciones, aparecen, grandes incoherencias, según Cipriano. Uno de los sacerdotes encarcelados, como resultado del testimonio del joven era Padre Charles Engelhardt, cuya exoneración sigue siendo demandada por Su Congregación, los Oblatos de San Francisco de Sales, a pesar de que murió en 2014, «horas después de haber cumplido los 67 años de edad, esposado en una cama del hospital, bajo vigilancia armada y habiéndole sido negada una operación del corazón, que podía salvarle la vida.»
Tanto la serie documental de Netflix como el artículo de Newsweek retratan en el juicio, una combinación alarmante de ambición y frenesís de los medios de comunicación, buscando lacerar al acusado. De acuerdo con la serie de Netflix, el cambio de actitud de los medios de comunicación locales y nacionales, una vez que se liberó a Avery fue impresionante. Hubo un momento en que casi querían canonizarle mediáticamente, pero en otro cambio instantáneo, se procedió a ahorcarle metafóricamente, dibujando de él en un ensayo de Nightly News, una imagen mucho peor que la de antes. Tal rapidez plantea preguntas y podría parecer sorprendente esta falta de escrúpulos, especialmente teniendo en cuenta la historia del encarcelamiento injusto de Avery.
Sin embargo, debemos insertar aquí una nota cautelar: En los dos casos mencionados, la única manera de no saber ningún detalle alguno sobre estos casos, es acudir a los propios medios de comunicación social. De hecho, Netflix, Newsweek, y sus productores de contenidos se distinguen por la producción de perspectivas alternativas o historias llamativas.
Nosotros, los que estamos más distantes de estos eventos no sabemos toda la verdad y de hecho, sólo Dios lo sabe todo.
Dicho esto, nos es posible reconocer que el trabajo de alguna de las partes no es apropiado, e incluso es erróneo. Por ejemplo, si Avery o Engelhardt son o no, culpables, es evidente que las acciones de algunos abogados y algunos miembros de los medios de comunicación, influenciados negativamente, han motivado en la otra parte un descubrimiento exhaustivo de pruebas y hechos. Tal comportamiento permite grandes dudas para entrar en las mentes de la gente acerca de la veracidad de las denuncias.
La historia de la Archidiócesis de Filadelfia es un botón de muestra la presunta extralimitación de algunos miembros de los medios de comunicación. En 2011, la revista Rolling Stone presentó un perfil de una testigo estrella incriminando a los los acusados en un artículo escabrosamente titulado: «Delitos sexuales en los Archivos de la Iglesia Católica.» El mismo autor escribió la famosa «relación» de 2014 sobre una Universidad de Virginia, los abusos y la fecha de la violación, de lo que ya se ha retractado y por la que se enfrenta actualmente a una demanda por difamación. Los medios de comunicación saben que el público está ansioso por ver a una organización como la Iglesia Católica -que entre sus temas de predicación, incluye la denuncia de una fuerte decadencia de la moralidad en la tierra,- acusada deuna espectacularmente y terrible incoherencia.
¿De dónde viene todo esto?
Como cristianos, se nos ordena firmemente no levantar falsos testimonios, de palabra y, por extensión, por escrito.
El prólogo al Octavo Mandamiento en el Catecismo, es una lectura obligada para los productores y consumidores de los medios, pero tiene un especial relieve, referido a los periodistas: «Por la propia naturaleza de su profesión, los periodistas tienen la obligación de servir a la verdad y no atentar contra la caridad en la difusión de información. Deben esforzarse por respetar con el mismo cuidado, la naturaleza de los hechos y los límites del juicio en sus críticas sobre los individuos. No deben caer en la difamación .»(CIC 2497).
Los miembros de los medios de comunicación tienen un cometidol especial en la difusión informativa, en la entrega de datos y en el descubrimiento de hechos importantes que de otro modo sería difícil de obtener. Por ejemplo, los medios de comunicación han hecho un gran servicio en la toma de conciencia sobre la protección de los niños, que es una prioridad en nuestra sociedad y en la Iglesia. Sin embargo el punto de vista particular de los medios de comunicación también es susceptible de tentaciones de vanagloria a costa de la verdad. Un buen periodista siempre debe examinar su conciencia para descubrir sus prioridades.
Es cierto que, dadas nuestras imperfecciones inherentes, la policía comete errores, los fiscales tienen a veces una visión opaca, y los medios de comunicación se entusiasman. Sin embargo, si el objetivo final de esta gente es atraer la atención y la adulación, ponen en grave peligro sus almas y el bienestar de otras personas. Pero si el objetivo se persigue con veracidad, humildad, diligencia y circunspección, lo difícil deviene asequible y claro. Pensemos en la imagen de la Justicia representada por una dama invidente.
Sin estas virtudes, es imposible construir una sociedad justa y pensar que puede sobrevivir.
Por otra parte, en un ambiente tan intoxicado, es casi imposible que la gente proceda virtuosamente y con diligencia en estos menesteres. Esto crea una especie de vacío de personalidad en algunos de los puestos más relevantes de la vida pública.
Dicho esto, creo que el problema no es particularmente nuevo: Hace unos 2.000 años, un carismático predicador hebreo, inocente, fue ejecutado por un juez corrupto, muy atento a las demandas de fiscales llenos de envidia y de ambición, que sucumbió a la presión de una multitud mal informada, que nos representaba a todos .
Chapeau.