Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. Con el inicio del mes de septiembre, a medio camino entre la manga corta y las primeras prendas de abrigo, tiene lugar un cambio, en nuestras actividades y en el modo de distribuir el tiempo, que concierne a nuestra condición de cristianos animados por el Espíritu para comenzar un nuevo curso pastoral, que es un regalo, una oportunidad y un desafío.
Un regalo, un don procedente del Señor, que nos ofrece el tiempo -cada día, cada instante- como algo inédito, sorprendente y abierto. Vivir es recibir un torrente de gracia, un manantial de luz, un caudal de fuerza e ilusión. Nadie, por más que se esfuerce, podría añadir un palmo de vida a sus días. Todo lo recibimos del Señor y a Él se lo debemos agradecer con sencillez y humildad.
Cada amanecer, después de una placentera noche de descanso o tras una sucesión de horas de insomnio, es un signo de amor que tiene su origen en Dios. Un amor que nos envuelve, que se despliega en miles de acontecimientos que tienen un sentido, una orientación y un significado.
2) Una oportunidad para contribuir activamente en la construcción del Reino de Dios, de modo que la Buena Nueva pueda llegar a quienes nos encontramos en el camino. A nuestro lado hay muchas personas heridas que han de ser acompañadas en la vida de fe. Hemos de saber dar signos de consuelo y esperanza. Es preciso vivir en lo cotidiano la alegría del Evangelio para generar esperanza en el mundo.
Durante los próximos meses estaremos en contacto con diferentes formas de vida, con muchos protagonistas de historias diversas y valiosas. Los niños que dan sus primeros pasos en la fe y a quienes acompañamos en su iniciación cristiana. Los adolescentes que asumen su personal síntesis de fe. Los jóvenes que avanzan en el conocimiento de Jesucristo y en el compromiso dentro de la Iglesia. Los adultos que viven en un mundo indiferente y poco receptivo a la propuesta cristiana de vida. Los mayores instalados en una sociedad que olvida sus raíces y camina desorientada. Los ancianos cuya sabiduría no se valora y no se reconoce.
Conoceremos a muchas personas que sufren en soledad y abatimiento, personas marcadas por el dolor y la esperanza, hombres y mujeres que transitan entre el éxito y el fracaso, el gozo y la zozobra, la felicidad y la búsqueda de compañía.
3) Un desafío señalado por los objetivos y las acciones del Plan Diocesano de Pastoral 2016-2021 y las prioridades pastorales que marcarán nuestro recorrido en los próximos meses. Sabemos que las Unidades Pastorales son necesarias para trabajar mejor, con mayor ilusión, con mejor dedicación, con mayor entrega, con más alegría. Seguiremos colaborando con ilusión en la Pastoral Vocacional pidiendo al Señor que suscite respuestas positivas a la llamada que Él mismo siembra en los corazones. Nos comprometemos a mantenernos en sintonía con el Magisterio de la Iglesia para ser fermento evangelizador. Queremos aumentar nuestra actitud de escucha diligente de la palabra de Dios. Necesitamos realizar un esfuerzo para estar cerca de las familias con la luz del Señor Jesucristo.
A todos los agentes de pastoral os expreso, una vez más, el reconocimiento y la gratitud de toda la Diócesis. Muchas gracias a los sacerdotes, personas consagradas y seglares. Cada uno, en vuestra responsabilidad personal y compartida sois muy importantes, no solamente por lo que hacéis, sino fundamentalmente por ser quienes sois: testigos valientes y generosos que vivís con alegría el don de la fe y sentís la urgencia, la responsabilidad y la necesidad de comunicar la fe.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell,
Obispo de Huesca y de Jaca