Sócrates sí sabía

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Llevo semanas sin acercarme a la maquina de escribir. Un ordenador también es una maquina de escribir, incluso un iPad lo es. Cuesta ponerse a escribir porque cuesta ponerse a pensar. De hecho a veces hasta que no te planteas escribir algo no tomas conciencia de tu propia ignorancia. Hay a quien ni escribiendo le parpadea su desconocimiento. Pero es que «hay gente pa tó». Saber que no sabes no es un asunto menor. Ayuda mucho a relativizar tus éxitos o tus fracasos y te impide convertirte en un pedante o en un idiota, actitudes ambas no poco frecuentes. Sócrates decía aquello de «solo se que nada se», Sócrates nunca escribió nada, para eso tenía a Platón. Cuando Querofonte consulta al Oráculo de Delfos sobre si en Grecia había algún pensador mas sabio que Sócrates la respuesta fue negativa y al conocer este episodio el gran filósofo se puso a buscar por todo el país algún hombre más sabio que él. En España hubiera tenido serias dudas sobre su sabiduría si hubiera podido asomarse a los debates de la sexta o la cuatro o la cinco. Pero el pobre no tuvo esa oportunidad de darse de bruces con gente tan avezada en las ciencias y las humanidades. Dicen que solo los de Bilbao nacen donde y cuando les da la gana y este no era el caso de Sócrates cuya madre decidió darle a luz en Atenas. El hecho de tener nombre de jugador de fútbol brasileño seguramente también le habría traído alguna complicación en el mundo de los contertulios habituales de los más media, pero esto ni lo intuyó Fainarate, su madre, que era comadrona y no dada a grandes lecturas ni circunloquios cuando le puso el nombre. La Sabiduría no está de moda. La moda y la sabiduría no se llevan bien, la primera es por esencia efímera mientras el Saber proyecta eternidad. Se está de moda pero no se está sabio, se es sabio. Lo que está de moda hoy es no ser sabio, lo guay de verdad es no tener repajolera idea de que no tenemos ni repajolera idea de casi nada. Pero tampoco nos vamos a poner tristes a estas alturas. Al fin y al cabo a Sócrates tanto saber solo le sirvió para que le obligaran a beberse un vaso de cicuta riquísima que le dejó el cuerpo como una madera en cuestión de minutos. Llevo semanas sin tocar las teclas de la maquina de escribir y este intento me confirma mi adhesión al criterio infalible del Obispo de Hipona: si me preguntan sobre cualquier cosa no se nada, pero si no me lo preguntan lo se casi todo. Mañana será otro día, ¡si Dios quiere!

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