¡AL GRAN PUEBLO COREANO SALUD!

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Catedral del Sagrado Corazón (Changwon) - Wikipedia, la enciclopedia libre

AL GRAN PUEBLO COREANO SALUD!

La República de Corea tiene un buen porcentaje de cristianos entre su población, más protestantes que católicos.

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La historia de la Iglesia católica en Corea, es sufrida y gloriosa y comienza a fines del siglo XVI, cuando esclavos coreanos católicos sufrieron el martirio, durante la persecución japonesa y fueron beatificados nueve de ellos, en 1861.

En la persecución de 1801 murió mártir el primer misionero entre los coreanos, junto a 300 fieles, en una comunidad de diez mil católicos.

En 1831, fue erigido el primer vicariato apostólico encomendado a los misioneros del Seminario de las Misiones Extranjeras de París. El vicario siguiente y dos sacerdotes fueron martirizados en la persecución de 1839 y beatificados en 1925.

 Corea se quedaba sin sacerdotes hasta 1845, cuando llegó el nuevo vicario Jean Ferreól, con otro misionero y el primer sacerdote nativo coreano, formado en Macao. El padre Kim fue martirizado en 1846; los otros misioneros pudieron trabajar veinte años hasta 1866 elevando hasta 23.000 el número de fieles.

En ese año, arreció la persecución que mató a dos obispos y siete sacerdotes. Nuevamente Corea se quedaba sin sacerdotes.

En 1905 los católicos eran 58.000 y los sacerdotes coreanos sumaban 15, en 1910, cuando era ordenado el primer obispo coreano, monseñor Pablo Ro.

Me detuve a propósito en todos estos detalles, porque tanta persecución y tanta sangre inocente, derramada por las fuerzas del mal, sirven para explicar el vigor de un catolicismo que durante un tiempo fue sostenido por los laicos, sin sacerdotes, sin misas, sin confesiones, pero con increíble fervor.

Datos del año 2011 nos dicen que en ese año los católicos eran 5.309.964, el 10,3% de la población de Corea del Sur. No existen datos de Corea del Norte, porque allí, debido al totalitarismo comunista, los que subsisten, que los hay, lo hacen en la más estricta clandestinidad.

Y la gran noticia: en tal vez la manifestación más grande de su historia, un millón cien mil coreanos se manifestaron contra la ideología de género y sus porquerías anexas. 

Gracias a InfoCatólica de ayer, 3 de noviembre, me entero del acontecimiento y el rechazo al llamado “matrimonio” homosexual cuando hablando en sentido estricto es sodomonio o putimonio y la legislación pro LBGT, en defensa de los valores tradicionales.

Estos hermanos del Asia, están muy despiertos y en su manifestación, denuncian que le fe cristiana está siendo oprimida en Occidente, que allí se sustituyen los valores cristianos por los de la Revolución Sexual y que Corea del Sur debe resistir y permanecer como el último país que respeta lo sagrado.

Hoy, en Corea del Sur, los protestantes son el 20%, los budistas el 15% y los católicos el 10%; existen además las creencias chamánicas y se habla de un “confucionismo coreano”, una de las confusiones, porque el gran Confucio jamás pretendió fundar una religión sino expresar una sana filosofía social y política, basada en el orden natural de la familia bien constituida, en la respetuosa veneración de los ancestros, jamás adoración, y en el ejercicio de ciertas virtudes.

Acá existe un error que debo aclarar: transformar en una religión, un legado noble, pero secular, que se limita al bosquejo de un buen régimen político.

El mismo se logra cuando los nombres manifiestan a la realidad y no la enmascaran o sea cuando el rey es verdadero rey, el príncipe verdadero príncipe, el juez verdadero juez, el padre verdadero padre, el hijo verdadero hijo, cuando los nombres nos cinduzcan a las cosas.

Recuerdo que hace muchos años, un grande Tomás Casares, en un ciclo organizado por “Recova”, fue presentado por otro añorado grande, Julio Barberis, quien, sin saberlo seguramente, aplicó al orador la enseñanza de Confucio: el orador fue un verdadero filósofo, un verdadero juez, un verdadero cristiano. Vaya mi recuerdo para los dos, para que hoy sepan los ingratos que el único litigio fronterizo que le ganamos a Chile fue gestionado por ese gran embajador que se llamó Julio Alberto Barberis.

Confucio tiene una visión optimista de la naturaleza humana, pero de ningún modo es una versión oriental de Juan Jacobo Rousseau, porque la misma debe ser educada, corregida y elevada mediante el estudio y práctica de las virtudes; estas son: rectitud y justo medio, urbanidad, prudencia y piedad que tiene dos especies que son la filial y la paterna.

El hombre bueno se construye forjando su carácter y a esas virtudes básicas se agregan el cultivo del decoro, la equidad, la belleza, mediante el arte, la música y la poesía, la humanidad y el altruismo.

Como escribe Juan Roger Riviere, “el confucianismo constituyó la fuerza moral del extremo Oriente e impregna todavía la cultura china, fundada en la ley natural… tal filosofía va especialmente destinada a los conductores, príncipes, consejeros y letrados. Se trata de una enseñanza aristocrática que se impuso con el tiempo en todo el continente amarillo y constituyó la imagen ideal seguida por la cuarta parte de la humanidad durante largos siglos y la base del pensamiento y de la cultura de China” (Confucio y confucianismo, en la Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, 1981, T. VI, p.233).

La doctrina de Confucio puede conducir al cristianismo, como me confirmó un día un misionero argentino del Instituto del Verbo Encarnado, que había pasado unos años en China comunista.

Y un caso paradigmático al cual ya hice referencia en otra nota, es el un importante hombre público del siglo pasado quien fue canciller y primer ministro en la China anterior al comunismo, que se convirtió al catolicismo, y que después de enviudar, fue monje benedictino y concluyó su vida siendo abad en Bélgica. En su caso, los caminos de Confucio lo llevaron al encuentro con Cristo, que siempre espera.

Estas son las raíces profundas, del actuar heroico de misioneros y obispos, de sacerdotes y laicos, de una cultura de mártires, que, en China, Vietnam y Corea, sellaron con la sangre su fe. En este caso, tiene razón Tertuliano cuando dijo que “la sangre de los mártires es semilla de cristianos. En la Argentina y en España, lamentablemente, parece que no.

             Buenos Aires, noviembre 4 de 2024. Bernardino Montejano 

 

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