No trajimos la noticia en su momento por considerar que tenía muy escasa importancia. Lo normal es que ante la sede vacante se nombre un administrador diocesano y que solo ante serias dificultades en la diócesis o fundada desconfianza en quien pudiera ser nombrado por la diócesis. Se trata además de un cargo que normalmente debe ser de muy corta duración pues cesa automáticamente con la entrada en la diócesis del nuevo obispo.
Nos encontramos, pues, con la desconfianza vaticana ante quien podría gobernar la sede vacante con las limitaciones de la administración, no sabemos si el recelo era ante un munillista o un antimunillista y se recurrió al metropolitano, que no es precisamente un antimunilla sino más bien lo contrario.
Pro Francisco Pérez tiene ya presentada la renuncia de Pamplona y Tudela desde hace un mes y unos días y eso añade un plus de precariedad a lo precario de la designación. Pero mucho más en teoría que en la práctica pues es muy posible que en tres o cuatro meses esté instalado el nuevo obispo en San Sebastián, el nombramiento puede ocurrir en cualquier momento, dejando de tener sentido la administración.
Tampoco lo tiene dar por hecho que el nombramiento recaído en el metropolitano prorroga necesariamente la permanencia en Pamplona de su actual arzobispo. No se pensaba en sustitución inmediata en Navarra ni la administración reclama no pasar a emérito. Emérito es Ciriaco Benavente nombrado administrador apostólico de Plasencia y lo eran Gil Hellín y García Burillo cuando recibieron la administración apostólica de Ciudad Rodrigo.
Nombramiento pues muy irrelevante y al que no cabe dar mayor importancia. La tiene en cambio, y mucha, la sustitución de Munilla en San Sebastián y la de Pérez en Pamplona. Porque pueden significar la desaparición definitiva del agonizante catolicismo guipuzcoano y navarro. Y con la presencia malévola de la mano negra de Arana moviendo los peores hilos de los nombramientos episcopales hasta los dedos se antojan huéspedes y los más siniestros presagios ennegrecen el horizonte.