LOS DÍAS DE NOVIEMBRE

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LOS DÍAS DE NOVIEMBRE

Vencedores del tiempo y de la muerte,

están ante el Cordero los vivientes.

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A éstos contemplamos,

a esta muchedumbre celebramos

 en el día primero de noviembre

y en la tierra de paso,

para llegar al reino donde moran

y el tiempo ha terminado.

A los que todavía no llegaron

aunque el puente pasaron de la muerte, 

a estos ayudamos

en el segundo día de noviembre,

ofreciendo la ofrenda del Cordero

en la tierra de paso.

La ciudad que habitamos, Buenos Aires,

hace fiesta el sagrado día onceno.

En tal día, hace siglos, 

Martín, varón amado del Cordero 

y obispo fiel de la ciudad de Tours,

fue recibido arriba por los ángeles,

en la ciudad de luz.

Martín nuestro, que miras a Dios trino,

consíguele el buen aire del Espíritu

a Buenos Aires, cuyo sino cuidas,

para que se radique en verdad,

no en astutas mentiras.

 

Fluye el tiempo y el curso de los días,

cálidos ya que anuncian el verano,

los días que crepitan

con las llamas azules de los tarcos, 

en los reflejos de oro de las tipas,

con rosadas fogatas de lapachos.

 

Ya la virgen Cecilia se adelanta;

la música de su alma 

da su música al día veintidós,

el día melodioso que memora

a Cecilia que canta con su boca,

a Cecilia que canta con su vida

a Cecilia que canta con su muerte

su amor por el Cordero.

Cecilia, da tu música a la música

Cecilia, da tu música a las almas.

 

El día veinticuatro resplandece

en la luz y el calor

de la incesante llama de amor viva

que abraza el corazón del carmelita

sabio de Dios, doctor del alto amor.

Hemos llegado al día de 

san Juan de la Cruz,

que agrado a la cruz con recio amor

quiso vaciar su vaso en lo que no era Dios,

y vino Dios y lo llenó de Dios.

 

Creció la llamarada

y como resplandor de aquel incendio, 

poeta de Dios, doctor del puro amor,

dejaste en nuestro suelo

las lámparas de fuego de tu canto.

La azucena perfecta de tu verso,

el sol de miel de tu flauta sagrada,

la música que abre

las ventanas que dan a una región

entre el cielo y la tierra colocada.

 

Aclamemos a fines de noviembre

a Cristo como rey del ancho mundo

Cristo rey manso y fuerte,

de cuyo reino somos,

si escuchamos, amamos y vivimos

las palabras eternas de su boca.

Si somos de tu reino

 no nos perdemos, tú eres el Camino,

no erramos porque tú eres la Verdad,

no tememos morir, tú eres la Vida.

Ave, legislador de nuestra ley 

y juez justo que juzgas a la tierra;

ave, rey manso y fuerte que nos riges,

ave, principio y fin, alfa y omega.

 

Vendrá después el tiempo de la espera

del corazón alerta;

de la espera de aquella

noche elegida, noche de ventura, 

cuando la oscura tierra,

los pastos, los pastores, los rebaños,

las majadas de estrellas temblorosas,

las voces exultantes de los ángeles, 

los quemantes deseos de los siglos, 

rodearán el establo en que nació, 

la luz que no declina.

 

Juan Antonio (1)

 

(1)Juan Antonio Spotorno, poeta y pintor, salido del riñón de los Cursos de Cultura Católica, fue un entrañable amigo, que incluso dibujó para la revista, la palabra “Centurión” en la cual la “t” es una espada, al servicio de la Cruz, símbolo del nacionalismo criollo, ajeno a toda expresión cipaya, que imita a en forma simiesca, a movimientos extranjeros. Bernardino Montejano.

  

 

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