Un amigo me envía esta hermosa historia sucedida recientemente. http://www.elcorreo.com/bizkaia/internacional/eeuu/201502/26/final-feliz-cumpleanos-nino-20150226211928.html En ella no sale Dios. Pero yo creo que está muy presente. Él nos dijo que todo lo que hiciéramos a los que sufren, a Él se lo hacíamos. Y todos los que se compadecieron de la inmensa soledad de un niño autista se lo estaban haciendo a Él. Y no hay mejor pagador. Ni menos olvidadizo. Cuando en el día supremo muchos de los que acudieron a consolar a ese niño tan difícil de consolar, olvidado sin duda por ellos aquel momento tan poco trascendental de sus vidas, es posible que vean como la balanza divina, en la que los males pesaban tanto frente a los escasos bienes, recibía en el buen platillo un peso inesperado y hasta incomprensible, que la inclinaba finalmente a la salvación. Es muy posible el asombro del salvado. ¿Por qué? Pues porque cuando fuiste a visitar a aquel niño autista, a quien no quisieron acompañar los compañeros de su clase de seis años, a Mí me visitaste. Y Yo agradezco las visitas. Como dijo el poeta, un poeta católico, ¿quién sabe del peso de las cosas que Dios mide en sus altas balanzas de cristal?
Abramos nuestros corazones incluso a aquellos que parece que nos cierran herméticamente el suyo
| 01 marzo, 2015
Capeto, la psicología moderna, si es científica y no está ideologizada, se apoya cada vez más en lo que, sin saberlo, ha enseñado secularmente la Iglesia. Freud sólo sigue siendo válido para el marxismo y los ricos (hala, a pagar psicoanálisis que todo me lo justifica, pero no me cura) ¿El qué ha vendio haciendo la Iglesia? La psicología cognitiva (¿no es todo un tratado el Catolicismo sobre en qué consiste el mundo, el ser humano, para qué está aquí, etc) y la psicología conductual: eres débil, tienes problemas, pero eres capaz de cambiarlos (hasta ahí semipelagianismo) y para eso tienes la ayuda de la gracia. La confesión, bien hecha, es todo un tratado conductual porque Dios sí cree que podemos cambiar, si queremos y por El no queda. Y digo la Confesión y no la reconciliación ni la penitencia porque, aunque pueda parecer una cuestión semántica, no es tan baladí. El hombre , cuando realiza el mal, necesita echarlo fuera, contarlo, acusarse. Es algo psicológico, fuerte como no se puede suponer sino se anda en estas tareas. Luego el que se «confiesa», por este medio se reconcilia con Dios y si hace falta con el prójimo y repara el mal (la penitencia), pero lo primero es la confesión de los pecados, lo otro son corolarios. Tanto lenguaje «diferente» acaba cegando la realidad primera. ¿Y no pasa algo parecido con verdades de fe y dogmas a los que les quiere dar nuevos ropajes? . Por último, hay más escuelas psicológicas más omenos válidas pero, insisto, la Iglesia descubrió hace mucho tiempo la que, posiblemente, es la mejor de todas.
No hay para tanto…
Las cosas en su sitio: ¿fueron esos niños los que no quisieron asistir O SUS PADRES LOS QUE NO LOS DEJARON Y QUE INCLUSO LES HAN ENSEÑADO A DISCRIMINAR?
«Esperamos que otros niños se den cuenta de que, por más que piensen que alguien es diferente, esa persona todavía tiene un corazón y quiere tener amigos como cualquier otra persona».
Este comentario me parece indigno de un adulto. Como maestra, me irrita el hecho. ¿Cómo echar tamaña responsabilidad a criaturas que no tienen todavía el uso de razón??? ¡Qué manera de irrespetar a la infancia!!! ¿Hasta cuándo va a seguir la estúpida costumbre de tratar a los infantes como adultos en miniatura???
Cuando el principio de autoridad se quiebra, los mayores pierden el norte y suceden estos descalabros. ¡Así anda el patio en EEUU y en las restantes naciones «civilizadas»!