Al obispo en el circo de Mallorca le crecen los enanos

Y es que él, frecuentador de restaurantes y amante de la porcelleta y los caldos de Binisalem, en lo que le alabo el gusto, se dedica a alimentarlos. Y claro, le crecen. Luego pone esa cara en la que el fotógrafo ha captado el asombro ante lo que ocurre ante sus ojos. Como si hubiera visto a una cigüeña haciendo el nido entre los pináculos de su catedral. Tenía mal concepto de Salinas como obispo de Tortosa. Más que por sus maldades por personificar ese tipo de prelados, sumamente perniciosos, que basan su ministerio en el laissez faire, laissez passer. Con lo que la diócesis anda manga por hombro y termina estallando. Salinas llegó a una Mallorca sublevada por la nulidad de Murgui y fue acogido con gran esperanza. Pero pronto el azucarillo se diluyó en el agua y aquella diócesis, lamentablemente regida por Úbeda y por Murgui, o más bien, mal gobernada por uno y abandonada a su suerte y a su vicario general por el otro, comenzó a ser carne de titulares escandalosos. Que no se resuelven ni haciendo footing por el paseo marítimo ni en los excelentes restaurantes de la isla. Cierto que ha heredado un presbiterio pésimo en algunos, cansado en casi todos y mayor. Pero esos son los bueyes que tiene y con los que ha de llevar la diócesis. Él. No dejando a cada uno a su aire o a sus pecados. Que los hay también.  Y qué más quieren los medios que airearlos. Como ocurre. No es de extrañar que ante el abandono episcopal haya curas que solventen sus diferencias a guantazos en plena calle. Aunque a la perplejidad del primer momento sucediera luego la comprensión del sopapo. Que hay cosas con las que no se puede jugar y menos un cura. Personalmente pienso que uno de los problemas serios de la diócesis, desgraciadamente no el único y tampoco el más grave, está precisamente en ese cura que pareció alejado por el obispo de un protagonismo que le encanta pero que ha vuelto al candelero pienso que también por decisión, o al menos consentimiento, episcopal. Me parece otro error de Salinas. Si quien hace un cesto hace ciento que vamos a decir de quien es cestero acreditado. Pues que llegarán más. Y habrá más heridos, más titulares y hasta es posible que más sopapos. Después del paso de los tres últimos valencianos, vaya trío, de la Iglesia de Mallorca no va a quedar más que las raspas. Como de un buen pescado en un buen restaurante. ¿Verdad, monseñor Salinas?