Queridos hermanos y amigos: Escuchamos en este domingo en el Evangelio (Mateo13,24-43), un conjunto de tres parábolas que Jesús propone a sus discípulos en su enseñanza. Son las parábolas de la buena semilla y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.
Al final del texto del Evangelio que hoy escuchamos, Jesús mismo explica su significado. Las tres parábolas tienen en común la presentación de un elemento pequeño como es la semilla de trigo, el grano de mostaza o la levadura que, sin embargo, crecen y se multiplican de una manera asombrosa.
La acción de Dios se hace presente en las cosas pequeñas incluso podemos decir que insignificantes a los ojos del mundo. Sin embargo, tienen la capacidad de crecer y transformarse; así un pequeño grano de trigo se convierte en una espiga llena de grano, la semilla de mostaza en un gran árbol o la pequeña porción de levadura fermentar la masa para el pan.
Junto a esta realidad de elementos pequeños, el Evangelio nos dice que todos ellos, a pesar de su pequeñez, son buenos porque tienen la capacidad de crecer y de transformarse. Este ejemplo de Jesús nos presenta nuestra misión como iglesia en salida, con Él queremos sembrar en la “buena tierra” que es nuestra diócesis la semilla del Evangelio y ser fermento en medio de la masa.
El papa Benedicto XVI comentó una vez este texto del Evangelio en una breve catequesis del rezo del Ángelus, os subrayo las frases que nos dan luz para comprenderlo: “Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina . Por eso, en la parábola de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, ‘mientras todos dormían’, aparece ‘su enemigo’, que siembra la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces”
Asimismo, la parábola es también una invitación a nuestra paciencia, cuando parece que el mal va a triunfar sobre el bien, en las palabras del papa emérito encontramos una explicación de San Agustín, comentando esta parábola: “observa que primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno . Y agrega: si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio ”.
Despertemos, pues, del sueño en el que muchas veces vivimos nuestra fe ya que nosotros somos tierra fértil donde también se puede sembrar la cizaña. Puede venir el “enemigo” presente hoy en tantas realidades anticristianas y mundanas, como tantas veces nos recuerda el papa Francisco que sutilmente envueltas en medias verdades o para nuestro bien aparente, siembran en nuestros corazones la semilla de la cizaña.
Estar despiertos es saber velar y orar para que demos fruto bueno como el buen trigo, árbol que acoja como la mostaza y levadura que fermenta y transforma.
La lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-27) que hoy hemos escuchado a ello nos anima: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios”.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona