INJUSTA DESIGUALDAD
Días pasados pudimos conocer el esperpento vallinclanesco ofrecido por nuestros políticos con motivo del cambio de gobierno; espectáculo digno de una “letrilla” quevediana o “astracanada” de Muñoz Seca. Reata de cesantes lloriqueando por la pérdida de la ración de forraje que han venido percibiendo de los españoles, aunque, durante algún tiempo, generosamente, seguirán cobrando sus retribuciones, sin perjuicio del acomodo que, con toda seguridad, se les facilitará en comisiones, agencias, plataformas, y toda suerte de innecesarios entes, que, una vez más, con cargo a la depauperada ubre de los españoles, crearán sus conmilitones.
También ahora asistimos al esparcimiento por todo el territorio patrio de miles de inmigrantes, económicamente auxiliados y alojados con cargo al Erario público en Hoteles, Balnearios, y, en fututo, en cuarteles y residencia militares. Discutida hospitalidad, pues existen otros remedios de paliar la tragedia de África Central, con la que Europa, no España, tiene una evidente deuda por el colonialismo que sufrieron.
Igualmente, con cierta regularidad, el Diario Oficial del Ministerio de Defensa publica la relación de soldados que causan baja en los Ejércitos [omitiendo sus años de servicio] por incapacidad psicofísica sobrevenida, declarada por unas Juntas Médico/Periciales, invalidadas por las generales de la Ley y expedientes en los que toda suerte de irregularidades tienen cobijo; soldados, muchos con largos años de servicio, que, con una indemnización miserable en comparación con las previstas en otros ámbitos o la que perciben los inmigrantes, son arrojados al paro sin titulación laboral y con edad difícil, casi imposible, para acceder al mercado de trabajo. Soldados desamparados, abandonados por el Estado, al que sirvieron con absoluta entrega por una módica soldada. Triste realidad que denuncio, y cuya solución, dada la insensibilidad de la Administración, pródiga con otras situaciones y colectivos, solo vendrá por iniciativa de quienes conserven el espíritu militar de antaño y cuya generosidad invoco en esta hora.
Antonio Troncoso de Castro.
Coronel Auditor del Ejército.
Ex Fiscal S. del Tribunal Supremo
Y no sólo los soldados, los que se quedan en paro con más de 50 años no tienen la menor posibilidad de encontrar un trabajo y cuando se acaban las ayudas, pues a vagar por las calles de albergue en albergue y de soportal en soportal. Y cuando hay una ola de frío se abren las estaciones del metro para que duerman en ellas.
Pero los menas en hoteles y con dinero para sus gastos.
Sería muy largo exponer la cantidad enorme de gente que percibe dinero a costa nuestra y sin merecerlo.
Pero piensen que detrás de lo nos cuesta un mena o un menor en acogida, hay un estómago agradecido que votará con fruición, porque a saber cuanto de ese dinero se pierde por el camino. Y mientras el número de pobres aumenta, como estab previsto y ordenado por los que mandan.