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Andamos muy perdidos

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Resultado de imagen de bobos solemnes

Leo en una publicación argentina el texto de un sacerdote de aquella nacionalidad que en alguna ocasión he traído a estas páginas del Blog.

Me parece sensatísimo y de notable actualidad.

Hace unos días traía a colación una librería diocesana española no poco despistada. Parece que el problema no es sólo nacional. Y susceptible de empeorarse. Mal que las dependientas sean analfabetas en libros, que existen, ya que sean protestantes indica que hay neuronas que no funcionan bien en algunos. Y tal vez el plural sobre.

Os dejo el artículo de este sacerdote.

Tatuaje, ecumenismo y libros carísimos

            La Santa Madre Iglesia nos llama, insistentemente, en este tiempo de Adviento a la conversión; esto es, arrepentirnos de nuestros pecados, hacer una buena Confesión, y volvernos hacia Dios. Los textos bíblicos que leemos en la Santa Misa, y en el Oficio Divino, en estos días, no dejan lugar a dudas: en particular, las apremiantes apelaciones del profeta Isaías; y, claro está, las clarísimas advertencias de Cristo sobre el día de su retorno. Por caso, en el último Domingo, primero de Adviento, escuchamos cómo en apenas cuatro versículos (Mc 13, 33 – 37) nos llamó en tres oportunidades a estar prevenidos.

         En nuestra Argentina arrasada por la descristianización y el catolicismo mistongo –como bien lo definiera el genial padre Leonardo Castellani-, no pocos creyentes, ni de lejos, responden debidamente a ese llamado. Metidos como están, en los problemas de fin de año, y en que estas fiestas entristecen (porque tienen poca o nula fe) solo tienen lugar para los regalos, los preparativos de las comilonas, y el buscar hacer en quince días lo que no se hizo en un año; o sea, hay sitio para todo menos para el verdadero homenajeado, el Niño Jesús.

         Los curas, por cierto, tenemos abundante trabajo extra: además de empeñarnos en nuestra propia conversión (un camino de toda la vida), debemos más que nunca llamar, oportuna e inoportunamente (2 Tm 4, 2), a la conversión de todos. Y estar dispuestos para acompañarlos, en su proceso, con más tiempo de oración, penitencia y presencia en el confesonario… Y por si todo fuera poco, debemos empeñarnos sobremanera en la conversión de los aparentemente propios.

         Me acaba de ocurrir, en Buenos Aires, un episodio sorprendente en una de las más importantes librerías de la Iglesia en Argentina. Entré saludando con cortesía; y me atendió una señora mayor, no lo suficientemente cubierta, con un notorio tatuaje en el brazo derecho. Para entrar en conversación le pregunté sobre el mismo, y así fue el diálogo:

  • ¿Por qué se hizo ese tatuaje, señora?
  • Porque me gusta. ¿Qué tiene de malo…?
  • ¿Leyó, acaso, Levítico 19, 28 (Y no haréis rasguños en vuestra carne por un muerto, ni imprimiréis en vosotros marca alguna. Yo soy el Señor)?  ¿O 1 Cor 6, 19 (¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?)…?. O lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el cuidado de nuestra propia salud?
  • ¡Eso es su opinión!
  • No, señora, es la Palabra de Dios, genuinamente interpretada y enseñada en la Iglesia. ¿Además, usted se lo imagina a Cristo con tatuaje?
  • ¡Si le molesta me lo tapo – y ahí se colocó, oportunamente, un saco- Peor es lo que hacen tantos curas, que hacen cosas horribles y, encima, se cubren entre ellos. Soy protestante (se notaba a esas alturas, en el fondo y en la forma de sus expresiones), lo consulté con mi madre, y ella lo aprobó… Además tengo tatuados los nombres de familiares muertos…
  • Señora, todos tenemos familiares muertos; y los llevamos tatuados en el corazón. Y, por ellos, ofrecemos Misas, los encomendamos, y les llevamos flores al cementerio…

      Abruptamente interrumpió la conversación, y sin despedirse, llamó a un compañero para que me atendiera. ¡Podés venir para acá!, ordenó con firmeza. “Dios la guarde, señora: que tenga mucha paz. Fue un gusto conocerla”, le dije, tendiéndole un puente de plata para evitar cualquier situación todavía más dolorosa. No recibí ninguna respuesta…

         Le consulté a su compañero el precio de unos libros litúrgicos, que debía comprar para una de mis parroquias. Sin levantar la mirada del ordenador me dijo su valor. Muchísima plata para mi escaso presupuesto de cura periférico.

         “Por favor –le repliqué, con el mejor tono del que fui capaz en ese momento tenso-: dígale a sus superiores, que tanto hablan de los pobres, que pongan precios accesibles para los curas pobres… La caridad, bien entendida –como decían nuestras abuelas- empieza por casa”.

         Me despedí, obviamente sin comprar nada, y deseándole ¡Feliz Navidad! al casi silente empleado. No volví a ver a su compañera mayor; y ofrecí, por ella, la Santa Misa del día, mis oraciones, y mi meditación.

         ¿Acaso el así entendido ecumenismo lo está invadiendo todo? ¿Tendremos que pedir permiso para intentar ser católicos, aun en nuestras propias estructuras? ¿A la hora de contratar empleados, cuáles son los parámetros de selección? ¿Puede imaginarse que, por ejemplo, un gerente de la gaseosa más popular del mundo contrate a un trabajador que, abiertamente, haga propaganda para su inmediata competidora…?.

         ¡Esto no es una empresa!, se me dirá rápidamente. Claro que no. Es muchísimo, infinitamente mucho más que eso. Es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. Es una propiedad que no nos pertenece. Y en la que, por pura misericordia divina, somos meros administradores.  Dicho sea de paso, ¡qué bien nos vendría aprender algo de ciertas empresas exitosas! ¿O es que olvidamos, acaso, que somos la multinacional con el mayor Tesoro (Mt 13, 44); empeñada en el mejor negocio: la gloria de Dios y la santificación y la salvación de las almas?

         ¿Cuándo vuelva el hijo del hombre encontrará fe sobre la Tierra? (Lc 18, 8). Solo Dios lo sabe. Lo que seguramente, encontrará, a este ritmo, será millones de tatuados, ecumenismo rayano con la autodemolición, y libros carísimos… Eso sí: todo bañado con diálogo, diálogo y más diálogo…

 

 

+ Pater Christian VIÑA

La Plata, martes 5 de diciembre de 2017

 

Espero que algunos de mis objetantes se den por contestados. Esto no va por cualidades personales de empleadas. Pueden ser buenísimas, simpatiquísimas, analfabetísimas y hasta protestantes. Pero en una librería católica parece que se debe esperar algo más y algo menos. Sin reclamar Marías Zambranos o Ramones Menéndez Pidal. Suum cuique. Pero al menos algo.

Comentarios
4 comentarios en “Andamos muy perdidos
  1. A juan manuel ramilo costas: Equiparar el teñirse el pelo o ponerse tatuajes con el aborto y la eutanasia es una soberana estupidez, oiga. Además, son muchísimas las mujeres católicas que llevan un agujerito en cada oreja para ponerse pendientes y no creo que eso sea ningún pecado. Tampoco creo que lo sea teñirse el pelo. Sobre los tatuajes y los piercings (que a mí no me atraen lo más mínimo) puedo tener algo más de duda – porque es cierto que los católicos debemos cuidar la salud del cuerpo – aunque tengo entendido que es posible realizarlos de forma segura. De lo que no estoy nada segura es de que la afirmación del Levítico nos sea aplicable, de forma literal, a los cristianos, pues los cristianos no somos judíos y el Antiguo Testamento contiene muchas normas que no nos obligan a los cristianos (como la circuncisión, por ejemplo). No sé hasta qué punto hizo bien el cura argentino en meterse en el berenjenal de ponerse a discutir con la señora tatuada si está bien tatuarse o no, la verdad. Hay cosas bastante más graves, me parece a mí (como, por ejemplo, que una librería católica venda libros contrarios a la fe). Dicho sea con toda humildad, por cierto.

  2. Conferencia del Padre Jorge Mario Bergoglio, Rector del Colegio Máximo de los Jesuitas de Argentina, sobre Lutero y Calvino. -Me parece, al margen de que diga lo contrario de ahora, un pobre refrito, con mucha referencia implícita de Eric Fromm y una turbamulta de no creyentes.

    Lutero: una «idea loca» que ha evolucionado en herejía y cisma, por Jorge Mario Bergoglio (1985/2013)

    Lutero: una «idea loca»
    que ha evolucionado en herejía y cisma

    por Jorge Mario Bergoglio (1985/2013)

    Muchas veces, San Ignacio ha sido definido como el bastión de la Contrarreforma. Esto es verdad; sin embargo […] los jesuitas estaban más preocupados con Calvino que con Lutero. […] Habían descubierto con perspicacia que ahí se escondía el verdadero peligro para la Iglesia.

    Calvino ha sido el gran pensador de la Reforma protestante, quien la ha organizado y conducido en el plano de la cultura, de la sociedad de la Iglesia; ha plasmado una organización que Lutero no se había propuesto. Éste, el alemán impetuoso que probablemente había proyectado al máximo dar vida a una Iglesia nacional, es releído y reorganizado por aquél francés frío, un genio latino versado en jurisprudencia, que era Calvino.

    Lutero era visto como un hereje. Calvino, además, como un cismático. Me explico. La herejía –por usar la definición de Chesterton– es una idea buena que ha enloquecido. Cuando la Iglesia no puede curar su locura, entonces se transforma en un cisma. El cisma implica ruptura, división, separación, consolidación independiente; va creciendo por pasos sucesivos hasta conquistar una propia autonomía. San Ignacio y sus sucesores combatirán contra la herejía cismática.

    Y, ¿cuál es el cisma calvinista que provocará la lucha de Ignacio y de los primeros jesuitas? Se trata de un cisma que afecta tres áreas: el hombre, la sociedad y la Iglesia. […]

    – En el hombre, el calvinismo provocará el cisma entre razón y emoción. Separa la razón del corazón. En el plano emotivo, el hombre de aquél siglo, y bajo la influencia luterana, vivía la angustia por la propia salvación. Y, según Calvino, de esa angustia no había que preocuparse. Contaba solamente preocuparse de las cuestiones de la inteligencia y de la voluntad.

    Este es el origen de la miseria calvinista: una disciplina rígida con una gran desconfianza a lo que es vital, cuyo fundamento es la fe en la total corrupción de la naturaleza humana, que puede ser ordenada solamente por la superestructura de la acción del hombre. Calvino cumple un cisma dentro del hombre: entre la razón y el corazón.

    Más aún, Calvino provoca otro cisma en la razón misma: entre el conocimiento positivo y el conocimiento especulativo. Se trata del cientificismo que rompe la unidad metafísica y provoca un cisma en el proceso intelectivo del hombre. Todo objeto científico se asume como absoluto. La ciencia más segura es la geometría. Los teoremas geométricos serán una guía segura de referencia del pensamiento. Este cisma, que se da en la misma razón humana, afecta a toda la tradición especulativa de la Iglesia y a toda la tradición humanística. […]

    – El cisma calvinista afecta también a la sociedad, que resultará dividida. Como portadoras de salvación Calvino privilegia las clases burguesas. […] Esto implica y comporta un revolucionario menosprecio de los pueblos. Ya no hay ni pueblo ni nación, y, al contrario, se configura una internacional de la burguesía.

    Con un anacronismo podríamos aplicar aquí la fórmula de Marx: «Burgueses de todo el mundo, uníos», despreciando cualquier significado de la nobleza de los pueblos. Con esta actitud Calvino es el verdadero padre del liberalismo, que ha sido un golpe político al corazón de los pueblos, a su modo de ser y de expresarse, a su cultura, a su manera de ser cívica, política, artística y religiosa.

    Probablemente en el plano social esto es más evidente en la elaboración, primero de Hobbes (según el cual los hombres debían convivir por medio del engaño y de la fuerza, mientras que el Estado, «moderno Leviatán», existía sencillamente para tener a raya los egoísmos y evitar la anarquía, legitimando una lógica de dominio, dado que ya no había ninguna ley natural), y después de Locke, mucho más sofisticado, pero no menos cruel.

    Hobbes reivindica el «poder» sin corazón, con una justificación absolutista y racionalista. Locke reviste todo esto con una «compostura civil» y busca redefinir la sociedad excluyendo al pueblo.

    La postura de Locke es la siguiente: parte de la admisión de un cierto derecho natural y se sirve del slogan «la razón enseña que…», para después deducir –como por magia– conclusiones que justifican ese cisma social: el hombre –puesto que supera la propia corrupción natural por medio del activismo– puede poseer el fruto de su trabajo siempre que ese fruto no sea corruptible. He aquí que nace la moneda y la índole monetarista del liberalismo.

    Además, la razón enseña que el hombre tiene derecho a comprar trabajo. Y con esto se dan dos tipos de trabajadores: los que poseen bienes no corruptibles y los que no los poseen. El Estado tiene la función de mantener el orden entre estas dos categorías de trabajadores evitando la rebelión de estos contra los primeros. En el fondo, el pensamiento calvinista-cismático-liberal está reivindicando para el segundo grupo de trabajadores el poder de rebelión, lo que hoy llamaríamos la rebelión del proletariado. En última instancia, el marxismo es el hijo obligado del liberalismo.

    – En tercer lugar, el cisma calvinista hiere a la Iglesia. […] Sustituye la universalidad del pueblo de Dios con el internacionalismo de la burguesía. […] Decapita el pueblo de Dios de la unidad con el Padre. Decapita todas las cofradías de los oficios privándolas de los santos. Y, suprimiendo la misa, priva al pueblo de Dios de la mediación en Cristo realmente presente. […]

    En el fondo Calvino había intentado salvar al hombre, al que la perspectiva luterana había precipitado en la angustia. En Lutero se manifiesta la intención de salvar al hombre del paganismo del renacimiento, pero esa intención había evolucionado hacia una «idea loca», es decir, en herejía. Por eso Calvino, con la frialdad legislativa que le caracteriza, parte del angustioso planteamiento luterano y evoluciona así: el hombre está corrompido; por consiguiente, disciplina.

    De aquí nace lo que conocemos como el «rigor protestante». Éste propone signos de salvación diferentes de aquellos católicos –los que hemos citado antes–, y el signo es el trabajo acumulativo. Casi como si pretendiera identificar los frutos del trabajo con los signos de la salvación. Podríamos simplificarlo de manera caricatural con este axioma: «Serás salvado si adquieres la riqueza que se obtiene con el trabajo». Y he aquí plasmada la clase burguesa.

    – A partir del planteamiento luterano, si somos coherentes, quedan solamente dos posibilidades entre las cuales optar en el curso de la historia: o el hombre se disuelve en su angustia y ya no es nada (y es la consecuencia del existencialismo ateo), o bien el hombre, basándose en esa misma angustia y corrupción, da un salto en el vacío y se autodefine superhombre (es la opción de Nietzsche).

    En el fondo Nietzsche regenera a Hobbes, en el sentido de que la «última ratio» del hombre es el poder. El dominio es posible solamente contra el amor, a partir de la contraposición, en el hombre, entre la razón y el corazón. Un tal poder, como «última ratio», implica la muerte de Dios. Se trata de un paganismo que, en los casos del nazismo y del marxismo, adquirirá formas organizadas en sistemas políticos.

    La perspectiva luterana, porque se fundamenta en el divorcio mismo entre la fe y la religión (efectivamente, concibe la fe como la única salvación, y acusa a la religión –los actos de religión, la piedad, etc.– de ser una mera manipulación de Dios), genera divorcio y cisma; comporta toda clase de individualismos que, en el plano social, afirman su hegemonía.

    Toda hegemonía, tanto religiosa, política, social o espiritual, encuentra aquí su origen.

    Jorge Mario Bergoglio (1985/2013)

    _________

    En 1985, cuando pronunció esta conferencia, Jorge Mario Bergoglio tenía 49 años y era rector del Colegio Máximo de San Miguel. De 1973 a 1979 había sido provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. Se ha vuelto a publicar tal cual, en español, en un libro que ha autorizado de hecho, salido después de su elección como Papa:

    J. M. Bergoglio – Francisco, «Reflexiones espirituales sobre la vida apostólica», Grupo de Comunicación Loyola, Bilbao, 2013.

  3. Los tatuajes, los «pírsines», los pelos teñidos de azul, rosa y otros colores inverosímiles son pruebas del regreso al primitivismo, a la tribu, como el aborto y la eutanasia, muy practicados entre los griegos antiguos.Estos satánicos, que van de modernos, no han descubierto nada nuevo: ya en Esparta liquidaban sin piedad a los nacidos con algún defecto, llevándolos al monte Taigeto.¿Qué creerán estas bestias modernas?¿Que son modernas?Sus abominaciones son más antiguas que defecar.

  4. A tu casa vendrán que de tu casa te echarán. Es lo que tiene la misericorditis aguda de talante protestante, y más que talante : que, o nos convertimos a la misericorditis aguda, o nos echan de nuestra querida Iglesia Católica por esa rigidez antievangélica que, según los evangelios, debió padecer el mismo Jesucristo. La misericorditis nos prohibe a los católicos el proselitismo, como el mayor pecado contra el ecumenismo, pero los misericorditis sí pueden pecar porque el ecumenismo sólo es en una dirección : hacia el protestantismo y sin prejuicios católicos. Pero no creo que el insulto diario que nos propinan, como rigidez, faltos de misericordia, levanta muros, fundamentalistas y, el último, creyentes con prejuicios, sea el mejor sistema para acercarnos a una misericorditis que no acerca a los lejanos y espanta a los cercanos, incluso a limpia persecución ¿ verdad Seifert ? ¿ verdad Weinandi ?

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