AMISTAD

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AMISTAD

Leemos en “Martín Fierro” que los más grandes bienes del hombre son la palabra y la amistad; “de los bienes recibidos de Dios, la palabra es el primero, el segundo es la amistad” (n° 2828). Hoy, con Mecha, mi mujer almorzaremos invitados por un matrimonio amigo, los Mujica-Esnaola, con los cuales “miramos en la misma dirección” (Saint-Exupéry), amistad que comenzó con un reto de un “gruñón” a María, mujer paciente, por el uso del barbijo, en la Capilla del Santo Cristo.

Ese mirar abarca desde el amor a Dios hasta el amor a la tierra, a los árboles, a las flores y los frutos y hasta a los caballos; amamos esa vida con tantos imprevisibles, que nunca entenderán los hijos del asfalto, como la “abogada exitosa”, “chirusita” de Tolosa, pontífice del error, que un día llegó a sostener que en el campo todo era previsible, mostrando que nunca pisó un camino de tierra, que no conoce lo que es empantanarse, derrapar e irse a una zanja, pedir auxilio a un vecino, desinflar un poco las gomas para tener más estabilidad, sufrir por la seca o el exceso de agua, las heladas tardías y otros avatares.

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 Pero, pobre infeliz, tampoco gozó nunca de un amanecer campestre, de una puesta de luna, de un atardecer de los días luminosos, en los cuales, el horizonte se transforma en bandera celeste y verde, cuando levanta vuelo el búho de Minerva, de la siempre esperada lluvia que despierta a las semillas que dormían en el vientre de la tierra y esperaban el agua, como un despertador, nunca el “Pampero”, ese “hijo audaz de la llanura y guardián de nuestro cielo”, azotó su cirujeada frente. 

Y hoy, la Liturgia de las horas, siempre oportuna, nos regala un texto del libro de Ben Sirá, acerca de la amistad, que comienza así: “Una voz suave aumenta los amigos, unos labios amables aumentan los saludos. Sean muchos los que te saludan, pero confidente, uno entre mil; si adquieres un amigo, hazlo con tiento, no te fíes en seguida de él, porque hay amigos de un momento que no duran en tiempos de peligro; hay amigos que se vuelven enemigos; … hay amigos que acompañan en la mesa y no aparecen en la hora de la desgracia, cuando te va bien, están contigo, cuando te va mal, huyen de ti; si te alcanza la desgracia cambian de actitud y se esconden de tu vista; apártate de tu enemigo y se cauto con tu amigo”.

Una introducción excelente que nos enseña que tenemos que desconfiar de los amores a primera vista y ser prudentes en el camino a recorrer, que comienza con el aprecio y con el tiempo y el trato. culmina en la amistad.

El texto continúa: “Al amigo fiel tenlo por amigo; el que lo encuentra, encuentra un tesoro; un amigo fiel, no tiene precio… es un talismán: el que teme a Dios lo alcanza”.

La amistad es necesaria y conforme a la naturaleza en la línea de su perfección; está en potencia en toda persona que se acerca a otra. Todos la necesitamos: los ricos y poderosos, porque el sobresalir aumenta la inseguridad; también los pobres y desventurados, porque como canta Martín Fierro:

“El que se halla en desventura

busca a su lado otro ser

pues en bueno tener

compañeros de amargura” 

Los jóvenes necesitan guía y consejo, aunque hoy muchos se rían de ello, engreídos y autosuficientes; los viejos necesitan ayuda y atención por sus achaques, aunque es más cómodo depositarlos en un geriátrico y los hombres en plenitud requieren compañía “para las bellas acciones”, aunque muchas veces, en lugar de amistad para realizar mejor el bien, busquen complicidad para el mal que incluye el delito.

Debemos aclarar que la amistad no es el aprecio, el afecto, el más humilde de los amores naturales; no es la afabilidad, el deseo de agradar a los otros en las relaciones sociales, no es la camaradería, que vincula a los hombres que persiguen un destino común, no es la benevolencia, que carece de reciprocidad, tiempo y trato, no es la concordia, que relaciona a los hombres en las ciudades y comunidades parciales sobre la base de intereses comunes.

La amistad es libre, necesita reciprocidad. El proceso de aproximación de los corazones es recíproco y crece poco a poco. Aristóteles enseña que la amistad es virtud o acompaña a la virtud, es entre personas de bien y estimula la práctica de otras virtudes: la fidelidad, la lealtad, la gratitud. No es la complicidad para el delito que estimula los vicios.

En “Ciudadela”, obra póstuma de Saint-Exupéry, aparecen un par de textos que iluminan el tema. Uno dice:

“El amigo es, en primer lugar, el que no juzga… es el que abre la puerta al caminante… y que no le pide bailar para juzgar su danza. Y si el caminante cuenta de la primavera en la ruta, el amigo es quien recibe en sí la primavera. Y si relata el horror del pueblo de donde viene, sufre el horror con él” (LVIII).

En otro texto desenmascara a los falsos amigos: “Encontrarás demasiados jueces en el mundo. Si se trata de modelarte en otra forma y de endurecerte, deja ese trabajo a tus enemigos… como la tempestad esculpe al cedro. Tu amigo está hecho para acogerte… Sabe respecto a Dios, que cuando vienes a a su templo, no te juzga, sino que te recibe” (LVIII).

Por suerte tengo amigos muy fieles y bastantes enemigos. Uno de mis amigos es Paco Pepe, que me acoge en este blog. Un día, tuve el honor de escribir en el libro de Gabriel Ariza Rossy, “Conversaciones con Paco Pepe”, subtítulo: “Entrevista a Francisco José Fernández de la Cigoña. El comentarista de asuntos eclesiales más leído de España”, Homo Legens, Madrid, 2018, una nota titulada: “Un océano por medio”, en la cual escribí con relación a nuestra brumosa actualidad: “En medio del barullo de las ideas, de la cátedra de “fuego y humo”, de la confusión de las personas y de las cosas, el magisterio cotidiano de Paco Pepe… es una luz que ilumina y clarifica”.

Buenos Aires, octubre 11 de 2024.                                                                          Bernardino Montejano

 

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