Queridos diocesanos: El día 25 de julio celebramos en la liturgia la Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrón de España, nuestro Padre en la fe. Hasta el sepulcro de Santiago siguen llegando numerosos peregrinos de todo el mundo, también de nuestra Diócesis de Zaragoza, en larga sucesión de siglos y generaciones. El camino de Santiago tiene una meta: el encuentro con Cristo mediante un proceso de conversión, que pasa por el sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía.
Las fuentes históricas, después del siglo VII (en San Isidoro de Sevilla), sobre su predicación y evangelización en España, se vieron confirmadas por el descubrimiento de sus reliquias en el siglo IX (año 830), por parte del Obispo Teodomiro de Iria, en un sepulcro del tiempo de los romanos en Compostela (Galicia). No obstante, el culto de Santiago en España es anterior al descubrimiento del sepulcro, según testimonian algunas iglesias de Galicia, y sobre todo el himno visigótico “Oh Dei Verbum, Patris ore próditum”, escrito hacia el año 783, tan vinculado al testimonio del Beato de Liébana y de Eterio, Obispo de Osma. En él se hace esta preciosa invocación: “Oh Apóstol santísimo y dignísimo, cabeza refulgente y dorada de España, defensor poderoso y patrono especialísimo: asiste piadoso a la grey, al clero y al pueblo”.
Un creyente capaz, arraigado e íntimo
Al acercarnos a Santiago tenemos la sensación de encontrarnos con un creyente, que quiere transmitirnos y contagiarnos una experiencia única. Santiago es aquel a quien Jesús llama “hijo del trueno” (por su carácter fuerte, por su fuego en las palabras y por su arraigo en las acciones), pero él se sabía uno de los discípulos más íntimos del Maestro. Y ese era el núcleo profundo de su experiencia creyente: sentirse querido por Jesús. Por eso junto con Pedro y Juan, Santiago estará como testigo en los momentos cruciales de gozo y de dolor. Sólo quien, como Santiago, oye la invitación a permanecer con Cristo y a compartir su vida, tendrá la posibilidad de convertirse en discípulo y apóstol.
Un Apóstol fiel, itinerante y patrono
Discípulo es el que sigue al maestro; apóstol es quien apuesta su vida como testigo de la persona y del mensaje de su maestro. El itinerario de Santiago fue el paso de discípulo a apóstol. Después de la Resurrección del Señor predica el evangelio fuera de Jerusalén, a donde regresa el año 42. Y es el primero de los apóstoles en dar la vida por Cristo. Durante la Pascua del año 44 es decapitado por Herodes Agripa I . Al sellar con su sangre el testimonio sobre la persona y el mensaje de Jesús, cumplió su palabra de “beber el cáliz”.
Nuestra respuesta hoy: nueva evangelización.
Si Santiago significa etimológicamente “Dios protege” y en España lo tenemos por Patrón y Padre en la fe, debemos acudir a él para que nos ayude a vivir la fe en esta hora del mundo y de la Iglesia en los comienzos del tercer milenio, marcada por la necesidad de una nueva evangelización.
La nueva evangelización, alentada por los últimos Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, viene exigida como respuesta a las nuevas situaciones espirituales, culturales, sociales y religiosas en las que viven nuestros fieles y especialmente las nuevas generaciones.
Es una triste verdad que el modo de vida de España, en cuanto forma parte de la llamada cultura pública occidental moderna, se aleja consciente y decididamente de la fe cristiana y camina hacia un humanismo inmanentista. Pero también es verdad esperanzadora que las raíces más profundas de nuestro modo de vivir y de entender la vida son tan viejas como el cristianismo y siguen aportando a la cultura española la savia de la fe de Cristo. Esto que vale de toda la cultura llamada occidental, vale de modo especial para nuestra Nación, cuya historia exterior e interior no es comprensible sin la fe católica. La legítima secularidad de la cultura europea, que ha hecho posible el desarrollo moderno de los derechos humanos y del Estado de Derecho, no se entiende sin el Cristianismo. Incluso el fenómeno preocupante del secularismo no se comprenderá del todo a sí mismo sin un diálogo serio con el Cristianismo, al que pretende superar y suplantar. Por todo ello, la misión religiosa de la Iglesia es hoy de una gran relevancia, también cultural, para nuestra sociedad. No es una misión fácil, pero es sumamente estimulante y necesaria para el presente y el futuro de una España en justicia y libertad.
Invocación final
Acabo esta carta pastoral con una plegaria a Santiago Patrón de España:
Enséñanos a conocer más, a amar mejor y a seguir de cerca de Jesucristo: el Camino, que nos conduce al Padre; la Verdad, que nos hace libres; y la Vida, que nos colma de alegría.
Bendice a todos los miembros del Pueblo de Dios, que peregrinan en esta tierra y en este pueblo: la fidelidad y el celo pastoral de los sacerdotes y religiosos; la oración asidua y generosa penitencia de nuestros monjes y monjas; el ardor apostólico de los miembros de vida consagrada según sus diversos carismas; el compromiso público de los laicos, para que transformen la sociedad soriana con la luz y la fuerza del evangelio de Jesucristo.
Con mi afecto y bendición,
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza